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    Tormenta de fuego
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    cine
    Un visitante
    0,5
    Publicada el 23 de julio de 2014
    Se hace difícil comprender lo que Amanda Pays ha hecho con su carrera en el cine.
    Actriz prometedora durante los ochenta, parecía tener todas las papeletas para formar parte de una nueva oleada de actrices británicas que pegarían fuerte durante aquella década. Empezando con "El cuarto frío" (1984), la por entonces exmodelo Amanda Pays empezó a despuntar mostrando un cierto potencial para la interpretación. Durante esos años sus posibilidades de éxito aumentaron gradualmente, tanto por los elencos con los que se juntaba como por el acierto de algunos trabajos en los que participó.

    De entre ellos, mención especial para la fracasada serie de TV "Max Headroom" (1985 y 1987-1988), a quien las audiencias no perdonaron su carácter pionero y experimental, pero que ha pasado a la historia como un buen trabajo que, en gran medida, predijo la sociedad en la que vivimos, aunque fuese focalizándose en exceso en el mundo televisivo. Internet, por entonces, quedaba lejos. No en vano está enmarcada como un producto fetiche entre informáticos y aficionados a la ciencia ficción.

    "Leviathan" (1989), el trabajo más caro rodado en Europa hasta aquel momento, en donde compartía plano con actores bien conocidos y con un equipo técnico oscarizado (y no me refiero sólo a Stan Winston) pareció ser la película definitiva para que su carrera saliese propulsada de una vez por todas. Y eso que la cinta no pasaba de ser un pastiche que plagiaba sin miramientos películas como "Alien", "Aliens", "Abyss" o "Profundidad seis". Sin embargo, el esperado despegue profesional no llegó a producirse.

    Con el advenimiento de los noventa participó en la que fue, por entonces, la mejor serie protagonizada por un superhéroe: "Flash" (1990). O mejor dicho, la que mejor supo mantener una cierta dignidad, porque fue otro fracaso que no pasó de su primera temporada y que adolecía de unos diálogos y personajes que por momentos podían ser pueriles e ingenuos. Sin embargo, sorprende como veinticinco años después ha seguido manteniendo el tipo a nivel técnico. Al menos no fue una adaptación que provocase vergüenza ajena. Tanto que, a día de hoy, a Amanda se la sigue recordando por este trabajo junto a su personaje de Theora Jones en "Max Headroom".

    A aquella serie le siguió una retahíla de rodajes en donde volvió a aliarse con algunos actores con posibilidades, pero en trabajos francamente paupérrimos, tanto en lo puramente comercial como en lo artístico. Su filmografía empezó a plagarse de películas mediocres que a nadie le importaban, a la vez que empezó a cogerle gustillo a los "guest starring" en series de TV. Papeles menores que raras veces aparecen en más de un episodio, típicamente reservados para actores nóveles necesitados de currículo o para viejas glorias olvidadas.

    La segunda mitad de los noventa no aportó ninguna mejora, en tanto en cuanto fue un auténtico descenso a los infiernos, de tal manera que cada nuevo proyecto era peor que el anterior. Las "TV movies" cedieron terreno a las apariciones fugaces en series de TV, hasta el punto de conformar un lustro desastroso sin nada potable que destacar y mucha pestilencia a evitar.

    Finalmente, con la entrada en el nuevo milenio, Amanda acabó protagonizando algunos trabajos de nula valía con los que finiquitó su carrera como actriz de una vez por todas.

    ¿Qué le ha pasado a esta mujer? Hay quien dice que su fervor por la maternidad la pudo, prefiriendo dedicarse a criar churumbeles (tres embarazos y cuatro hijos) antes que al cine. También podría ser que su pasión por el diseño de interiores, convertida en negocio desde mediados de los noventa, le haya abierto los ojos, dándose cuenta de que se hace más dinero vendiendo por un millón de dólares una casa californiana restaurada que trabajando en producciones paupérrimas firmadas por cretinos.

    "Tormenta de Fuego", ya en las postrimerías de su carrera, representa uno de los trabajos con los que dio por acabada sus aspiraciones interpretativas. Un movimiento extraño porque sólo Dios sabrá qué se le pasó por la cabeza a esta mujer para trabajar en un producto tan punible protagonizado por dos energúmenos cinematógraficos. A saber, Michael Dudikoff y John Bradley.

    El primero, un actor olvidado, aspirante a psicopedagogo infantil, que alcanzó su momento de gloria en los ochenta con aquella basurilla de "El guerrero americano". Pésima película de acción basada en un guion surrealista, en donde Dudikoff acababa repartiendo estopa entre ninjas que surgían de hasta debajo de las piedras. Asombrosamente tuvo descendencia en forma de continuaciones a cual peor. Una descomunal basura en VHS que definiría toda la carrera profesional posterior de este pseudo-actor, quien jamás ha sabido hacer nada decente, convertido ya en un símbolo del cine más pordiosero. Para terror de la humanidad, dejó el cine hace una década y, según cuentan en Internet, ahora trabaja como psicopedagogo. 8-o

    Por otro lado tenemos a Bradley, actor que ha hecho de la televisión su ecosistema preferido. Un entorno que raras veces ha abandonado y en donde, con la salvedad de la ochentera "Doce del patíbulo" y la serie sobre "Las nuevas aventuras de Robin Hood", no ha sabido hacer nada digerible. No en vano su filmografia es tan mediocre como sus interpretaciones.

    ¿Cómo pudo Amanda Pays juntarse con semejantes pajarracos? Y encima de la mano de Jim Wynorski, director de documentales salvables y largometrajes lastimosos. ¿Buscaba Amanda una especie de suicidio metafórico? ¿Acabar con su carrera de la peor manera posible?

    Porque "Tormenta de fuego" es un bodrio descomunal. Una basura mal escrita, peor interpretada y chorramente montada en donde la inverosimilitud de la historia está al servicio de Bradley y, si se tercia, de un Dudikoff secundario y hasta de un Ice T. ocasional. De por medio, Amanda se pasea por la historia en bata blanca sin aportar nada de interés salvo sus arrugas y una cara que ya poco tiene que ver con la belleza que recogían sus fotografías en los ochenta. Una película dolorosa que no recomendamos ni a nuestros enemigos. Porque una cosa es querer acabar con ellos y otra hacerlos sufrir sin motivo.

    Entonemos, por tanto, un cántico lamentoso por esta mujer y lo que pudo ser y no fue como actriz. ¿Se merecía Theora Jones (Max Headroom) o Tina Mcgee (Flash) que la mujer que les insufló vida se pegase semejante tiro profesional en la boca? Lo único bueno de todo esto es que la propia Amanda parece encantada con su vida tras alejarse del cine, ganando millones a espuertas gracias a su empresa de diseño de interiores. Pero, ¿era necesario terminar así?

    Huelga decir que, si se topa con esto en la televisión, la apague inmediatamente.
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