Crítica de SensaCine.com para Las chicas de la 6ª planta: La tibia ofensa

Puede parecer interesante que 'Las chicas de la sexta planta' se centre en un momento poco conocido de la historia hispano-francesa: la de las mujeres españolas que fueron a París durante el franquismo, para trabajar como mujeres de la limpieza. El director, Philippe Le Guay, presenta bien el espacio donde tiene lugar gran parte de la película: un edificio parisino, con su clásico patio interior, con una puerta para el servicio que da a la cocina y con pequeñas escaleras que suben hasta la última planta, donde vivían estas mujeres, en "chambres de bonne".

Más allá de esto, y de una Carmen Maura que siempre está bien en registros cotidianos, 'Las chicas de la sexta planta' no tiene más gracia que la de una fábula basada en las buenas intenciones. Los diálogos y las situaciones insisten en la difícil situación de ellas (se miran unas a otras con tristeza cuando una dice que deja su trabajo para casarse con un peluquero y ayudarle a limpiar el local y la casa); pero el tono termina por resultar ofensivo. Esto se capta en la secuencia en la que el grupo de mujeres baja al piso de la recién llegada para ayudarla a limpiar. La escena termina por parecer ofensiva: las vemos en un dinámico montaje, cantando y bailando, mientras pasan la aspiradora, lavan los platos o planchan. En la película, la denuncia feminista se habla, pero no se muestra. Todo parece idílico en una cinta que, sin embargo, parece jugar con la denuncia.

'Las chicas de la sexta planta' pretende ser una historia de amor con lucha de clases de fondo. El problema es que su discurso social y político sonroja: qué bella es la diferencia social, parece decir a cada rato. Como en 'Pretty Woman', al final siempre hay un príncipe, un hombre rico que arregle la vida de una pobre mujer.

A favor: Carmen Maura y la presentación de un típico inmueble parisino.

En contra: Su "buenismo" a buen precio.