James Wan y el escritor Leigh Whannell -también protagonista del filme- concibieron la película de tal modo que su producción fuese lo más barata posible, ya que ninguno de los dos tenía esperanzas en que fuese un éxito. Por este motivo, la trama se centra en un único espacio y aparecen pocos personajes.
La película terminó costando un millón de dólares, que sigue siendo un presupuesto mucho más bajo que el resto de producciones estadounidenses, y tuvo un éxito indudable, como demuestra el hecho de que vaya a haber una nueva entrega de la saga.