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    Sobredosis autoral: Kiarostami y Godard.

    Mientras que el director de 'Forever Mozart' vuelve a reinventar el cine, Kiarostami se pasa al mainstream de qualité.

    Siempre Godard. Estaba claro. Aunque la noticia, ampliamente exprimida por los medios más amarillistas, haya sido su ausencia en el certamen con una espantá de traca: alega "motivos griegos". Lo realmente importante ha sido la película presentada ayer en Un certain regard: 'Filme Socialisme', el regreso del JLG más punk, arrollador y abstracto en un palimpsesto de imágenes, citas y músicas, cómo no decirlo, realmente epatante y definitivamente incomprensible (no ayudaba nada que los subtítulos en inglés estuvieran en formato de "inglés nativo americano"; concretamente, idioma navajo, realizados por el propio autor). Pese a que al cierre del pase buena parte de la prensa no francófona gritara a las pantallas indignados, nosotros disfrutamos como enanos del tornado de conceptos regurgitados por el autor a modo de DJ del Sónar y expulsados con una elegancia y actitud insuperables. A día de hoy Godard está más cerca de Stan Brakhage o de Peter Tscherkassky que de cualquiera de sus compañeros de generación de la nouvelle vague. Y, ojo, con un sentido del humor superlativo: en la pieza dedicada a Barcelona aparece una corrida de toros, Franco, Paco Ibáñez, Iniesta y las Ramblas. Y tras usar mil materiales sin derechos ha cerrado la película con el símbolo del FBI persiguiendo a la piratería. Genial. Siempre Godard.

    Seguimos con autores con sus nombres esculpidos en la historia del cine. Ahora, uno más reciente: Abbas Kiarostami, que presenta en la sección oficial 'Copie conforme', curiosa y posiblemente, la película más audaz de su carrera... pese a ser la más convencional. Tras el pantano del mundo del video-arte donde había ido a parar con sus dos últimos largometrajes, 'Five Dedicated to Ozu' y 'Shirin', el realizador iraní decide cambiar de tercio de forma sumamente radical y retrata una historia de amor/desamor con dos personajes, una ciudad y un espacio de tiempo breve. Como todo crítico disfuncional, enseguida nos salen las referencias, desde la más clásica -'Te querré siempre' de Roberto Rossellini- a la más moderna -'Antes del atardecer' de Richard Linklater-; es decir: guerra de sexos (coquetería inclusive), diálogo infinito, referencias culturales, momentos de gran emoción. Y pese a lo que pueda parecer a Kiarostami le sale casi perfecto, puesto que su primera hora tiene momentos absolutamente geniales -entre los que se encuentra, cómo no, un viaje en coche- incluyendo la propia premisa del film: la reproducción como instrumento de copia en el arte y en la vida. Pero los problemas no tardan en aparecer en forma de sobresaturación filosófica en los diálogos (alti-) o, por todo lo contrario, porque estos se vuelven estridentes y exagerados (-bajo). Toda la exquisitez presente en la puesta en escena se convierte en un vehículo narrativo puramente cerebral, sobran fácilmente veinte o treinta minutos. Un casi muy digno con una bellísima Juliette Binoche (había quién decía que era indigno que la película estuviera a concurso teniendo en cuenta que su actriz principal es la imagen de Cannes 2010; a nosotros, nos da igual).

    Kiarostami y Binoche (muy emocionada) en la rueda de prensa

    Cerramos con otra concursante a la Palma de Oro: 'Des hommes et des dieux' del director francés Xavier Beauvois (por aquí se habla de la gran esperanza blanca y francesa del festival). ¿El resultado? En zona de nadie. Veamos el argumento: un puñado de monjes franceses, capitaneados por los veteranos Lambert Wilson y Michael Lonsdale, habitan un monasterio en un pueblo africano sacudido por las guerrillas armadas. La vida interna del monasterio transcurre de forma naïf, plagada de paz y belleza, como si ellos fueran la metonimia perfecta de lo que debería ser la convivencia entre religiones (ejem), hasta que, claro, los soldados empiecen a atosigarlos. Narrada con candidez estática enfatizando el carácter pacífico de los eclesiásticos, la película nos ha dejado bastante indiferentes excepto por una deliciosa secuencia en la que los monjes, felices por última vez, comparten una última cena bajo la música de Claude Debussy. Sólo por ello, la película ya nos ha sonreído. Pero nada más.

    Música de fondo: Prince

    Alejandro G.Calvo

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