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    San Sebastián 2020: 'Antidisturbios', otro éxito de Sorogoyen y un durísimo retrato de la España de la vieja normalidad

    Vemos 'Falling', el debut en la dirección de Viggo Mortensen (Premio Donostia), y la entrañable 'El agente topo'. Cerramos nuestro paso por el festival con 'True Mothers' de Naomi Kawase, que compite en Sección Oficial.

    Miniserie producida por Movistar, el último trabajo de Rodrigo Sorogoyen pertenece a la Sección Oficial -Fuera de concurso- de la 68ª edición del Festival de San Sebastián y puede ser también el mejor proyecto de su carrera. Coescrita con su fiel colaboradora Isabel Peña, Antidisturbios sigue el día a día de un grupo de ibídems tanto en su acción laboral -secuencias de alta intensidad y no menos violencia- como en su retrato doméstico, otorgando así una doble capa narrativa al producto, mezcla de 'thriller' policíaco violento y categórico melodrama humano, mostrando las vidas, tristes y llenas de taras, de unos hombres que están lejos de representar el ideal ético de una vida plena. Enfrente de ellos estará el personaje de Laia (magnífica Vicky Luengo), agente de asuntos internos encargada de investigar la acción del grupo en el conflicto que abre la serie (todo sin 'spoilers', ya sabéis).

    La serie funciona a muy distintos niveles: dramático, socio-político y suspense. Por un lado Sorogoyen y Peña se adentran en la vida de los protagonistas -tremendo reparto el de los antidisturbios: Raúl Arévalo

    (más Kirk Douglas que nunca), Álex García, Roberto Álamo, Hovik Keuchkerian, Raúl Prieto y Patrick Criado-, de por sí frágil y depresiva, tras recibir el porrazo (me parece un símil 'ad hoc' acertado) con el que se abre la serie. La cámara de Sorogoyen busca la introspección psicológica de un grupo heterogéneo en su causística vital pero tremendamente cohesionado en su acción bruta. Lo que nos devuelve la ficción es un retrato a la yugular de hombres defenestrados, de mal e impetuoso carácter, tremendamente triste a poco que se escarba y con actos, en ocasiones, imposibles de justificar

    Seguiríamos por el contexto socio-político que ya abordó con inteligencia Sorogoyen en su retrato de la podredumbre política del país en El Reino (2018). En esta ocasión adentrándose en el mundo de la especulación inmobiliaria, el nepotismo político-económico, las cloacas de la prensa y la corrupción policial, todo ello ejemplificado en un sosías del inefable Comisario Villarejo, que tantos titulares (y a todos los niveles) ha dado estos últimos años. Y, finalmente, claro, el 'thriller', la acción pura. Sólo por cada secuencia donde los antidisturbios aparecen controlando a un enjambre humano, la serie ya estaría más que justificada. Pero es que hay una secuencia absolutamente demencial y brillante que vira alrededor de un evento deportivo que pone la carne de gallina. Y no sólo por lo bien que está contada, por cómo la acción se desborda y el 'thriller' ahoga a cuatro manos, sino por las propias connotaciones éticas que surgen de la misma. Sorogoyen no juzga el dilema, sólo lo plantea con claridad absoluta. Es cuestión de cada uno enfrentarse a esas imágenes y decidir por sí mismo. 

    El resultado es totalmente devastador. Vaya, que Antidisturbios es un éxito en toda regla. A nivel individual y colectivo. Cuando vuelan las porras y cuando vuelan los whiskies. Un durísimo retrato de la España de la vieja normalidad donde títeres y titiriteros salen igual de mal parados. Deja esta serie poco aliento a la esperanza, pero lo hace como un espectáculo imborrable, sin duda, la serie española del año.

    Alejandro G. Calvo

    'Falling': Las estaciones de la memoria

    Viggo Mortensen, el Tom Stall de Una historia de violencia, el Ben de Captain Fantastic y el Aragorn de El Señor de los Anillos, ha presentado en el Festival de San Sebastián Falling (Proyección Premio Donostia), su debut como director. Y no nos extraña en absoluto que el intérprete, poeta, fotógrafo, músico y pintor se haya decantado por un drama intimista y emocional de impecable factura. Su atención a la sensibilidad y al detalle es asombrosa y puedo decir que ha sido una de las películas que más he disfrutado en esta anómala 68ª edición.

    Después de haber trabajado con cineastas como Sean Penn, Brian De Palma, Ridley y Tony Scott, Jane Campion, Gus Van Sant y John Hillcoat, entre otros, Mortensen se sumerge en su estreno tras las cámaras en un filme sobre los recuerdos, la memoria fragmentada, la aceptación y el perdón. Él mismo firma el guion de Falling, en la que además interpreta a John Peterson, un piloto homosexual que reside en California junto a su marido Eric (Terry Chen, Jessica Jones) y la hija adoptiva de ambos, Monica (Gabby VelisBlue Monday). Su padre Willis (Lance HenriksenAliens: El regreso), un hombre huraño y conservador, cada vez se desenvuelve peor en su granja de Nueva York. Por eso accede a vivir con ellos mientras encuentra un lugar para jubilarse.

    Henriksen está hipnótico como un anciano en plena batalla contra la demencia que se resiste a cambiar y, más importante, que se resiste a admitir que el mundo que le rodea también está cambiando. La fotografía de Marcel Zyskind (Las dos caras de enero) es de otro mundo sin caer nunca en lo barroco y, con la naturaleza como referente, tanto él como Mortensen, que incluso compone la música, perfilan un puzle de belleza (y tristeza) reminiscente. Estación tras estación, el rompecabezas narra la difícil infancia de John y el complicado matrimonio de sus jóvenes padres, Willis (Sverrir GudnasonBorg McEnroe) y Gwen (Hannah GrossMindhunter). Hay momentos dichosos, como la primera vez que dispara a un pato y acierta de pequeño, y también otros dolorosos, como uno de sus cumpleaños, que adelantan el deterioro en la pareja y el posterior segundo matrimonio del progenitor con Jill (Bracken BurnsPeople Watching). El resultado es una tormenta -más o menos furiosa- que baña pasado, presente y un dudoso futuro.

    No he podido contar la cantidad de veces que el viejo Willis dice en el metraje la palabra “cocksucker”. Insulta igual de bien o mejor que el Walt Kowalski de Clint Eastwood en Gran Torino. Pero la buena noticia es que no hay descenso al maniqueísmo. Los matices fluyen en esa corriente arrolladora que usa el mayor de los Peterson como arma y como coraza y también en esa presa construida de paciencia -y a punto de romperse- que representa su hijo varón. No se te olvidará la actuación de Laura Linney (Ozark) como Sarah, la hermana de John, aunque apenas salga unos minutos en pantalla. Y tendrás que estar atento, ya que David Cronenberg hace un cameo como proctólogo tras dirigir al estadounidense de ascendencia danesa en la citada Una historia de violencia, en Promesas del este y en Un método peligroso. Todo queda en casa.

    “No tiene nada de felicidad”, he escuchado a la salida del Teatro Victoria Eugenia. Aunque la hay. Pero no esperes ni arcoíris ni redenciones rimbombantes ni elocuentes amnistías. La primera película de Viggo Mortensen como director es como Canadá e Incendios de Richard Ford. Un relato frágil, quebradizo y nostálgico que indaga en la responsabilidad que tenemos con aquellos que llamamos familia, incluso cuando nos hacen daño o no estamos de acuerdo con ellos. Un alegato en favor de la comunicación no ofensiva. A veces ves lo que ha hecho un director y no quieres saber nada más. Con esta, a la salida, he pensado: “Para cuándo una segunda”.

    'El agente topo': Un Bond atípico contra el abandono 

    Es imposible ver El agente topo y no enamorarse por completo de Sergio Chamy, el atípico James Bond que protagoniza el último largometraje de la directora chilena Maite Alberdi (Los niñosLa Once). A sus 83 años, Sergio es elegante, caballeroso y viudo desde hace bien poquito. Pero también es un hombre sin experiencia en la investigación privada que pasa un extraño ‘casting’ del detective Rómulo Aitken para colarse como agente encubierto en una residencia de ancianos de El Monte. No se le dan bien los móviles, pero ¿quién es perfecto?

    Con razón, la cinta proyectada en Perlas conquista todo lo que toca. Representará a Chile en los Goya 2021 y sorprende porque uno, cuando está frente a ella, no sabe muy bien si está viendo algo que es real o una inteligente ficción con dosis de creíble realidad. Pero despejaremos tus dudas: se trata de un documental de no ficción y Chamy se cuela en el hogar de mayores porque Aitken quiere asegurarse de que una de sus residentes no lo está pasando mal. Su hija tiene sus dudas y por eso Sergio tiene que aprender a usar FaceTime y hasta un bolígrafo espía. 

    Una vez dentro, un equipo sigue al nuevo ‘habitante’ y empleados y abuelos, en su mayoría mujeres, piensan que las cámaras son para grabar un documental sobre su día a día. La sorpresa y la vergüenza del principio acaban decayendo, lo mismo que la vigilancia del 007 en prácticas. No ve nada raro, aunque sí empieza a lamentar la soledad de muchas de sus compañeras. Petita le recita versos, Berta se enamora de él y Rubira le confía sus problemas de memoria.

    Entre risa y risa y lágrima y lágrima, Alberdi persigue con El agente topo que seamos conscientes del abandono que sufren muchas personas de la tercera edad en centros creados para ellas. Simplemente nadie las visita en una sociedad que, como decía Karl Ove Knausgård en La muerte del padre, aparta y margina todo lo que tenga que ver con la vejez y con la muerte. Pero este sabueso octogenario nos da la magistral lección de que deberíamos aprovechar el tiempo que nos queda con nuestros yayos. Galardones cinematográficos aparte, ese honor ya lo tiene.

    Santiago Gimeno

    ‘True Mothers’:  La maternidad en todas sus formas

    Naomi Kawase es una veterana del Festival de San Sebastián. Ha competido en Sección Oficial con las cintas Hanezu (2011), Futatsu me no mado (2014) y Hikari (2017). Hace dos años, en 2018, lo hizo con Viaje a Nara (Vision), protagonizada por Juliette Binoche. En esta 68ª edición del certamen también está presente con su largometraje True Mothers, un relato sobre la maternidad en todas sus formas. 

    La película nos presenta a Satoko (Hiromi Nagasaku, Renacimiento), una mujer que desea ser madre. Su marido también quiere ser padre, pero un problema con su esperma les impide cumplir su sueño. Tras varios intentos en clínicas de fertilidad, un reportaje sobre un centro de adopción llama su atención y deciden tomar ese camino para formar una familia. Años después, con su hijo Asato cerca de dar el paso de la guardería al colegio, Hikari (Aju Makita, Un asunto de familia), la madre biológica del pequeño, aparece en sus vidas para tambalearlo todo. 

    El último trabajo de Kawase detrás de las cámaras es una película delicada y paciente que se toma su tiempo para contar la historia de ambas partes: la de la madre adoptiva y la de la madre biológica. Cuando quieres darte cuenta, la directora japonesa ya te ha sumergido en su relato narrando, desde el pasado y a través de ‘flashbacks’, cómo Satoko y Hikari han llegado hasta ese punto. A estar cara a cara la una delante de la otra. También cómo la joven que se quedó embarazada con 14 años ha pasado de ser una romántica adolescente con un gran futuro a tener todo lo contrario. Kawase decide no mostrar el rostro de Hikari hasta que comienza a contar su historia, escondiendo su cara como si no quisiera que el espectador construya prejuicios antes de poner todas las cartas sobre la mesa y descubrir qué ocurrió realmente con ella. 

    True Mothers, a medida que va ganando en profundidad con sus protagonistas, se va prendiendo poco a poco y todas las piezas del relato van encajando. Y decimos que habla sobre la maternidad en todas sus formas porque Kawase muestra muchos tipos de madre. No solo en la figura de Satoko y Hikari. También en la de la directora del centro de adopción y en las de las amigas que acompañan a la joven durante su embarazo. La directora consigue emocionar y maravillar con True Mothers, y parte de ese logro es gracias a sus dos actrices protagonistas que interpretan con gran autenticidad y delicadeza a las dos partes de esta historia. De lo mejor de esta edición

    Andrea Zamora

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