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    Pablo Trapero ('El Clan'): "Le pedí a Guillermo Francella que hiciera un villano de película"

    El director de 'Carancho' estrena este viernes 13 de noviembre su película sobre la familia Puccio, con la que obtuvo el León de Plata al Mejor Director en Venecia.

    Después de pasar por Venecia, Toronto y San Sebastián, e incluso de ganar en la Mostra el León de Plata al Mejor Director, Pablo Trapero (Buenos Aires, Argentina, 1971) estrena este viernes 13 de noviembre en España su última película, El Clan, que batió el récord de Relatos salvajes en Argentina y que llegó a superar los 2,5 millones de espectadores. El filme hispano-argentino, co-producido por El Deseo, se basa en la escabrosa historia real de la familia Puccio y representará a Argentina en los Oscar.

    El director de Carancho y Elefante blanco, entre otras, construye una cinta adictiva que vibra, palpita y que funciona como un auténtico proyectil. El Clan Puccio era una familia tradicional de Buenos Aires, en Argentina, que, a comienzos de los años 80, secuestró, extorsionó y asesinó. Siempre por dinero. El patriarca era Arquímedes Puccio (Guillermo Francella), que sometió a sus hijos a su codicia y sus deseos y que incluso recluyó a las víctimas en su casa con la supuesta complicidad de su parentela. Esto fue lo que nos contó Trapero durante la presentación en el pasado Festival de San Sebastián.

    ¿Cómo surgió la idea de adaptar la historia del Clan Puccio?

    Era algo que me venía dando vueltas a la cabeza. Y para mi sorpresa, me di cuenta de que era un caso menos... Muy popular en cierta generación, pero sobre el que había bastante poca información más allá del tema policial de cómo les atraparon, cómo se llamaban, quiénes eran... De todo lo que tiene que ver más con la causa o las noticias vinculadas con el caso, con el crimen. Pero a mí me interesaba hacer una película sobre la familia, sobre el interior de la familia. Y la verdad es que, hasta hace muy poco, no había información. Hace poco salió un libro [El Clan Puccio, de Rodolfo Palacios], del que yo había leído algunas entrevistas y que incluso, en algún momento de la investigación, nos pasó algunos contactos. Pero ese libro no existía, por ejemplo. Salió poquito antes del estreno de nuestra película. Tocó una investigación al antigua: ir a tocar timbres, golpear puertas, hablar con la gente... Porque, efectivamente, la película no intenta reconstruir el lado policial, sino la intimidad de la familia. Hablamos con familiares de las víctimas, con amigos de Alejandro, con compañeros del club [Club Atlético de San Isidro], con entrenadores, gente que había conocido la casa por dentro, vecinos del barrio...

    ¿Fue complicado conseguir que hablaran?

    Toda esta gente que te digo, no. Todos se animaron a hablar. Algunos no quisieron. Por ejemplo, algunos amigos de Alejandro no se animaron a hablar... La propia gente del club no quisieron que filmáramos en el club... La ex novia de Alejandro tampoco quiso hablar... A pesar de que muchas personas hicieron el esfuerzo porque sintieron que era una buena oportunidad para contar un poco su versión. Pero no. Intentamos hablar con la madre; o sea, con Epifanía, con Adriana... Tampoco. Incluso con Maguila (Daniel), aunque fuera pos Skype o por algún otro método a distancia... Tampoco quiso. Y el único que en algún momento quiso hablar fue Arquímedes porque cuando se anunció el proyecto, en 2012, salió diciendo en los medios que quería que yo fuera a entrevistarlo para contar su verdadera historia. Básicamente era que negaba todo, porque fue lo que dijo hasta el día de su muerte [el 4 de mayo de 2013]. Pero no lo logramos. La intimidad de la casa se reconstruyó un poco en base a los testimonios de todos quienes los conocían y lo que había en la causa judicial: cartas, fotografías de la casa y de la vida familiar, cartas entre Alejandro y su padre...

    ¿Notaste que el caso sigue provocando un estigma?

    Sí. La película se convirtió en un fenómeno en la Argentina en muchos aspectos; tanto, que la gente va a sacarse fotos frente a la casa y hace 'selfies' con la casa original. Y no hay ningún comentario del club ni nadie de la parte de institución que haya salido nunca a decir nada. Hasta hoy, que yo pienso que podría ser algo saludable. Revisar este tema, explicar a las nuevas generaciones que se trató de algo desafortunado porque, a fin de cuentas, el club no tenía nada que ver. Pero es bastante llamativo.

    Has puesto mucho cuidado en no demonizar al personaje...

    En principio, la película es más un retrato del vínculo padre-hijo que el de un criminal, digamos en su esplendor. De hecho, en general, toda la parte policial es la que menos se describe. Puedes seguir los casos, y a lo largo de la película vas entendiendo el método y todo... La película intenta describir más la finámica familiar, y sobre todo el vínculo de ellos dos [Arquímedes y Alejandro], que todo lo del otro lado. Él era un demonio o un tipo de temer cuando lo ves hablando con la frialdad que habla por el teléfono, cuando lo ves tomando notas mientras ve cómo un familiar angustiado toma una nota de una lata, cuando les dicta a las víctimas una carta... Pero también lo ves siendo padre y, justamente, parte de lo que pudimos saber es que era un poco parecido a lo que se ve.

    ¿Cómo era su lado más personal?

    Más bien frío con sus hijos, con Alejandro la relación un poco distante, pero muy cercano a las chicas... Muy preocupado de las tareas de la casa... En el barrio, digamos, era considerado un buen padre. Nadie lo consideraba un tipo monstruo. El apodo de "El loco de la escoba" era hasta cariñoso en un punto; no era ni siquiera de un loco endemoniado. Era un tipo que barría tanto que llamaba la atención, casi como el viejito bueno que barre más que como un tipo enfermizo. Es invitar a quien ve la película a sentirse parte de esa familia, que se la consideraba fuera como una familia muy normal. Él era contador. La madre era profesora de una escuela muy conocida y tradicional de la época. Alejandro era 'rugby', y además muy querido y reconocido. La otra hija daba clases. Los otros también formaban parte del club. Todos estaban integrados y eran apreciados; tanto que, durante muchos años, amigos de Alejandro y vecinos del barrio salían en los medios y en distintos lugares haciendo manifestaciones de apoyo y diciendo que era un error, que ellos eran víctimas, casi un poco tomando casi el discurso de Arquímedes. Por lo menos un error o, en el peor de los casos, un complot en el que ellos eran víctimas también.

    ¿Ha cambiado tu opinión sobre la familia y sobre Arquímedes Puccio?

    Cuando empecé a acercarme al caso, lo primero que pensé es que, en realidad, era una familia más extrema, 'freak' o 'psycho killer'.  Y si quieres ir al extremo, o mucho más al extremo, uno podía imaginar que es una familia tipo True Detective. Pero no. Esta era una familia, entre comillas, bastante normal. La sorpresa fue ver que Arquímedes era un tipo más normal de lo que los crímenes hablaban de él. Ese era el reto porque, obviamente, un tipo así victimiza a su familia, sobre todo a sus hijos, y después a las víctimas de fuera de la casa. El camino de Arquímedes como personaje es más sinuoso. Parece genuino cuando habla de la preocupación que tiene por su familia, de su bienestar y de la angustia por la ausencia de su hijo. Pero a medida que avanza la película, vas descubriendo su faceta más extrema. Lo que descubrí fue esta faceta más cotidiana y, sobre todo, todo su vínculo con el crimen, que empieza mucho antes que los casos conocidos, y su vínculo con el poder. Era algo que no sabía y no estaba muy documentado tampoco. Él fue parte de la "Triple A" [Alianza Anticomunista Argentina] en los años 70, después fue parte de los grupos de tareas en la etapa de la dictadura [Proceso de Reorganización Nacional], después fue parte de la Inteligencia en el gobierno de los primeros años de la democracia... Fue un tipo que fue mutando... Antes de eso fue parte del servicio diplomático y tuvo una causa por contrabando de armas a través de la baliza diplomática, por la que fue misteriosamente sobreseído... Estuvo vinculado con ciertas partes del poder que le dieron impunidad y que lo convirtieron en esta especie de tipo que, por momentos, parece desprolijo pero que, en realidad, se maneja con completa tranquilidad porque sabe, o supo durante mucho tiempo, que alguien le iba a proteger.

    ¿Qué clase de indicaciones le diste a Guillermo Francella y por qué pensaste en él?

    Pensé en él porque intuía que podía estar bien. Para mí es un gran actor y, como todo gran actor o como todo gran comediante, tiene una parte dramática que está ahí y que hay que explorar. Era un poco esa intuición. Y después porque hay algo en su mirada que sabía que era bueno para Arquímedes. A pesar de que para él fue un cambio en la manera de expresarse, en la manera de caminar... Montón de cosas obvias. El cambio de 'look'... Pero en la mirada también. En todas las tomas haciamos un ejercicio que era que él no pestañeara. Y por momentos era difícil porque las tomas eran larguísimas y era incómodo. Pero la propuesta fue hacer un villano. Hacer un tipo que tiene que dar miedo y despertar a la vez fascinación, angustia y curiosidad. Como un villano de película. Siempre en control.

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