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    Carlos Vermut: "Me gustaría hacer una película de ‘Los Mercenarios’ donde el malo fuera Michael Haneke"

    El cineasta madrileño presenta 'Magical Girl' en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián. Arrasando.

    Hay un nombre que suena actualmente en toda la prensa especializada nacional, y no es otro que el de Carlos Vermut. El director madrileño, que ha roto los esquemas de crítica y público con su filme Magical Girl, se encuentra estos días en el Festival de San Sebastián para promocionar la película, que llegará a las salas el próximo 17 de octubre.

    Dice Brian K. Vaughan que el cómic tiene todas las ventajas del cine pero ninguna de sus desventajas, ¿qué opinas tú?

    Yo empecé haciendo cómics porque de pequeño me encantaba dibujar. Siempre me había gustado el cine pero, cuando me acercaba a él, pensaba que era un Cristo poder hacer una película. Así que decidí que para contar mis historias prefería dibujar. A medida que poder hacer cine se fue volviendo más barato ya me atreví a coger la cámara y empezar a rodar mis primeros proyectos. El cine tiene cosas que el cómic no tiene que me encantan: la música, el ritmo narrativo, no tiene la necesidad de ser abstracto que un cómic si necesita… El cine de acción real te obliga a trabajar con la realidad y eso te impone unas limitaciones que, al menos a mí, me parecen de lo más sugerentes. En el cómic puedo hacer lo que quiera, lo que me angustia bastante. El cine me centra bastante, de ahí que sus limitaciones a mí me parezcan ventajas.

    Sin embargo tanto Diamond Flash (2011) como en Magical Girl (2014) sí existe un grado importante de abstracción…

    Sí, claro. La abstracción también existe en el cine. Es imposible trabajar con una realidad pura. Pero es diferente a la del cómic.

    Está claro que te gusta subvertir ciertos valores morales en tu obra. Ya pasaba en Diamond Flash, pero es que ahora en Magical Girl tus héroes son un pederasta y una sadomasoquista, mientras que el villano es un padre de una hija con leucemia.

    Siempre tiendo a trabajar con personajes a los que no juzgo a priori. Y luego me gusta jugar con paradojas morales, como bien has dicho. El cine siempre ha jugado con estereotipos, así que a mí me gusta plantearme cómo responderá un espectador cuando vea que un pederasta es el que salva a la chica de la película. Imagínate una película como Los Vengadores, en ella nadie concibe que, por accidente, en mitad de una batalla el Capitán América le reviente la cabeza a una niña. Ningún personaje debería ser infalible. De ahí que en mis historias los buenos hagan cosas malas y los malos puedan llegar a hacer buenas acciones. Así funciona mi forma de crear personajes.

    ¿Cómo ha sido el camino de Diamond Flash Magical Girl?

    Yo buscaba hacer otra película pequeña. De poco presupuesto. Rodada en una semana. En París conocí al productor de la película, Pedro Hérnandez Santos, y él fue quién me dijo "vamos a meter más dinero". Así que me puse con el guión y la película fue creciendo tanto o más que el presupuesto. Al final tuvimos que meter más dinero. Pese a ello he tenido control total para contar lo que he querido. Nadie me ha dicho "esto no lo puedes hacer".

    En Magical Girl juegas con menos personajes, estilizas mucho la forma de la película respecto a la anterior. Está todo como más concentrado. No hay fugas aparentes.

    Me interesa que la ficción principal, la base narrativa de la película, no sea pura. Que haya gente que vaya apareciendo y desapareciendo. Que no sea algo directo. No me interesan las películas que son sólo trama. Yo prefiero presentar a los personajes y que, posteriormente, se vayan integrando en el argumento. Tiene que haber un equilibrio entre los personajes y la trama. Diamond Flash eran tres películas diferentes unidos en un relato superheroico. Era la excusa para poder engarzar todas las vivencias de los personajes. En Magical Girl la trama está más presente. Ella es la que llama a los personajes para que vayan entrando y saliendo.

    También hay menos humor. Y el que hay es bastante macabro.

    Siempre me pregunto hasta qué punto la gente es original o se hace la original. Wes Anderson, por ejemplo, cuando introduce esos ritmos, esa música y esos personajes tan peculiares lo hace de forma natural o él es consciente de que necesita plantear su estética de esa forma. Mi humor, soy plenamente consciente, es muy macabro. Soy esa persona que hace chistes de los que no se ríe nadie. Así que igual que en otros aspectos de la película sí te puedo asegurar que tengo un mayor control, con el humor soy incapaz de valorarlo. Es algo que está ahí porque yo soy así. No es algo premeditado. Ni siquiera tengo claro si hace gracia o no. También ocurre lo contrario: que cuento algo terrible y la gente se descojona.  Así que es algo que se me escapa.

    La crítica está diciendo que desde Pedro Almodóvar no había aparecido un director español con un mundo propio tan sólido.

    Bueno, eso es algo que decís vosotros, no yo (risas). Agradezco la comparación porque a mí me encanta Almodóvar, como también adoro a Buñuel. Ya no sólo su cine sino a ellos mismos como personas, son gente que cuando las lees o les oyes hablar no parecen directores de cine. No me considero un cinéfilo. A mí el cine me gusta a un nivel personal, nada académico: no tengo ni idea de la historia del cine, suelo confundir directores... Pero hay algo en el cine que me parece muy inquietante y que me atrae de forma muy poderosa. Tener esa sensación de que cuando estás viendo una película te olvidas de cualquier otra cosa. Olvidarte incluso de que estás viendo una película. Un cine que es tan puro que trasciende su propia esencia. Y eso me pasa tanto con Buñuel como con Almodóvar. También con Tarantino y Lynch. Es un cine de indagación, que hace preguntas, que no está tan pendiente de crear un estilo, que es una cosa asquerosa, si lo entendemos como algo que está buscado deliberadamente.

    Quizás a tu obra sea más  fácil buscarle referencias en forma de cómic: Charles Burns, Daniel Clowes, algo de Chris Ware…

    Ahí hay dos de cómics que me encantan: “Como un guante de seda forjado en hierro” (Clowes) y “Agujero negro” (Burns). De Clowes me van tanto sus historias de obsesiones raras como del patetismo que desprenden sus personajes. Burns, es más sci-fi, pero entendiendo la ciencia-ficción como un envoltorio, es humano a un nivel terrorífico, con toda esa investigación que hace sobre la piel, las heridas… Ambos convierten lo patético en algo sublime. Y eso es algo que yo también persigo. Y me gusta en el cómic y en el cine. Para que te hagas una idea intenté hacer un crowdfunding para obtener financiación para realizar una película de Los Mercenarios donde el malo fuera Michael Haneke. Creo que enfrentar a Haneke con Schwarzenegger, los dos iconos del cine austríaco enfrentados como las dos polaridades del cine contemporáneo: el mainstream contra el autor, el músculo contra el cerebro. A Chris Ware, sin embargo, no le he leído nada. Le veo como muy cerebral y eso me echa para atrás.

    Alejandro G.Calvo


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