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    Jason Hall: "Gracias a 'El Francotirador' hay conciencia del gran sacrificio que hacen los soldados"

    Entrevistamos al guionista de la última película de Clint Eastwood, que llega a las salas de cine el próximo 20 de febrero.

    Enhorabuena por tu nominación al Oscar, ¿te la esperabas?

    En general trato de no esperar nunca nada. Lo vivo como un honor. Me alegro por la película y por la familia de Chris Kyle, ellos se merecen el reconocimiento mucho más que yo. Para mí ha sido más importante recibir un montón de cartas de familiares de soldados, tanto de la guerra en Oriente Medio como de algunos veteranos de Vietnam, agradeciéndonos nuestro trabajo. Contándonos que se reconocían a sí mismos viendo la película. Eso es algo maravilloso. Y han sido miles de cartas.

    ¿Y qué opina de aquellas voces críticas, a un nivel político, que han surgido en contra de la película?

    Creo que el propósito del arte cinematográfico es del generar tanto emoción como debate. Gracias a El francotirador se está hablando en la calle de temas realmente importantes. Se está adquiriendo conciencia del enorme sacrifico humano que realizan los soldados que son enviados al horror de la guerra. Porque ellos no son los responsables de la guerra, lo son los gobiernos. Que, por otro lado, son los que les entrenan para que sean máquinas de matar. Una deshumanización total del ser de la que, en el fondo, todos somos responsables. Chris Kyle nos pertenece, es nuestro guerrero y las acciones que realizó son debidas a que, en la democracia en la que vivimos, hubo unos políticos que decidieron empezar una guerra. Así que pase lo que pase allí la responsabilidad recae sobre nuestros hombros. Aunque ninguno de nosotros lo hayamos escogido.

    ¿Qué fue más importante para ti a la hora de dar forma a El francotirador: la parte bélica o la familiar?

    Son inseparables. El sacrificio que realizan estos soldados y sus familias está fuertemente conectado, así que debe vivirse como un conjunto. Es probable que, en esta guerra en concreto, la parte familiar se vea más fuertemente agredida. En Vietnam no existían los móviles. En Irak y Afganistán muchos soldados iban con sus propios teléfonos, aunque no siempre, claro. Antes los soldados se escribían cartas, ahora la comunicación es directa, así que las familias están expuestas al terror de una forma mucho más vívida. Todo ello es una fuente más de estrés, viven la guerra en su propios hogares y acaban profundamente marcados.

    Tengo entendido que pudiste trabajar tanto con el propio Chris Kyle como con su viuda.

    Fue en 2010. Ya tenía bosquejado el grueso del guión y me aventuré a investigar un poco por mi cuenta. No te voy a engañar: fue doloroso. El hombre que conocí era un hombre profundamente herido. El trauma básico de Chris Kyle es que había regresado de la guerra sólo, digamos, en la parte física, su cabeza, en muchos otros aspectos, seguía allí. Estaba claro que la guerra le había supuesto un gran coste personal y, bueno, esa era la parte que a mí me interesaba más explorar.

    Y fue duro enfrentarme cara a cara a aquel hombre anímicamente tocado. Chris era un guerrero al que se le entrenó para matar y lo hizo mejor que nadie. El problema es que la gente sólo veía al soldado, no a la persona que se fracturó cumpliendo con su deber. Su rabia, su tristeza, su equilibrio interno, eso siempre queda en los márgenes de la historia. Me ayudó mucho hablar con otros soldados que Chris cita en su libro, gracias a ellos tuve una visión más completa del conjunto. Pero cuando realmente pude adentrarme en quién fue Chris Kyle fue cuando murió asesinado.  Fue un momento difícil, de dudas profundas sobre si cerrar el proyecto o seguir con ello. Y, finalmente, fue la mujer de Chris quién, no sólo me animó a seguir, sino que me ayudó muchísimo aportándome datos de cómo era él antes de ir a la guerra. De la enorme diferencia que existía entre el hombre con el que se casó y el que volvió del frente. Y de como ella y sus hijos se vieron sumidos en un caos y un horror que nunca quisieron.

    Lo mejor de El francotirador es que gracias a la historia de Chris Kyle ahora todos los soldados tienen un lugar donde mirarse, reconocerse y tratar de encontrar cierta calma. Cuando hablas con muchos de ellos te comparan lo duro de estar en la guerra con las dificultades que tienen para adaptarse al mundo normal. Muchos de ellos ni siquiera hablan de ello. Se atormentan por dentro. Por lo general se convierten en parias, defenestrados de la sociedad: sin trabajo, sin hogar, sin futuro. Así que no sólo han arriesgado la vida en el campo de batalla en una guerra que ninguno de ellos quería sino que, además, al regresar a su país deben empezar desde cero de nuevo. Deben encontrar un propósito a sus vidas. A eso dedicó sus últimos días Chris, a ayudar a veteranos a reincorporarse a la sociedad.

    ¿Cómo fue tu relación con Clint Eastwood?

    Bueno, él es alguien increíble. Es una de las personas más agradables y generosas que he conocido. Para mí ha sido un honor poder trabajar con él. ¡Es Clint Eastwood! ¡Qué puedo decir! ¡Es el mejor! (se ríe)

    Una última pregunta. La película está construida a modo de duelo entre los francotiradores: Chris Kyle y su antagonista iraquí. Eso la de cierto aire de western a la acción. ¿Lo pensaste así desde el principio?

    Sí, esa fue siempre la intención.  El duelo entre francotiradores es algo que en el libro sólo aparece brevemente pero a nosotros gustaba la idea de construir una historia en la que Chris se enfrentara a algo así como su doppelgänger. Pese a todo su existencia es claramente alegórica, Chris se enfrentó a distintos francotiradores aunque para él todos fueran el reflejo de una misma lente. En este caso alterar la realidad nos pareció idóneo porque así podíamos empujar al público a reconocer que, en realidad, no hay tanta diferencia entre uno y otro.

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