A primera vista, parece que ‘Shanghai' tenga que ser un producto oriental de
importación del estilo de ‘El último Samurai' o ‘Memorias de una geisha': un calculado
cóctel de exotismo con héroe occidental como centro moral del relato. Y en cierta
manera lo es. Sin embargo, en el corazón de este discreto filme de espionaje con aire
noir encontramos una humildad lejana a la pompa de los títulos citados anteriormente.
En esta película de ocupantes y resistentes, la Historia no se articula en mayúsculas, de
forma solemne y afectada, sino que sirve de mero trasfondo para un relato de secretos,
mentiras y pasiones desatadas. El escenario es la China ocupada por Japón en los
prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial. Shangai es un territorio comanche en
el que los últimos reductos de la resistencia china intentan poner trabas al ocupante
japonés, al tiempo que este último está a punto de entrar en Guerra con Estados Unidos.
En este contexto, aparece nuestro héroe, Paul Soames (un John Cusack correcto): un
hombre que, en su deseo por aclarar la muerte de su mejor amigo, Conner (Jeffrey Dean
Morgan), se verá atrapado en un laberinto de intereses cruzados.
"Entonces, hice lo que debe hacerse con un puzzle: mirarlo fijamente hasta que adquiere
un sentido". Frases de este tipo son las que hacen de Soames un tipo interesante. Con
un punto cínico, Soames juega a hacerse el pragmático, el individualista. Quiere que
creamos que va por libre, cuando en realidad es un romántico de pies a cabeza. A
estas alturas, ya podemos desvelar que Cusack es un trasunto del Humphrey Bogart
de ‘Casablanca' o de la todavía mejor ‘Tener y no tener', dos películas que resuenan en
el horizonte de ‘Shanghai'. Así, el personaje de Cusack necesita de una femme fatale
(una bellísima y desarmante Gong Li), de un archienemigo (un efectivo Ken Watanabe)
y de un marido celoso (el siempre estimulante Chow Yun-Fat, que en los mejores
momentos del filme toma las armas y desata la pirotecnia del heroic bloodshed). En
conjunto, un plantel de estrellas asiáticas que le dan un rapapolvo (artístico) al bando
norteamericano.
A ratos, a ‘Shanghai' le traicionan sus ansias de "estilo", un anhelo que no encaja
con su alma de serie B. Sin embargo, el director Mikael Håfström (responsable de las
discretas ‘1408' y ‘El rito') consigue empaquetar el producto sin demasiado alardes
ni metidas de pata garrafales, más allá de algún flash-back efectista o alguna pirueta
formal innecesaria. Por su parte, el guión lo firma Hossein Amini, en cuyo ecléctico
currículum encontramos filmes de autor como ‘Jude', blockbusters como ‘Blancanieves
y la leyenda del cazador' u obras de culto como nuestra favorita Drive. En esta ocasión,
Hamini se deja enredar por una trama de espionaje con ecos de Le Carré. En algún
momento, la maraña argumental se enreda demasiado, pero el contundente desenlace
compensa las dudas del nudo. En resumen, podríamos decir que ‘Shanghai' cumple con
el cometido de entretener, e incluso de emocionar (sobre todo gracias a Li), dejando en
el espectador el sabor de boca de una aventura bien digerida.
A favor: El plantel de intérpretes asiáticos.
En contra: El relato pierde algo de fuerza en su tramo central.