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    San Sebastián 2017: Jornada de cine francés y 'Handia', regreso de los directores de 'Loreak'

    Sufrimos con 'La douleur', basada en la obra de Marguerite Duras; vivimos una fábula con la adaptación del Premio Goncourt 'Nos vemos allá arriba', y reímos con el documental judicial 'Ni juge, ni soumise'. ¡Y vuelve el anime!

    En este segundo día del Festival de San Sebastián, no hemos parado de ver cine francés desde las 9.30 de la mañana con dos dramas de distintas características y un documental completamente fuera de lo habitual: La douleur (Memory of pain) de Emmanuel Finkiel, Au revoir là-haut (See you up there) de Albert Dupontel y Ni juge, ni soumise (So help me God) de Yves Hinant y Jean Libon.

    Las consecuencias de la agonía en 'La douleur'

    Hemos comenzado en Sección Oficial a concurso con La douleur, un retrato sobre la angustia y sus consecuencias en el que la actriz Mélanie Thierry (Un día perfecto) encarna a la novelista Marguerite Duras. El filme está ambientado en los últimos años de la II Guerra Mundial y narra las vivencias de la también directora de cine cuando su marido Robert Antelme, miembro como ella de la Resistencia, fue apresado y enviado al campo de concentración de Dachau en 1944.

    Si el alemán Christian Petzold contaba en Phoenix (2014) los intentos de una superviviente del Holocausto por reencontrarse con su marido, esta Memory of pain ahonda en los insoportables efectos de la ausencia y en el dolor intrínseco y hasta físico que conlleva una separación forzosa. La cinta de Finkiel, prolija hasta el exceso y pesada por momentos -traduce en imágenes el libro de memorias homónimo de Duras-, juega convenientemente con la profundidad de campo y hace uso de planos enfocados y desenfocados tanto para acentuar el estado de impaciencia y pesimismo que experimenta Marguerite como para dulcificar escenas desagradables -en eso, por ejemplo, se parece a El hijo de Saúl.

    Un copioso estudio psicológico de la alteración que padece el personaje interpretado por Thierry hubiera sorprendido más que este delirio narrativo que se pierde sin buscarlo en subtramas de escaso interés, como en los encuentros entre la atormentada mujer y el colaboracionista de la Gestapo Rabier. Sin embargo, sí que atina al simbolizar la agonía de la espera -en la triste mirada de la actriz, en una colilla que se consume o a través de una música estridente.

    'Au revoir là-haut': una fábula de aventura

    Y de la II Guerra Mundial, pasamos al desenlace de la Primera. Nos encontramos en el mes de noviembre de 1918 y Albert Maillard (Albert Dupontel) y Edouard Péricourt (Nahuel Pérez Biscayart) son dos supervivientes de las trincheras que, después de que el segundo resulte herido de gravedad en la cara, se convierten en astutos estafadores de monumentos funerarios en la Francia de los años 20.

    Albert Dupontel, ganador de un César al Mejor Guión Original por 9 meses... ¡De condena!, lleva al cine la novela Nos vemos allá arriba de Pierre Lemaitre, ganadora del Premio Goncourt en 2013. En ella entra de todo: historias de detectives, discurso antibélico y un ritmo fabulístico y de aventuras que recuerda a títulos tan inconexos como Adèle y el misterio de la momia, Amelie, El curioso caso de Benjamin Button, El fantasma de la ópera y Eduardo Manostijeras.

    'Ni juge, ni soumise', con una espléndida Anne Gruwez

    Lo mejor del documental de Yves Hinant y Jean Libon (Les arbitres) es, sin duda, la jueza de instrucción de Bruselas Anne Gruwez. Este atípico personaje escucha la Marcha Radetzky a bordo de su pequeño Citroën -su "cochecito"-, tiene a una rata como mascota mientras revisa sus expedientes y presume de parecerse más a una figura napoleónica que a una magistrada del siglo XXI. Todo mientras aguanta horas de investigaciones criminales a base de dulces y puro sarcasmo.

    Gruwez es la antítesis de Ferdinand von Schirach, el jurista alemán que ha triunfado en medio mundo con la publicación de libros como Crímenes, Culpa y Tabú. Si Von Schirach es templado, despegado y hasta clínico, Gruwez es políticamente incorrecta, tajante, temperamental y mordaz hasta el extremo. Merece mucho, mucho la pena, aunque más por el día a día en el despacho de la togada que por el caso principal que unifica y vehicula la producción.

    'Fireworks': un delicado 'What if' sobre el amor adolescente

    Y por último, en la Sección Oficial, dentro de las Proyecciones especiales, acabamos con Fireworks, should we see it from the side or the bottom? Se trata de un 'What if' constante que, con sensibilidad e idealismo -obvio-, relata el amor adolescente que une a los compañeros de instituto Norimichi y Nazuna

    No tan redonda ni poética como Your Name de Makoto Shinkai, el anime de Akiyuki Shinbo y Nobuyuki Takeuchi repite la fórmula de jóvenes unidos por el destino. Aquí no hay intercambio de cuerpos, sino un armazón temporal que hemos visto en mil ocasiones en películas como Atrapado en el tiempo, Código fuente o Al filo del mañana. Artificial simbiosis entre animación tradicional y digital aparte, te enamorarán sus paisajes, sus 'rewinds' y su mensaje soñador.

    Santiago Gimeno

    'Handia': un bello cuento de amor-sumisión fraternal

    Los directores vascos Jose Mari Goneaga y Jon Garaño se dieron a conocer, hace ahora tres años, en el Festival de San Sebastián con toda una sorpresa: Loreak (2014); ambos fueron coautores del guión y la película venía firmada por Garaño, Goneaga y Aitor Arregi. Los cineastas repiten pues en competición oficial con un nuevo título, Handia (Gigante), más que un 'biopic', una película de libre aproximación al hombre conocido como "El Gigante de Alzo”, Miguel Joaquín Eleizegui Arteaga (1818-1861), que enfermo de acromegalia llegó a medir 2,27m y a pesar 212 kg y acabó convirtiéndose en un hombre-espectáculo de feria por toda Europa -uno de los mejores momentos de la cinta es el que retrata su encuentro con la reina Isabel II.

    Nada que ver con Loreak, ni en el fondo ni en la forma, Handia es un bello cuento de amor-sumisión fraternal al que los cineastas le imponen una puesta en escena que tan pronto resulta deslumbrante como epatante. Deliberado ejercicio de estilo, curiosamente, la película gana cuando se deja de filigranas estéticas y se centra en el retrato humano. Hay algo en este 'freak show' hablado en euskera tremendamente conmovedor, que logra esquivar con inteligencia el terreno del sentimentalismo fatuo para ahondar en las complejas relaciones de dependencia entre el Gigante y su tullido hermano. Pesadilla sobre un hombre de corazón gigante que no deja de crecer físicamente -son terroríficos los momentos de aullido cuando asegura oír cómo le están creciendo los huesos-, Handia sirve además como un buen retrato de la Euskadi -y, por ende, de la España- del siglo XIX, dejando claro que las diferencias entre ricos y pobres siempre han existido y siempre existirán.

    Alejandro G. Calvo

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