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    Alberto Rodríguez ('La isla mínima'): "Es imposible que copiásemos a 'True Detective'"

    Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez son los protagonistas de este thriller ambientado en los años 80, estrenado en el Festival de San Sebastián.

    Diez años después, Alberto Rodríguez regresa al Festival de San Sebastián para presentar su último trabajo La isla mínima, un thriller ambientado en los años '80, que narra la historia de Juan (Javier Gutiérrez) y Pedro (Raúl Arévalo), dos policías que deben investigar el asesinato de varias jóvenes en un pequeño pueblo. Una historia que puede recordar a la exitosa serie de televisión True Detective, aunque, según nos ha confesado Rodríguez, el filme se rodó antes de que la ficción se estrenara en HBO.

    Esto y mucho más es lo que nos ha contado el realizador Alberto Rodríguez durante la entrevista que nos ha concedido.

    ¿Qué tal te sientes al regresar a San Sebastián?

    Estoy encantado. La última vez que estuve compitiendo en la Sección Oficial fue hace diez años con 7 vírgenes (2005), y entonces todo fue maravilloso. Tanto para la película, que salió reforzada de cara a su estreno, como para mí a nivel personal. Todos los recuerdos que tengo de San Sebastián son buenos, ¡espero que este año se repita!

    ¿Cómo se gestó La isla mínima?

    Curiosamente esta película se empezó a escribir justo después de 7 vírgenes. Entonces era un proyecto muy distinto: había un solo policía, transcurría en la actualidad… vamos, que no nos acabó convenciendo. En 2012 retomamos la idea tras ver dos documentales sobre la transición que nos inspiraron mucho: Atado y bien atado (1983) y No se os puede dejar solos (1983), de los hermanos Bartolomé. Ambos tenían la virtud de retratar dicho período histórico en el justo momento; no son documentales actuales partidistas o tamizados bajo el filtro histórico. Nos sirvió para ver cómo fue la transición a pie de calle. A partir de ahí, fuimos armando el guión definitivo.

    ¿Es el thriller el género en el que te encuentras más cómodo?

    Mmmmm… no. Desde fuera igual vosotros lo veis más claro, pero yo no lo tengo tanto (risas). Yo siento que voy cambiando de registro en función de la historia. Me adapto a cada nueva película de la mejor manera posible. Entiendo que Grupo 7 (2012) y La isla mínima son piezas más de género, pero a mí me gusta entender el género como si fuera un traje en el que puedes meter todo lo que quieras dentro. Es la indumentaria de la que te sirves para contar la historia. Aunque a mí, más que thriller, me gusta creer que hago cine negro.

    ¿Qué es más importante para ti: el retrato de los personajes y de la España posfranquista o el policíaco que persigue el argumento?

    La trama está por encima. De hecho es lo que más trabajamos a nivel de guión. La idea era que la trama hiciera avanzar la acción y que el retrato de los personajes fuera como una envoltura que lo acompañara.

    Da la sensación de que con cada nueva película vas puliendo cada vez más tu propio estilo, ¿lo sientes así?

    ¡No tengo ni idea! (risas) Te agradezco tus palabras pero yo no lo tengo claro. Es cierto que cada vez vamos teniendo más control narrativo. Como si tuviéramos más claro el qué y el cómo. Pero no soy consciente de ello al cien por cien. De hecho, casi lo siento más por lo que me decís vosotros que porque lo piense yo. Ten en cuenta que cuando haces una película te pierdes y te encuentras un montón de veces. Al menos es lo que me pasa a mí.

    ¿Cómo es de importante para ti la creación de la atmósfera de la película?

    En La isla mínima era particularmente importante. Un valor narrativo más que teníamos que conseguir. El punto de partida de la película fue una exposición de fotografías de la zona realizadas por Atín Aya, así que la atmósfera ya estaba allí. Lo que hemos hecho ha sido tratar de no perderla. La idea era que fuéramos capaces de ser fieles tanto al espacio como al tiempo. Cosa bastante complicada porque las marismas, bueno, digamos que tienen vida propia. Allí el tiempo discurre diferente a cualquier otra parte.

    La película tiene un seguido de tomas aéreas, ya presentes en los títulos de crédito, qué parecen tomadas desde un globo aerostático. ¿Me hablarías un poco de ellas?

    Son dos tipos de imágenes distintas: unas son las de los títulos de crédito y otras son las que inserto como dando un respiro a la acción dentro de la película. Las primeras son un préstamo que me hizo el fotógrafo Chiqui Garrido y que nosotros animamos digitalmente. Las segundas son tomas aéreas que rodamos con unos mini-helicópteros y cuya intención es la de crear pausas narrativas en el relato. ¡Y ambos procesos fueron muy laboriosos! (risas)

    En la película también existen distintas fugas oníricas que rompen con el realismo sucio que envuelve la historia de los asesinatos, ¿cómo son de importantes para ti?

    Mucho. Para mí son como premoniciones que apuntan el destino de los personajes principales. Al mismo tiempo, también son figuras fantasmagóricas. Pero no quiero contar más que no me gusta “espoilear”.

    ¿Cómo llevas las comparaciones con True Detective?

    Bien. Les llevo ventaja: la película la rodamos en octubre y la serie se estrenó en febrero del año siguiente. ¡Así que es imposible que le copiáramos nada! (risas) Recuerdo que cuando estaba montando Raúl Arévalo me mandó un mensaje que decía: "¡Nos han copiado!". Intenté ver la serie pero tuve que dejarlo. Me deprimí. Me daba mal rollo (risas).

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