El director James Wan y el guionista Leigh Whannell han tenido un enorme impacto en el cine de terror moderno. Tras presentación ante el gran público con la exitosa Saw, unieron sus fuerzas con la gran productora de cine de terror actual, Blumhouse, para perpetrar juntos Insidious en el año 2010. En la última década, este filme ha demostrado ser especialmente influyente, inspirando docenas de películas sobre objetos malditos, niños poseídos e investigadores de lo paranormal. La primera franquicia original de la compañía de Jason Blum ha dado paso a dos secuelas y a una precuela. La saga siempre ha sido la puerta de entrada perfecta para los nuevos aficionados al terror. Las dos primeras películas, e incluso la tercera, son populares por su inteligente uso de la tensión, los sustos y la construcción de un universo propio. Las dos primeras entregas contaban una historia sorprendentemente convincente sobre una familia acechada por fuerzas demoníacas y la tercera se centraba en un caso previo de la parapsicóloga Elise Rainer (interpretada por la actriz Lin Shaye). Ahora, llega a los cines la cuarta entrega: Insidious: La puerta roja.
Nueve años después de los acontecimientos de la segunda película, Insidious: La puerta roja nos presenta a una fracturada familia Lambert. Patrick Wilson vuelve a encarnar a Josh, un padre que se encuentra de luto tras la muerte de su madre, Lorraine, y que está dispuesto a encauzar la relación con su hijo mayor, Dalton (interpretado de nuevo por Ty Simpkins). El chico ahora es un aspirante a artista que está a punto de entrar en la universidad. Para mejorar sus vínculos, padre e hijo viajan juntos hasta el campus. Sin embargo, una vez allí -y durante su primera clase de arte- un ejercicio psicológico reaviva un pasado que Dalton ni siquiera sabía que había olvidado (o que más exactamente le habían hecho reprimir), y poco a poco empieza a abrir una puerta a un reino de pesadilla. El portal que conduce al llamado “más allá” será una puerta roja que atormenta sus sueños y plasma con su pincel. Josh y Dalton deberán, entonces, unirse para cerrarla por el bien de su familia.
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En su debut como director, Patrick Wilson logra un gran equilibrio entre el melodrama familiar y los elementos sobrenaturales habituales de la franquicia Insidious. En esta cuarta entrega el “más allá” se muestra como un microcosmos que impulsa los arcos de los personajes. Sin el personaje de Elise Rainer, es ahora la profesora de arte de Dalton (Hiam Abbass) quien le anima a sumergirse más en su subconsciente mientras trabaja en su gran proyecto: un cuadro de una puerta roja que ve en sus pesadillas. A medida que estas sesiones de trance sacan a la superficie secretos sobre su conexión con el mundo de los espíritus, tanto la relación de Dalton con Josh como el movimiento espíritus inquietos se incrementan. Esta historia compartida de "pecados del padre" y el viaje hacia la reconciliación es una base temática sencilla, pero sólida para arraigar la voracidad las entidades malignas, y se ve reforzada por las sólidas interpretaciones de Wilson y Simpkins.
"No es una película sobre dos personas tomando café que no va a ver nadie": 'Insidious: La puerta roja', el regreso a lo que la hizo grandeCon respecto a las tres entregas anteriores, la estética es diferente, e incluso la ambientación. Las dos primeras entregas tenían una sensación de producto de entretenimiento y terror. Sin embargo, Insidious: La puerta roja, también se las arregla para utilizar parte de su tiempo para ahondar en el drama familiar y con el asocial Dalton tratando de hacerse un hueco en la vida universitaria. Hay momentos ciertamente irregulares cuando el protagonista establece lazos de camaradería con su compañera de habitación en la residencia y otra secuencia que sucede en una fraternidad. Eso no quiere decir que una película como ésta no pueda tener algunos momentos de frivolidad y divertimento, pero algunos momentos parecen sacados de una comedia universitaria de mediados del 2000 en lugar de una película de terror. El resultado es chocante.
A pesar de ello, Wilson demuestra ser un cineasta prometedor, ya que es capaz de asustar de forma efectiva y de crear momentos que harán que el público se encoja en su butaca. Incluso con las subtramas innecesarias que se introducen, Insidious: La puerta roja fluye a un buen ritmo, con la película casi funcionando mejor como un epílogo en lugar de un final de la misma.
