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    Entrevista a Javier Rebollo

    El director de 'La mujer sin piano' -última Concha de Plata al Mejor Director en San Sebastián- nos recibe en su casa de Madrid para hablarnos del oficio de hacer de películas y del arte de vivir (y viceversa). La película llega el viernes a nuestra cartelera: prohibido perdérsela.

    P- ¿Es más difícil hacer una segunda que una primera película?

    Lo bonito es hacer primeras películas, es lo que tienen las primeras veces: sólo ocurren una vez. No sé si ésta ha sido más difícil, pero tengo claro que la peor es la tercera. Es algo que solía decir Truffaut: en la segunda película aún te estás construyendo pero en la tercera se supone que ya sabes lo que quieres, es entonces cuando tienes que tomar decisiones. La tercera película es la melancolía mientras que la primera tiene la belleza habitual en las sensaciones vírgenes. Un primer gesto, un primer plano, un primer diálogo... eso es algo que ya no vuelves a tener. Es por eso que todos nos acordamos de las primeras veces. Lo bonito es intentar que cada nueva película la hagas como si fuera la primera. Bergman decía que hacía cada película como si fuera la primera y cada plano como si fuera el último. Justo lo contrario de Erice.

    P- ¿Cuánta libertad tienes a la hora de enfrentarte a un nuevo proyecto? ¿Eres prisionero de los pasos que has dado antes?

    Yo creo que uno no tiene que ser esclavo de sí mismo ni de su pasado. También creo que es muy sano hacer una película contra otra hecha anteriormente. Como François Truffaut, como John Ford. Yo hice 'Lo que sé de Lola' con mucho dinero, durante muchas semanas, en el extranjero, en decorados construidos. Así que 'La mujer sin piano' es todo lo contrario: concretizamos el tiempo, suprimimos metonimias y elipsis, más narrativa, con mucho menos dinero y con la mitad de semanas de rodaje. Eso es gimnasia. No podría hacer lo que hace, por ejemplo, Alejandro Amenábar, donde cada película tiene que ser más grande que la otra. De todas maneras: trato de no pensar demasiado. No creo ser un tipo calculador, aunque pueda parecerlo. Las películas tienen que nacer del instinto, no de la inteligencia. Me gusta pensar que yo no hago carrera, yo hago películas.

    P- ¿Hasta dónde te preocupa que se te vea, como director, pero también como persona, a través de las imágenes de tu película?

    Hagas lo que hagas una película siempre acaba reflejando su mecanismo de construcción. Toda película es un documental del rodaje, ya lo dijo Jacques Rivette. Todo actor deviene en un documental de sí mismo, aunque sea un actor porno (esto lo dijo Marcel Hanoun). Aunque hagas anuncios, tu firma está presente. Es como decir que por más que hagas una película de época ésta estará reflejando inequívocamente la realidad. Así que es algo inevitable, por lo que, por lo menos a mí, no me preocupa nada. Para mí es algo natural hablar en primera persona, no trato de impostar el paso.

    P- Tus películas captan personas y lugares, pero creo que sobre todo defines esencias emocionales...

    A mí lo que me interesa son los sentimientos, por eso soy un director europeo. Los sentimientos tienen que ver con los personajes más que con las tramas. Lo que pasa es que los sentimientos son algo extremadamente difícil de captar en el cine. Juegas con las herramientas cinematográficas: filmas con distancia, usas diálogos no explicativos, usas silogismos, trabajas la atmósfera, los silencios, las miradas... es muy complejo. Y todo ello sin caer en lo sentimental, porque entonces la película puede arruinarse, puede dramatizarse demasiado y entonces las ideas se convierten en esquemas.

    P- 'La mujer sin piano' habita un terreno inconcreto pero que tiene referencias muy directas, casi costumbristas.

    El cine por definición es surreal. No creo que el cine sea un arte del realismo por más que adore a André Bazin. El cine tiene un componente fantasmagórico que lo acompaña desde siempre. Cuando empecé a hacer cine tenía claro que quería construir un mundo que sólo me perteneciera a mí mismo y que no estuviera ligado con la realidad, aunque luego hablase de sentimientos verdaderos. Me gustaba mirar hacia lo eterno, no hacia la actualidad. Andrei Tarkovski decía que había dos tipos de cineastas, los que quieren criticar el mundo en el que viven y los que crean su propio mundo. Él era de los segundos, claro. De donde quería ser yo también. Pero con el tiempo me he dado cuenta que estaba equivocado: quiero formar parte de los dos.

    Alejandro G.Calvo

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