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    Festival de Sitges 2015: Vibrar con la sangre y el polvo de la lorquiana ‘La Novia’

    Sobrevivimos a la primera jornada del festival. Aquí va el análisis de lo más significativo: La novia de Paula Ortiz, Ryuzo and His Seven Henchmen de Takeshi Kitano y Entertainment de Rick Alverson.

    ¿Qué hace una adaptación de Bodas de sangre de Federico García Lorca inaugurando la sección Noves Visions del Festival de Sitges? Paula Ortiz acomete todo un reto con su segundo largometraje, La novia: trasladar la tragedia del granadino a la gran pantalla sin encorsetarla en una narración tradicional que diluya su fuerza abstracta. Se palpa en La novia la vocación de hacer vibrar, por encima de todo, la fuerza poética del universo lorquiano. La cineasta depura del imaginario más típicamente andaluz la historia y la inscribe en un paisaje de tintes míticos que cruza desde el desierto aragonés a los perfiles gaudinianos de la Capadocia. El triángulo fatal entre los protagonistas está puntuado por una serie de imágenes que dominan la película: la tierra tan presente que pesa sobre el destino de los personajes (“que yo no tengo la culpa, que la culpa es de la tierra...”), el corte sangriento de navajas y cristales, el jinete que permite escapar de una vida de encierro... Y sus pasiones encontradas se rocían con una serie de canciones también típicamente lorquianas, desde La Tarara a ese Vals vienés que musicó Leonard Cohen. Ortiz consigue que algunos momentos incendien la pantalla y en otros se note ese ambiente de pasiones reprimidas tan febrilmente lorquiano. En otros, la película queda lastrada por cierta sobrecarga audiovisual. Y respondiendo a la pregunta que encabeza el texto, La novia subraya todos los elementos mágicos y de género propios del original, desde la fatalidad encarnada en una suerte de bruja lunar hasta esa idea de revenge movie atávica de polvo y sangre que la hermana en cierta manera con el spaguetti western.

    Eulàlia Iglesias

    En Sitges se han vivido grandes jornadas descubriendo lo último que había hecho Takeshi Kitano: SonatineDollsZatoichi… incluso el díptico Outrage, en lo que supuso su regreso al cine yakuza. Así que, de entrada, sorprendía que en el pase de su última película, Ryuzo and His Seven Henchmen, no hubiera más que un quinto de asistencia en la sala (también ha sido uno de las primeras sesiones, imagino que en las siguientes el público abarrotará los teatros). Incluida en la sección Noves Visions One –no me pregunten qué diferencia hay con el resto de Noves Visions-, la película podría ser la particular versión de Kitano de Space Cowboys, aunque en la película se cite explícitamente tantoLos siete samuráis como Graveyard of Honour, donde el cineasta cede el rol principal al actor Fuji Tatsuya, mítico intérprete de El imperio de los sentidos.

    Tatsuya en el film da vida a Ryuzo, un ex yakuza en la senectud que decide volver a formar su propia banda con sus antiguos colegas de fechorías. Así, estos jubilados de temple salvaje y salud precaria, tratarán de recuperar el control de su barrio, ahora en manos de unos jóvenes moteros que visten de Armani y operan desde unas oficinas de alto standing. Podría haber sido interesante si lo que Kitano hubiese querido es hacer un Grupo salvaje con katanas, pero lo cierto que si a alguna película se parece Ryuzo and His Seven Henchmen es a Otra ciudad, otra ley, aquella olvidable comedia para menor gloria de Burt Lancaster y Kirk Douglas. Más cómica que agresiva (aunque la mayoría de los chistes se estrellen en los márgenes de la pantalla), la película no termina nunca de funcionar. Dejándonos a la postre con la sonrisa en forma de rictus y la sensación de haber perdido algo valioso en el camino.

    En otra subsección de Noves Visions, la llamada Plus –me remito a lo dicho antes-, vimos la interesantísima (y malrolleraEntertainment, un hit del cine indie venido de Sundance –por fin algo decente llega de este certamen tan raro-, dirigido por un cineasta en alza: Rick Alverson. En ella se sigue los pasos a través del desierto de Mojave a un cómico errante (alucinante Gregg Turkington, mitad Pingüino de Batman Vuelve, mitad amigo tarado de Harvey Pekar), cuyo show básicamente se basa en increpar al público y en hacer one-line-jokes de lo más bizarro. Un ejemplo: “¿Qué diferencia hay entre la bandera americana y Courtney Love? Que en la bandera americana está prohibido mearse”. Enfermiza road movie plagada de momentos congelados donde la principal arma estética es resaltar el patetismo sin límites del protagonista (y, por extensión, del mundo real), Entertainment tiene una estructura en espiral donde realmente no queda claro dónde está el principio y dónde el final de tanta enajenación. Puestos a dudar, también ignoramos hasta qué punto lo que vemos es real o únicamente pasa en la cabeza del protagonista. Una inquietud constante que deriva en nausea sartriana y vuelta a empezar, mientras el protagonista no deja de golpear y golpearse. Toda una sorpresa. Por cierto, ¿sabéis que es lo mejor de que te violen Crosby, Still & Nash?

     Alejandro G.Calvo

    Crónica inauguración: Festival de Sitges 2015: Vibrar con la sangre y el polvo de la lorquiana 'La Novia'

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