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    'Argentina, 1985', los vaqueros intrépidos que cambiaron un país: "Es lindo que una película sobre un tema tan duro pueda conectar así con el público"

    Hablamos con Santiago Mitre, Ricardo Darín y Peter Lanzani, quienes nos dan la receta del primer gran éxito de la temporada de otoño. Su filme se antoja como una calculada mezcla entre política, juego y emoción.

    El Juicio a las Juntas fue uno de los mayores cismas de la Historia argentina. Durante la Dictadura Militar, de 1976 a 1983, Argentina fue víctima de un genocidio brutal, que ejecutó, torturó o hizo "desaparecer" más de treinta mil personas. En 1985, dos años después de la caída del gobierno y del restablecimiento provisional de la democracia, nueve de los antiguos líderes militares fueron juzgados por crímenes de guerra. Era el mayor caso desde los Juicios de Nüremberg, pero nadie tenía claro qué iba a ocurrir… Los dictadores aún tenían un enorme poder sobre las instituciones.

    Argentina, 1985
    Argentina, 1985
    Fecha de estreno 21 de octubre de 2022 | 2h 20min
    Dirigida por Santiago Mitre
    Con Ricardo Darín, Alejandra Flechner, Paula Ransenberg
    Medios
    3,3
    Usuarios
    4,0
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    Al frente del juicio, estaban el veterano fiscal Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo, un joven ayudante. Sin ningún otro fiscal "lo suficientemente loco" para ayudarles, Strassera y Ocampo tuvieron que reunir a un equipo de gente joven, que recopilaría durante meses una cantidad ingente de víctimas y testigos de las infamias de la Dictadura. El juicio duró cinco meses, durante los cuales prestaron declaración 833 personas. Santiago Mitre, reputado tras grandes éxitos de crítica (Paulina, en 2015) y de público (La cordillera, en 2017) vio en este episodio histórico el esqueleto de un 'thriller' político necesario. La película marchó como la seda: enseguida se subieron al carro los Darín (Chino como productor, Ricardo como protagonista, Strassera), Mariano Llinás (increíble director y guionista de La flor, gran amigo de Mitre) y, luego, Peter Lanzani, joven estrella que daba el contrapunto como Ocampo.

    Con este plantel, no sorprende que Argentina, 1985 -que llega el 30 de septiembre a los cines- esté bien lejos de ser torturante, apocada y victimista. Es más, ha funcionado en cada festival por donde se ha presentado: en Venecia, fueron dos rondas de aplausos durante discursos clave de la película, en San Sebastián, por lo que sé, uno después de la acusación final y otra larga ronda al terminar la proyección. Allí competía para el Premio del Público, estatuilla que ganó a pesar de lo reñida que era la competencia (Sorogoyen, Koreeda, Ozon, Östlund con la Palma de Oro...). Santiago Mitre nos saludaba contento, pocos días antes de saber el veredicto:

    Es lindo reconocer que una película que trabaja sobre un tema tan, tan duro y espinoso pueda conectar de esa manera con el público

    El cineasta cree que funciona tan bien en todas sus proyecciones, porque "digamos, hablar de la película es discutir sobre la propia transición democrática de ese país. Entiendo que la historia se universaliza, aun siendo su caso completamente singular". Ricardo Darín y Peter Lanzani, con quienes me entrevisto después, nos explican que no solo disfruta el público. Lanzani confiesa: "Es la tercera vez que veo la película (la segunda con público) y siempre lloro", a lo que replica un Darín risueño: "Siempre lloramos como cocineras, nosotros. Eso, y nos reímos en los mismos momentos, nos funciona cada vez".

    A pesar de su juguetonería, intuyo debe de suponer un gesto valiente visibilizar y señalar con el dedo, sin segundas lecturas, hacia la cobardía y la mezquindad inhumana de los responsables de un genocidio. Darín me responde: "No nos imaginamos qué va a pasar cuando se estrene dentro de pocos días en Argentina. Es muy probable que lleve controversia".

    Nos explica Mitre que, aunque en el país se ha considerado a Jorge Rafael Videla y a su consorte como auténticos villanos, la película sí puede suscitar respuestas violentas de parte de las mentes radicalizadas a la derecha que empiezan a proliferar: "El mismo motor de la película gira a partir de una situación que me horroriza. A diario veo a jóvenes que repiten discursos protofascistas y reivindican la Dictadura como una opción mejor. ¿Qué le pasó a la Democracia para que alguien prefiera volver al infierno?". Eso nos contaba el cineasta, que asimismo recordaba como, unas semanas atrás, un chico de veinte años había intentado asesinar a la vicepresidenta argentina: "Un chico de veinte. Eso es inimaginable. Para entenderlo, hay que volver al origen. Y el origen está en el 85".

    "NO BUSCAMOS LA COPIA"

    ¿Y por qué una película de corte clásico? Argentina, 1985 vira entre el ritmo frenético de las mejores historias policíacas, los coletazos agudos de la comedia 'screwball' y el retrato gozoso de una pareja de héroes hechos al patrón del vaquero clásico. La película de Mitre entretiene y emociona, pero según el cineasta todo ello ya estaba en la Historia: "Investigando [con Mariano Llinás, coguionista] acerca de los juicios reales, empezaron a aparecer tópicos que daban mucho de sí, con elementos muy narrativos, de un clasicismo cinematográfico maravilloso y, qué sé yo, que ayudaban a imaginar película una película directa y cristalina. Lo vimos clarísimo: esta película tenía que ser una aventura clásica, una historia de buenos y malos". Viéndola, se nota que lo pasaron bien escribiendo: "Además, tomamos una decisión inédita, que era escribir sin conocer lo que seguía. Lo íbamos escribiendo por secuencias y viendo adonde nos llevaba la siguiente escena. Aunque lo teníamos tan interiorizado que acabamos replicando las instancias del juicio real".

    Investigar, relajar y volver a escribir. Para Ricardo Darín, esa es la clave:

    Lo más inteligente del guion es que no busca replicar con puntos y comas la vida de estos personajes, y eso marcha porque hay un bien común mucho más fuerte

    A la hora de encarar su Strassera, eso le permitió no ser realista, no cargar con la tarea de tener que imitar por completo a un personaje histórico tan reconocido: "Lo examiné de cerca, traté de sacar alguna conclusión de allí y, partiendo de esa base, me tomé una libertad absoluta". Interpretar, que no imitar, es la clave para Lanzani: "No buscamos la copia. Muchas veces tenemos la oportunidad de buscar por fuera la identificación o la réplica del personaje real, que sí existió. Y si se consigue, es un punto a favor y es muy venerado, sobre todo por la audiencia, ¿no? La gente sabe que pesaba 130 kilos, y vos tratás de llegar a ese peso y lo ponés en pantalla. Todos lo valoramos el esfuerzo, pero eso no necesariamente tiene que ver con el talento ni la empatía. Eso no se hace con maquillaje".

    Aunque Strassera muriera en 2015, aún había testigos y ayudantes de la fiscalía que accedieron a hablar con Mitre y con Darín, imaginador hercúleo de personajes. Sin embargo, ni con la cantidad de fuentes que recabaron, ni con la libertad absoluta que a partir de ahí proclamaba, cree el actor que su papel fuera fácil. "Ninguno lo es", nos comenta, y nos suelta un par de verdades como templos acerca del oficio de actuar: "El cine es pura atomización, está hecho de partículas y momentos que vas tirando al bulto. Es un irse aproximando al personaje, construyendo su arco día a día. Trae siempre riesgos. Quien eres se va empezando a poner de pie en base a suposiciones, comentarios y correcciones".

    Según lo que explica, el rodaje tuvo bastante de prueba y error. Lo contrastamos con el cineasta: "Laura Paredes repitió el monólogo dieciocho veces. Dieciocho. Su intervención supuso un día y medio de trabajo. Sin embargo, consiguió hacer llorar a todo el equipo". Atención al papel de Laura Paredes, una de las protagonistas de La flor de Llinás (son pareja) y miembro de El Pampero Cine, colectivo de cine independiente responsable de lo mejor que en Argentina se produce estos años (lo último, Trenque Lauquen, de Laura Citarella).

    Argentina, 1985 es película de Paredes, de Lanzani, de Llinás y de Mitre, pero por encima de todo es una lección de madurez interpretativa de un Ricardo Darín eficaz y comedido. Lo alabamos, y nos responde con otra mini-clase magistral: "Una interpretación no es solo cómo te ves, si no cómo se ve todo lo que entra en el plano. Si hay alguien que hace algo raro en el fondo de la toma, se repite, por mucho que haya sido excelente".

    Dicho así, parece que actuar sea todo menos pensar en uno mismo. Así lo entiende Santiago Mitre, que sintetiza: "Darín no actúa pensando en sí mismo, sino en la película y en el resto de los actores". Lo ligamos con la conclusión de Darín, maestro: "Funciona así, y ya está. Hay que convivir con todo ello todos los días. Entonces, encontrar el eje final del personaje es algo que va ocurriendo y no depende del todo de ti".

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