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    Serge Toubiana ('Hitchcock/Truffaut'): "El cine hoy ha ganado en libertad, pero ha perdido al público"

    El ex director de la Cinemateca Francesa y experto en François Truffaut presenta el documental de Kent Jones.

    Serge Toubiana (Sousse, Túnez, 1949) es uno de los mayores expertos en la vida y obra de François Truffaut. Además de haber entrevistado a uno de los directores más carismáticos de la Nouvelle Vague en numerosas ocasiones, también escribió junto a Antoine de Baeque la biografía François Truffaut (1996), y ahora, de nuevo como tándem esta vez como guionista junto a Kent Jones, estrena el documental Hitchcock/Truffaut, que da cuenta del famoso encuentro entre el francés y el maestro Alfred Hitchcock en 1962, materializado en una larga entrevista que acabó viendo la luz como libro que hoy es asignatura obligada para todo cinéfilo: El cine según Hitchcock. David Fincher, Olivier Assayas, Martin Scorsese, Paul Schrader, Arnaud Desplechin, Peter Bogdanovich o Wes Anderson son algunos de los cineastas que desfilan en el documental Hitchcock/Truffaut para confesar lo mucho que les influyó esa entrevista a la hora de formarse como realizadores. Y Toubiana, también responsable de la exposición Truffaut por Truffaut, que ocupó la Cinemateca Francesa entre otoño de 2014 y primavera de 2015, nos explica por su parte y en exclusiva detalles del documental, recuerdos de sus encuentros con Truffaut y su opinión sobre la famosa política de los autores que propuso Truffaut desde las páginas de Cahiers du Cinéma como nuevo orden del cine moderno.

    Tengo la sensación de que el rodaje de Hitchcock/Truffaut y la preparación de la exposición que le dedicó al director francés en la Cinemateca Francesa, que usted dirigía hasta hace unos meses, coincidieron en fechas. ¿Cómo pudo solapar dos proyectos de tanta envergadura? ¿En qué medida el primero se alimentaba del segundo y a la inversa?

    Acabo de darme cuenta de que entregué el proyecto de guión de Hitchcock/Truffaut hace justo dos años, en abril de 2014. Y para entonces también estaba ultimando la exposición de la Cinemateca, que arrancó en octubre de 2014 en conmemoración de los 30 años de su muerte. Sí estuve con ambos proyectos a la vez; estaba, de hecho, metido en los archivos de Truffaut, que conozco muy bien porque he escrito una biografía, he hecho un documental, los libretos de las ediciones en DVD de sus películas… La exposición era muy complicada porque Truffaut es básicamente un hombre de letras -escribe cartas, guiones, libros- y era un reto hacer una exposición apoyada en textos y no tanto en objetos o referencias pictóricas (fotografías, cuadros..). Y al mismo tiempo estaba con el guión, aunque lo escribí con muchísima facilidad porque sabía lo que había que contar. Grosso modo: ¿por qué Truffaut en 1962 quiere hacer ese libro de entrevistas? ¿Cuál es su estrategia? ¿Qué quiere probar? ¿A quién? Creo que Truffaut quería terminar su período como crítico ganando un combate contra la crítica americana que no comprendía a Hitchcock, que lo infravaloraba. Consideraban que era un buen técnico de películas comerciales. ¡El maestro del suspense! Pero Truffaut quiere decirles que en realidad no han entendido nada, que se engañan, que no ven la profundidad metafísica, artística, poética de Hitchcock.

    Afirma que Truffaut era sobre todo un hombre de letras. ¿Cómo encajaba entonces el francés con Hitchcock, un cineasta absolutamente entregado a la imagen?

    Es complicado. Es una buena pregunta. Truffaut es un gran crítico: siempre me sorprenden sus textos crítico, la sencillez de su lenguaje. Es autodidacta, pero cuando ve las películas de Hitchcock tiene una capacidad increíble, evidente y sorprendente, de comprender la materia de la imagen. Y cuando se encuentra con Hitchcock en persona entiende que Hitchcock no ha dicho todo lo que piensa sobre el cine, no puede decirlo todo en tanto que pieza del sistema de estudios americano. El sistema americano está basado en el público y el único criterio es el éxito. Si una película funciona está bien, si no funciona es porque es mala. Incluso Hitchcock fue un poco víctima de esa lógica, porque películas suyas que no funcionaron le gustaban menos. Y llega Truffaut y trata de instalar otra lógica: la escritura, la concepción, las intenciones. A menudo le pregunta, ¿cuáles eran sus intenciones? ¿Consiguió lo que se proponía? ¿Está satisfecho con lo que hizo? ¿Se decepcionó? ¿Algo le sorprendió? Truffaut es muy pragmático, creo. Y Hitchcock entra en el juego. Y vemos cómo contesta punto por punto sobre la puesta en escena, en términos de dirección. Explica lo que quiso hacer. Y eso es lo más interesante: es una lección de puesta en escena. Es como si fueran dos cocineros que intercambian sus recetas. Siempre está la relación de admiración, la de un joven alumno que entrevista al maestro: a Hitchcock le encanta, se siente halagado de que le entreviste un joven que conoce bien su obra. Pero en un momento dado esa relación se transforma en una complicidad más fina. Truffaut realmente le va a ayudar a decir cosas que no dice porque en Hollywood siente que no puede hablar.

    Dice que la lógica del público y el éxito de Hollywood constreñían a Hitchcock, pero al mismo tiempo Hitchcock confiesa en la entrevista que el respeto que siente por el público para él es prioritario.

    Ahí está la clave más interesante porque Hitchcock, como dices, afirma eso pero es mucho más ambicioso: quiere manipular al público, conducir al máximo de espectadores posible al lugar donde él quiere. Acepta la lógica de Hollywood, pero la modifica. Coge al espectador y lo asusta, le hace sentir las emociones que él quiere que sienta. El miedo. El terror. Bogdanovich lo cuenta en el documental: en el pase de Psicosis la gente gritaba como loca en el cine. No podían imaginarse por un segundo que la actriz principal iba a morir a los 40 minutos. Hitchcock tenía una ambición increíble, pero no era un tipo megalómano. Él inventa a su espectador. Pensemos en la idea de la verosimilitud. Hitchcock logra llevar lo inverosímil hasta el límite de lo posible, hasta donde el espectador puede llegar, y ahí lo embarca en una fantasía de fantasmas, terror, poesía y seducción. El mejor ejemplo es Vértigo. De entre los muertos, una película absolutamente inverosímil.  

    ¿Cuántas veces volvieron a reunirse Truffaut y Hitchcock y cuántas veces editó Truffaut el libro de entrevistas tras ser publicado por primera vez en 1966?

    Cuando Truffaut entrevista a Hitchcock en 1962, llegan hasta Los pájaros (1963). Luego se añadió un capítulo con Marnie (1964), Cortina rasgada (1966), Topaz (1969), Frenesí (1972) y La trama (1976). Y más adelante Truffaut hace un prefacio para la edición de 1983, muy emotivo y emocionante. La última vez que vimos públicamente a Truffaut fue durante la grabación de un episodio de Apostrophes, un programa muy conocido de literatura de la televisión francesa. Era abril de 1983 y Truffaut presentaba el libro. Tenía el cabello muy corto, veías que le había pasado algo, que había pasado por el hospital. Había cambiado. Yo le conocía bien y no era la misma persona. Tenía 52 años. Luego no lo volví a ver. 

    ¿Cómo se dividieron el trabajo entre Kent Jones y usted? ¿Cuál fue el criterio de selección de los cineastas y críticos que aparecen en Hitchcock/Truffaut?

    Mi tarea fue escribir el proyecto, ofrecer las explicaciones -por qué Truffaut quería ver a Hitchcock, por qué Hitchcock acepta, cuál es el motivo por el que Truffaut quiere entrevistar a Hitchcock, los elementos más importantes de la entrevista-. Luego lo tradujimos al inglés y Kent Jones recogió ese material y entró de lleno en las entrevistas. Él construyó la película y escogió a los directores. Aunque, bueno, lo hablamos antes. Había cineastas cuya presencia era evidente como Martin Scorsese. Bogdanovich es una referencia en la cinefilia, Schrader, formidable. Assayas y Deplechin, son amigos míos y son también muy cinéfilos, pero el resto los escogió él.

    ¿Y Kiyoshi Kurosawa?

    Eso a mi me parece extraño. ¿Te gusta lo qué dice? A mi me gusta mucho como director, pero no estoy de acuerdo con lo que dice sobre Hitchcock: “El Hitchcock americano se convirtió en un gran cineasta”. A mi me parece que durante sus años en Reino Unido ya era un gran cineasta. Lo dice, y yo no estoy de acuerdo. El Hitchcock de las películas en blanco y negro ya era magnífico…. Creo que, por otra parte, ha sido muy buena idea incluir a David Fincher. Me parece que actualmente en Hollywood es el director que ha hecho una obra más secreta, un poco como Hitchcock. Es joven y es un gran cineasta. Y Wes Anderson… es genial.

    Cincuenta años después de la aparición del libro Hitchcock/Truffaut, que ayudó a legitimar el concepto de autoría promovido por Truffaut y los críticos de Cahiers du Cinéma, ¿cree que aún es vigente la política del autor?

    Es complicado. Sigo creyendo en la política de los autores de Cahiers du Cinéma y tengo la sensación de que es un combate ganado. Quizá tan ganado que cualquiera puede ser considerado un autor. Y a veces, pues no es así. Al mismo tiempo, lo que ha cambiado mucho con respecto al sistema de estudios es que en la época de Hitchcock, Hitchcock trabajaba regularmente. Eso es lo que le gustaba del sistema americano: una forma de anonimato. Hoy en día el cine independiente ha ganado. Scorsese es un autor, es evidente, porque lo hace todo -escribe los guiones, los adapta, hace la dirección, hace el montaje…-, pero en la época en que Truffaut habla del concepto de autor era todo mucho más impuro, digamos. En mi opinión, lo que se ha perdido entre medias es la relación con el público. En aquellos años había una industria que garantizaba la relación un poco seguida con el público, con la gente. Hoy el gran público está en la televisión, ve series. Ha explotado en gran pedazos. El cine de hoy ha ganado en libertad, pero en cierto modo ha perdido al público.

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