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    Ziad Doueiri (‘El insulto’): “Las palabras tienen un peso y causan problemas”

    El cineasta libanés compitió en los últimos Oscar de Hollywood con esta alegoría brutal sobre el conflicto en Oriente Medio.

    A menudo los conflictos nacen por cuestiones estúpidas. En El insulto, Ziad Doueiri nos presenta la pelea entre Toni, un cristiano libanés, y Yasser, un palestino refugiado, que comienza como un rifirrafe entre vecinos y acaba involucrando al mismísimo presidente del parlamento del Líbano. Nominada al Oscar a la Mejor película de habla no inglesa, la primera del Líbano que llega a la alfombra roja de la Academia de Hollywood, El insulto es una alegoría brutal sobre lo polarizado que se encuentra hoy en día nuestro mundo. Hablamos con Doueiri sobre El insulto y otras cuestiones.

    ‘El insulto’ parte de un enfrentamiento más o menos trivial que se transforma en una cuestión de estado, y al mismo tiempo nos habla de cómo los políticos tratan de aprovecharse de este hecho. Es una situación que se retroalimenta hasta el punto de que no se sabe bien qué fue lo primero.  

    Ziad Doueiri – En este caso, yo personalmente quería empezar la historia de El insulto con un conflicto banal y quería que se fuera de las manos, que fuera impredecible, lo suficiente como para que se creara una bola de nieve imparable. Me interesan ese tipo de fenómenos, cuando causas un problema y luego no lo puedes parar. Así empezó todo.

    El primer insulto que vemos en la película es bastante banal, pero las palabras que le dedica el protagonista libanés al protagonista palestino son muy graves. ¿Cree que las palabras tienen consecuencias?

    Z. D. – Totalmente. En esta película, en concreto, parto de un hecho personal. Hace mucho tiempo me metí en problemas al decir cosas tontas, y desde entonces me he vuelto muy sensible a este tipo de enfrentamientos. De hecho, me he visto en situaciones en las que casi he provocado revueltas callejeras peligrosas. Un par de veces, hace 10 o 15 años, y por decir estupideces. Siempre tuve un talento para el verbo viperino. He sabido qué decir para herir los sentimientos de los demás. Si me pones en una situación tensa, soy capaz de hacer daño con lo que digo. Así que, sí, las palabras son críticas y tienen un peso. Causan problemas. ¡Fíjate en cómo está el mundo ahora mismo! ¡Fíjate en Trump! Cada vez que dice algo en Twitter provoca movimientos sísmicos. Pero no me pienso comparar con Trump. Simplemente quiero insistir en que las palabras estás cargadas. 

    ¿Se ha inspirado en algún caso concreto para poner en escena lo que sucede en ‘El insulto’?

    Z. D. – Hace unos años en Estados Unidos, cuando Obama estaba en el poder, tuvo lugar un serio enfrentamiento entre un hombre afroamericano y un policía, se empezaron a insultar… No recuerdo los detales, pero en Estados Unidos fue un caso muy mediático. Al final, Obama les invitó a la Casa Blanca para tratar que se reconciliaran. Ese gesto me afectó profundamente. Y eso en Estados Unidos, así que este tipo de cosas también suceden en países como Líbano, con el conflicto nacionalista tan palpitante. Hace un mes de hecho, el presidente del parlamento libanés, Michel Aoun, y el ministro de asuntos exteriores, Gebran Bassil, se enzarzaron en una discusión hasta el punto de que el ministro acabó insultando al presidente del parlamento. Le dijo: “Eres un ladrón”. Al día siguiente todo eso se tradujo en revueltas en las calles. Y la gente cogió el poster de mi película y lo modificó poniendo las caras de los políticos, y lo postearon en Facebook. Y esto fue hace apenas un mes. Es curioso.

    En la alfombra roja de los Oscar, al ser preguntado, comparó la tensión verbal de la zona de Oriente Medio con lo que sucede entre Cataluña y España. ¿En qué sentido?

    Z. D. – Sí, hice esta comparación entre lo que sucede entre Cataluña y España. Tuve esas impresiones cuando visité la Seminci de Vallladolid. ‘El insulto’ se proyectó la noche antes de la declaración de independencia de Cataluña, así que la situación era muy tensa y mucha gente que salía del cine tras ver la película se me acercaba llorando, muy afectada. Los miembros del equipo de A contracorriente me comentaron que en España se esta viviendo una situación de división similar. Y es un ejemplo que me marcó mucho y que me mostraba cómo la película es capaz de llegar a mucha gente diversa. Así que cuando llegué a la alfombra roja, el caso catalán me sirvió para hablar de la manera en que la gente de diferentes partes del mundo reacciona ante la película. Supongo que vivimos en una época de mucha tensión y enfrentamiento, la derecha radical, la extrema izquierda…, la sociedad se está polarizando no sólo en el mundo árabe, también en España, en Estados Unidos, en Reino Unido, en Holanda, en Austria.

    ‘El insulto’ se proyectó en Valladolid la noche antes de la declaración de independencia de Cataluña, así que la situación era muy tensa y mucha gente que salía del cine tras ver la película se me acercaba llorando, muy afectada.

    La película también trabaja cuestiones que atañen a la memoria histórica. ¿Quería hablar de lo rápido que la sociedad actual “olvida” los hechos traumáticos, o al menos, los esconde?

    Z. D. – Cuando empecé a escribir el guion no pensaba en las ideas de reconciliación, memoria, etcétera. No teníamos eso en la cabeza, porque nuestra intención era la de construir unos personajes, su psicología, no sobre el país ni sobre la política o la justicia. Para nosotros eran dos personajes que se enfrentaban e íbamos desarrollándolos como un currículo vitae. Todo fue saliendo así, no pensábamos en análisis profundos mientras escribíamos el guion. No pienso en los grandes temas de la humanidad cuando escribo. No me despierto por las mañanas pensando: “Hoy quiero hablar sobre la justicia”. No soy un filósofo. No se me daba bien estudiar, no tengo una mente analítica. Ojalá la siguiente película también salga así: sin pensar demasiado, simplemente que brote.

     

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