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    Sitges 2018: Nos explota la cabeza con la alocada ‘Nación salvaje’

    Sam Levinson da una vuelta de tuerca a la historia de la cacería de brujas en Salem. También hemos visto 'The Unthinkable' y el ‘malrollero’ telefilme St. Agatha.

    Hoy ha sido un día de esos que gustan en el auditorio de Sitges, y es que hemos visto la aplaudida Nación salvaje. Estamos ante una revisión de la historia americana, centrándose en los episodios de caza (y quema) de brujas en Salem durante la época colonial. Y el director Sam Levinson ejecuta esta idea de una manera muy original: hace girar la historia en torno a cuatro jóvenes ‘millenial’ que comienzan a sufrir ciberacoso. Vamos al grano: el argumento se centra en torno a la población de Salem, la cual se ve ataca por un 'hacker' que comienza a filtrar las intimidades que guardan en sus ordenadores y móviles sus propios vecinos. La cosa comienza a irse de madre cuando el alcalde se suicida en público. Aquí es cuando el filme coge carrerilla y comienza a centrarse en una de las protagonistas, la cual tiene una aventura con un padre de familia del lugar, y termina saliendo a la luz. Tras acusarlas de querer infectarlo todo y ser las responsables del ‘hackeo’, el filme se torna en una loquísima orgía de tiros, sangre y desmembramientos, que ha hecho la delicia de los asistentes.

    Podríamos definir Nación salvaje como un enfermizo cruce entre Spring Breakers y The Purge (La noche de las bestias), a ritmo de los últimos éxitos pop y con una paleta de colores neón que recuerda por momentos a Nicolas Winding Refn o a Gaspar Noé (que hace días pasó por el certamen con Climax). El director se basa del efectivo recurso de la pantalla partida para mostrarnos el devenir de las tres protagonistas (hay una genial escena de sexo en una fiesta, mientras las amigas beben y chatean) y del uso de las notificaciones de redes sociales en pantalla, para sumergirnos más en el mundo del llamado 'cyberbulling'. También hay que resaltar el vestuario de las protagonistas, cuidado al milímetro, en el que no faltan desde los calcetines altos con referencias cinéfilas, a los flotadores de piscina, para finalmente tener un ‘look’ de asesinas letales que encandilaría al mismísimo Quentin Tarantino de Kill Bill.

    Levinson (que ha tenido la producción del midas David S. Goyer) ha decidido contar con estrellas emergentes de la talla de Bella Thorne (Amor a medianoche) o Bill Skarsgård (It), dejando el peso protagonista a las jóvenes Odessa Young, Hari Nef, Suki Waterhouse y Abra. Estamos ante un filme valiente y fresco, cuyo mensaje se centra en la hipocresía que reina en los últimos años en Estados Unidos, un puritanismo hacia el mundo que ellos mismos han creado a lo largo de décadas. Además tiene un alegato feminista final, que está más de actualidad que nunca. ¡Chapeu!

    Tomamos rumbo a Suecia, país que en los últimos años nos ha dado joyas como Déjame entrar, por lo que había muchas ganas de hincarle el diente a esta The Unthinkable. Alejándose muchísimo de la cinta de vampiros antes citada, estamos ante una superproducción sueca con un gran despliegue de medios. El filme arranca como un drama familiar, en el que un sensible joven vive el infierno de la mala relación de sus padres y pierde a la chica que ama cuando esta se marcha a otra ciudad.

    A este cronista le ha sorprendido que, en lugar de fichar a un actor más joven, hayan caracterizado al treintañero actor protagonista para interpretarse a sí mismo años atrás, lo que no queda demasiado bien en pantalla. Viajamos a años después y el filme deriva en un filme de acción en el que Suecia es atacada por una fuerza enemiga desconocida usando todo tipo de artimañas: guerra química, desconexión eléctrica… Podríamos definir el largometraje como una mezcla entre Amanecer rojo y El incidente. Cabe destacar que la cinta cuenta con notables momentos de acción y que maneja muy bien los tiempos del suspense, pero que se ve empañada por una línea argumental difusa que desconcierta en ocasiones y además echa un ligero tufillo nacionalista. Al final, vuelve el sentimentalismo a la trama, pero de una manera tan forzada que ha dejado perplejos a los asistentes a la sala y se han convertido en momentos cómicos no pretendidos. Y, para finalizar, volvemos a quejarnos del excesivo metraje, totalmente injustificado en este caso.

    Cerramos el día con la cruz con mayúsculas: St. Agatha del director Darren Lynn Bousman (responsable de algunas secuelas de la saga Saw y del remake de El día de la madre). La guionista y también productora de este subproducto acudió a presentar la película y dijo que “había tardado muchos años en sacarla adelante”. Y con razón: estamos ante un despropósito de grandes proporciones. Un telefilme con momentos gore en el que, sin más, una joven interna en un convento donde las malvadas monjas usan a las chicas para engendrar niños y venderlos a las familias más ricas del pueblo. Todo ello regado con sonrojantes escenas gore como torturas, mutilaciones y palizas, en las que se ve que Bousman aún no ha olvidado su buen hacer en el ‘torture porn’ de la saga Saw. Mención aparte, merece la actuación de Carolyn Hennesy como la villana: la madre superiora, cuyas gesticulaciones otorgan más de un momento patético al metraje. Muy mal.

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