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    Tremendo one-man-show de Simon Pegg en 'A Fantastic Fear of Everything'

    También analizamos 'Sinister' de Scott Derrickson y lo último de Daniel Calparsoro, 'Invasor'.

    Penúltima crónica desde Sitges y uno ya anda lobotomizado ante el acoso y derribo de títulos visionados. Entre lo más destacado de la jornada de ayer probablemente habría que destacar el pase de Frankenweenie de Tim Burton donde, más que repetir nuestra opinión (podéis leer la crítica aquí), querría resaltar lo insólito de la propuesta del festival al proyectar la película en una copia doblada al castellano. En todos los años que llevo cubriendo festivales jamás había visto nada parecido. Para compensar dicha patata nos curamos en salud con el visionado de A fantastic fear of everything del británico Crispian Mills, una deliciosa comedia convertida en un vehículo simpar para que el comediante Simon Pegg se luzca en un brutal one-man-show. La historia gira alrededor de un hombre asustado, aterrado más bien, obsesionado con que hay alguien que quiere matarle, convirtiendo su vida en un pozo de fobias de distinto grado de hilaridad (la mejor de ellas: el miedo a las lavanderías que da pie a la segunda parte de la cinta en una de las mejores secuencias de humor que nos ha dado la comedia contemporánea). Lo que parecía una propuesta capaz de desinflarse bajo su premisa es llevada con fluidez y energía por Pegg hasta su final sin apenas notar bajones significativos. Quedando a su cierre como un divertimento avanzado, que cuenta tanto como ejercicio estilístico –es innegable el carácter meta teatral de la obra- como una nueva vuelta de tuerca de esos magos del humor que son los ingleses.

    Sinister

    Regresamos al terror de la mano de Sinister, última ficción de Scott Derrickson (firmante de El exorcismo de Emily Rose y aquél terrible remake de Ultimátum a la Tierra que protagonizaba Keanu Reeves), que adentra al espectador en un cuento de horror a la vieja usanza mezclando demonios, películas en Super 8 y una mirada sobre la infancia tremendamente perturbadora. Es una lástima que Derrickson siga tirando del manual del efectismo más barato para saturar los nervios del espectador: debería prohibirse el uso de la música extradiegética para dar fuerza a ideas visuales sin ningún tipo de rigor (el viejo truco de subir el sonido para crear un susto al espectador); porque al final es el bosque de las malas ideas lo que impide disfrutar de los buenos detalles de una película que, en su bagaje más nimio, sí que funciona como artefacto horrorífico. Así que es normal que el espectador deba pasar todo tipo de malos tragos hasta encontrarse con un final irredento que, esta vez sí, funciona por su condición más macabra. Todo un acierto que si bien no compensa buena parte de lo visto al menos nos hace salir del cine con una sonrisa (congelada) en los labios.

    Invasor

    Y nuestro fin de crónica se lo dedicamos a Invasor, el regreso del cineasta vasco Daniel Calparsoro al largometraje (tras su coqueteo con la pequeña pantalla) con una película que trata de emular, con sus mismas armas, el thriller bélico norteamericano. La película cuenta en forma de flash-back la investigación de un militar destinado en Irak obsesionado por descubrir el como una misión rutinaria acabó en una presunta masacre de civiles. Calparsoro sigue pues los pasos de Monzón y Bayona a la hora de emular las formas del cine de género comercial, en esta ocasión, con resultados  ambivalentes. Y es que por más que Invasor pruebe la valía de un cineasta siempre minusvalorado en nuestro país, ésta tampoco posee las armas necesarias para que nos deslumbre. Porque no es una cuestión de forma, sino de contenido, poco se puede hacer con un guion endeble, falto de personalidad y escaso de credibilidad. La peor parte, empero, se la lleva el personaje de Karra Elejalde, totalmente desdibujado en su maquiavélico retrato.

    Música de fondo: Joy Division

    Alejandro G.Calvo

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