Se ha ido uno de los mitos del cine europeo, Bibi Andersson. Actriz de Ingmar Bergman en cintas como Fresas salvajes, El séptimo sello o Sonrisas de una noche de verano, la intérprete sueca, fallecida ayer domingo 14 de abril a los 83 años de edad, se convirtió en un icono al protagonizar junto a Liv Ullman Persona, película emblemática de Bergman con imágenes tan profundas como el plano en el que los rostros de las dos actrices se funden en uno solo.
D.R.
Ese plano iría a marcar un antes y un después en el cine moderno y lo hemos visto en numerosas películas, de La última noche de Boris Grushenko (Woody Allen) a Mulholland Drive (David Lynch) o Julieta (Pedro Almodóvar), pero Bibi Andersson ha dejado una huella más indeleble en la historia del cine aparte de ese conmovedor encuadre.
Nacida en Estocolmo en 1935, Andersson estudió en el Real Teatro Dramático de Estocolmo cuando conoció a Bergman -apenas tenía 15 años- y le siguió para protagonizar buena parte de los trabajos del cineasta de la década de 1950 y 1960. Fue su pareja hasta Persona, pero actuó en filmes posteriores como Pasión, La carcoma y Secretos de un matrimonio, ya en 1973.
En total, Andersson trabajó en 13 largometrajes de Bergman, pero también protagonizó filmes de otros cineastas como La carta del Kremlin, de John Huston; Quinteto, de Robert Altman; o El enemigo del pueblo, de George Schaefer, Dos veces mujer, de George Sluizer; además de aparecer en películas como El festín de Babette, de Gabriel Axe; Una estación de paso, de Gracia Querejeta; y La escarcha, de Ferran Audí, junto a Aitana Sánchez-Gijón o Tristán Ulloa, en el que sería su último trabajo al sufrir en 2009 un derrame cerebral.
Fueron no pocos los premios y reconocimientos que recibió en vida, entre los cuales destacan el de mejor actriz en el Festival de Cannes de 1958 por En el umbral de la vida, de Bergman, y el Oso de Plata de la Berlinale en 1963 por La amante, de Vilgot Sjoman.
