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    Cannes 2016: Recital de Kristen Stewart en la polémica ‘Personal Shopper’

    La prensa (sin mucho criterio) abuchea la fantástica película de Olivier Assayas, ‘Personal Shopper’. Además comentamos el pulp de atracos ‘Hell Or High Water’ (con Chris Pine) y nos damos un placer repitiendo ‘Julieta’.

    A tenor de lo vivido ayer por la noche en el Teatro Debussy uno podría asegurar que Olivier Assayas ha perdido el favor de la crítica. ¿Cuál ha sido su pecado? Lanzarse sin red y de cabeza al cine de género con Personal Shopper, dejarse de diatribas intelectuales (aún me dura la jaqueca que me dejó Después de mayo (2012)) y construir una película que bebe del cine de Brian DePalma (filtrando a Alfred Hitchcock) de los años 70 y 80 -pensemos en los films especulares: Vértigo (1958) / Fascinación (1976)- adaptándolo a su particularísimo léxico fílmico a la hora de ensamblar imágenes y secuencias. La prensa en Cannes no suele encajar bien el cine de género (no descubrimos nada diciendo esto), sólo los últimos años le han caído pataleos a David Cronenberg (Maps To The Stars, 2013), Lars Von Trier (Anticristo, 2009) y Park Chan-wook (Thirst, 2009), y si viene dado de uno de sus directores fetiche, aún menos. Una auténtica lástima porque, y es una opinión cien por cien subjetiva (como todas, vaya), Personal Shopper es su película más excitante desde Demonlover (2002).

    Les Films du Losange

    Una fantástica Kristen Stewart (la película es un one-show-woman) se pone en la piel de Maureen, una joven americana que trabaja en París como asistente de una modelo de alta costura, básicamente, comprándole la ropa (y accesorios) de las marcas más caras existentes, y que acaba de perder a su hermano gemelo, víctima de una enfermedad cardíaca de la que también ella adolece. Puestos ya en contexto Assayas descubre sus cartas al cuarto de hora de arrancar la cinta: Maureen, como su hermano, es capaz de comunicarse con los muertos. Rotura de cadera: esta no es una película sobre el estresante nivel de vida la gente pija, sino un film de fantasmas (no muy amigables). El estupor ante dicho hecho, el pensar que estamos delante de una película de terror, sólo se supera en cuanto el thriller se empieza a disparar. Maureen empieza a recibir SMS de alguien desconocido incitándola a cambiar su modo de vida. Buscando su transfiguración. Asustándola y excitándola al mismo tiempo. Es absolutamente alucinante: Assayas se marca 20 minutos de tensión en el filo con, básicamente, dos planos: el de la pantalla del móvil y el del cuerpo de Kristen leyendo los textos. Uau. Es el fin del cine cerebral y el arranque del disfrute genérico. El thriller psicológico apunta directamente a Repulsión (1965) de Roman Polanski, cuestionándose si las imágenes mostradas son reales o son una alucinación de la protagonista. Se dispara el fetichismo, la obsesión voyeur, el terror ante una trampa perfectamente orquestada. Assayas mismo pierde el control dejándose enamorar por su actriz. Es él quien como demiurgo absoluto acaba guiando a su protagonista hacia el más allá. Y Stewart responde a la perfección. Entregándose como una estrella de Hollywood raramente hace (¿cuántas actrices del establishment se han masturbado en frente de la cámara?). Personal Shopper es algo salvaje. Y, por eso, tiene mi total admiración. Una lástima que el resto de críticos desplazados en Cannes no lo vean así.

    Hoy también fue el día de Pedro Almodóvar. Julieta se presentó a las 8.30 de la mañana a la prensa y ahí estaba servidor para revivir la experiencia del visionado de esta maravillosa película. Almodóvar quien, como Jarmusch, tiene las hechuras de un gran autor contemporáneo, compartió con el público internacional su tan frágil como apasionada obra. Silencio absoluto en un Teatro Lumière lleno hasta la bandera. Se notaba que el momento era importante. Al final, hubo aplausos (en dos tiempos). También los míos, repetidos, por supuesto.

    Wild Bunch

    Cerramos ya con la película más interesante vista hasta la fecha en Un certain regard (bastante malo, todo sea dicho). Hablamos de la americana Hell Or High Water de David Mackenzie. Una película de atracos a bancos de baja estofa a manos de un par de hermanos (interpretados por Chris Pine y Ben Foster) de vocación suicida (y ataviados como cowboys) y la persecución que emprende contra los mismos un sheriff con el inmejorable estilo de Jeff Bridges. El interesante film se mueve entre la serie B de palo -mucho mejor cuando es divertida, hasta marrana, y se deja llevar por la violencia- y el drama fraternal de alta sobriedad a lo Clint Eastwood. Algo no acaba de cuajar en dicha fórmula. Como si Bob Rafelson quisiera jugar a ser el Terrence Malick de Días del cielo (1978). Le falta sequedad y concreción y le sobran meandros discursivos. Con todo se disfruta. Cómo no iba a ser así si es casi un western. Habrá que volver a verla en Sitges, que aquí ya estamos perdiendo la cabeza.

    Día 1: Woody Allen (y Kristen Stewart) inauguran el festival con Café Society

    Día 2: Jodie Foster presenta Money Monster, nuevo retrato de la corrupción y la crisis económica

    Día 3: Frío y calor, entre la seriedad de Ken Loach y la locura de Bruno Dumont

    Día 4: Spielberg desborda fantasía en la maravillosa Mi amigo el gigante

    Día 5: Ryan Gosling y Russell Crowe lo parten con ‘Dos buenos tipos’

    Día 6: Triunfo absoluto de la poesía de Jim Jarmusch (y Adam Driver) en ‘Paterson’

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