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    Séraphine
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    Lourdes L.
    Lourdes L.

    127.160 usuarios 920 críticas Sigue sus publicaciones

    3,0
    Publicada el 24 de julio de 2014
    No sabía nada de Séraphine antes de ver esta película, prácticamente se muy poco de Séraphine de Senlis después del visionado de este filme.
    Y esa es la gran lástima de este relato, la gran pena que se le puede achacar a todo el conjunto, no saber despertar en el espectador la emoción, el cariño y la ternura por este personaje, toda su belleza y encanto, no saber transmitir con pasión y devoción su fascinante peculiaridad, su amor por su arte, el interesante proceder y toque exclusivo de una pintora única y diferente que se queda en mera anécdota curiosa que contar y no en ese potente y atractivo marco que envuelve una vida asombrosa por su mezcla de clarividencia y realidad, hermosura y lástima.
    Una maravillosa, excelente interpretación de Yolande Moreau como único impacto y reconocimiento válido pues el director Martin Provost no exhibe con sabiduría, elegancia ni seducción un personaje que se inspiraba en la naturaleza, que hablaba con los árboles, que poseía un interior fuerte y robusto pero una razón caótica e inestable, donde los espíritus y ángeles guiaban sus manos y manejaban sus dedos sin descanso ni permiso al compás de una bella y deliciosa música celestial que envolvía todo su ser y capturaba su tierna y humilde esencia.
    Porque, prácticamente, eso es todo, no hay más, no se profundiza en la época ni en los estragos que la guerra causa en su vida, no se penetra con intensidad en su descubridor y mecenas, no se intensifica la exhibición de una vida que se movía entre la exigua limpieza de los cacharros de la cocina y la sabia elección de colores e invención de mezclas, entre fregar el suelo y pintar impresionantes lienzos, entre quitar las manchas de las sábanas e inspirar suspiros de cálida emoción y mirada exquisita por su impactante trabajo, entre la amargura de sobrevivir y la fascinación y alegría de tocar el cielo.
    Paso relajada y cómoda, sin alteración ni subversión por un relato soso e inerte que excede en su apagada presentación y escaso recorrido, que languidece cuando debería deslumbrar, que adormece cuando debería despertar en el espectador anhelo de saber más, deseo de indagar, pasión por descubrir y conocer las inquietudes y tormentos de un personaje irrepetible y excepcional por sus penas y glorias, habilidades y debilidades, carencias y talento.
    Toda la ilusión, esperanza y expectación que levantan el argumento, el tráiler y todos los premios recibidos -premio Cesar como la mejor película- traicionados por un resultado poco acorde a lo esperado, por la nunca hallada motivación incandescente, la nunca lograda sugestión sugerente y una triste pérdida de todos aquellos sutiles y elegantes sentimientos que me deberían permitir confirmar y admitir, sin duda alguna, que estoy ante una sublime y admirada obra de arte, sensacional y asombroso cuadro de recuerdo perdurable y sensación placentera.
    No debería pasar indiferente, sin más, por el museo de la inspiración espontánea y la galería del extraño talento virginal.
    mproust
    mproust

    234 usuarios 54 críticas Sigue sus publicaciones

    2,0
    Publicada el 19 de junio de 2009
    A mí me parece que este tipo de películas persiguen cierta concienciación del espectador progre sentimentaloide. Quiere parecer tanto cine de autor que se le ve el plumero. No está mal, pero tampoco... es para tanto.
    cine
    Un visitante
    5,0
    Publicada el 10 de agosto de 2010
    Supongamos que el espectador que asiste a la sala de cine a ver la proyección “Seraphine” de Martín Provost, no tiene idea del personaje y comienza a ver la historia. En un momento determinado a través del diálogo, comprendemos de que va el asunto, cuando el marchante alemán Wilhelm Uhde (Ulrich Tukur) le dice a la “femme du chambre”: “Pasarse la vida fregando cuando tiene oro en las manos” —por su pintura siendo casi una analfabeta— y observamos a partir de ahí, el proceso de conciencia de su talento.

    Esta historia sobre esta relación así de simple y sencilla, está cargada a través de un montaje lento, de la quietud y parsimonia del campo francés. Podemos enfatizar que su belleza cinematográfica está en varios aspectos: El primero a mi juicio, es la caracterización de la actriz Yolande Moreau en el proceso de sabiduría y talento del personaje principal Séraphine Louis, centro de atracción del filme. El otro sería la crónica de una artista, realizada desde las premisas estilísticas —impresionismo— e ideología del cine independiente de escasos recursos, aunque una película amorosamente realizada.

    Es una obra sin tiempo y sobre todo sin otro ritmo (escasos trevellings y panorámicas) que aquel que se erige en un elemento de autojustificación por el concepto de plasticidad de la imagen, de la pintura de la artista, el paisaje confiriéndole su tono intimista.

    Por lo demás, el film francés es el ganador reciente de siete “Césares”, que son los galardones que otorga la Academia francesa de cine, concretamente a la mejor película, actriz, guión, música, fotografía, dirección artística y vestuario. Y es la vida de esta pintora francesa Séraphine de Senlis (1864-1942) que vivió entre el final del XIX y el comienzo del XX, periodo único según lo expertos, donde se puede precisar con seguridad, la historia de la pintura europea por su riqueza, variedad y ruptura con todo lo que se había hecho antes.
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