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    La tierra prometida
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    La tierra prometida

    Sangre justa para un impecable Mads Mikkelsen

    por Andrea Zamora

    En la película La tierra prometida, dirigida por Nikolaj Arcel, hay una impactante secuencia en la que el villano Frederik de Schinkel somete a un hombre a una muerte atroz: lo hierve vivo frente a una multitud reunida en su mansión conmovido de una fiesta. El capitán Ludvig Kahlen, un bastardo hecho a sí mismo que se ha establecido cerca de las tierras de Frederik, es testigo de la tortura. Escaldar a una persona es solo una de las muchas tácticas despiadadas que Frederik utiliza para someter a Ludvig a su poder. La otra opción es que se largue de su nueva casa. Pero Ludvig no va a rendirse.

    La tierra prometida es un cautivador wéstern danés ambientado en Dinamarca en 1755. El protagonista, interpretado por Mads Mikkelsen, es un hombre con grandes ambiciones. Su objetivo, aparentemente imposible, es cultivar en los inhóspitos páramos daneses y establecer una colonia en nombre del rey, con la promesa de recibir un título nobiliario a cambio.

    Sin embargo, Ludvig no puede lograrlo solo. Contrata a la sirvienta Ann Barbara y a su esposo, quienes antes trabajaban para Frederik pero huyeron de su sadismo y maltrato. ¿Quién es el hombre al que el gobernante mató con agua hirviendo? El esposo de Ann.

    La tierra prometida es una película cruda y meticulosamente construida, con un guion excepcional y personajes fascinantes. Cada elemento está en su lugar exacto, incluso la cantidad de sangre es la justa en cada momento. Más allá de la lucha entre dos hombres, el filme es también un relato de venganza y una historia familiar. En su búsqueda por el éxito, Ludvig forma un peculiar clan junto a su sirvienta, una niña ladrona y un joven sacerdote.

    La película sigue una evolución gradual, revelando su atractivo de manera progresiva. A medida que avanza, cautiva al espectador con destellos de intimidad, ternura y amor que emergen entre las densas nubes de violencia. Estos elementos no se limitan solo a lo físico, sino también abarcan lo psicológico y hasta lo paisajístico. Las imágenes del páramo, que parecen infinitas a medida que transcurren las estaciones y su climatología extrema, encierran una paradoja: una belleza corrompida.

    El trabajo de Mikkelsen es impecable y Simon Bennebjerg interpreta magistralmente al villano sádico de la trama. Sin embargo, merece una mención especial Amanda Collin, quien encarna a Ann Barbara. Su venganza final es uno de los momentos más satisfactorios que vas a encontra en una película.

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