Quien piense que 'El árbol de la vida' es una película falsamente trascendentalista y
escandalosamente new age debería ver esta adaptación de la novela de Guillaume Mussó "Et
après...", filmada por un francés, en inglés, con el título original de 'Afterwards'. En efecto, este
baile de datos ya da una idea de lo que termina siendo el proyecto, un galimatías lanzado
contra el espectador a modo de proyectil, con formas voluntariosamente sofisticadas, sin
duda dignas de mejor causa, y contenidos que no dejan espacio para un pensamiento más o
menos racional, expulsado de la película a base de una inmisericorde acumulación de efectos y
efectismos.
Dirigida por Gilles Burdos junto a su cómplice habitual, Michel Espinosa, Premonición pone en
escena a un estrafalario personaje, interpretado por John Malkovich sin atisbo de ironía, que
irrumpe en la vida de un exitoso abogado para ilustrarle sobre los misterios de la vida, o mejor,
sobre la presencia de la muerte en la vida. Para no complicar más la cosa, diremos que
Malkovich tiene el don de adivinar el fallecimiento de cualquier persona tiempo antes de que
se produzca. Hasta aquí el asunto no sería en exceso preocupante, e incluso podría dar lugar a
una película de género más o menos digna, en el caso de que Burdos se hubiera decantado
claramente por ese camino. Los problemas llegan cuando vemos que no es así, y que
Premonición intenta desplegar sus dudosos encantos en varias direcciones: por el film de
suspense psicológico, claro está, pero también por la reflexión sobre el sentido de la vida, la fe,
el más allá y algunas cosas más que –les confieso— he sido incapaz de asimilar en una sola
visión. El prólogo, imbuido de una simbología ferozmente atropellada y filmado como una
apoteosis de los colores pastel y los destellos de la luz en al agua, ya debería bastar para
detectar la catadura del producto, pero el laberinto narrativo posterior aún resulta más
explícito en lo que se refiere a sus intenciones. Y cuando vemos que Burdos y sus
colaboradores se toman realmente en serio su material, todo empieza a resultar más bien
preocupante.
Sin embargo, algo está muy claro: incluso el punto de partida más absurdo puede dar lugar
a una gran película. La clave está en el tratamiento, en el enfoque, de manera que 'Más
allá de la vida', de Clint Eastwood, por mencionar un caso muy cercano al que nos ocupa,
sería ininteligible sin la sensibilidad y el dominio de la imagen de su responsable. Allá donde
Eastwood ve un personaje atormentado cuyos contactos con la muerte afectan negativamente
a su relación con la vida, sin embargo, Burdos sitúa a una especie de ángel redentor engreído
y pagado de sí mismo, que trata al espectador con la misma displicencia que al abogado al
que pretende ayudar. Y el salto de una situación a otra, de las dudas del protagonista al modo
en que esa situación influye en su entorno, resulta injustificado en todos los casos, no tanto
porque no creamos en lo que vemos como porque el ansia de Burdos por epatar hace que se
desentienda del conjunto en beneficio de una recopilación de escenas a cada cual más autista. Al final del camino, por supuesto, está la solución para todos nuestros problemas: ¡menos estrés y más espiritualidad, hombre!
Lo mejor: Que todo tiene un fin en esta vida, incluso esta película.
Lo peor: Esa solemnidad que no cesa.