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    Mapa de los sonidos de Tokio
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    2 Críticas del usuario

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    DeXteRrBDN
    DeXteRrBDN

    6 usuarios 10 críticas Sigue sus publicaciones

    0,5
    Publicada el 26 de abril de 2014
    Infumable, si se salva algo es la puesta en escena y los escenarios. .
    McNulty
    McNulty

    610 usuarios 72 críticas Sigue sus publicaciones

    1,0
    Publicada el 16 de noviembre de 2010
    Isabel Coixet es una directora de cine bastante solvente. Vaya esto por delante antes de llevarme por ahí mismo la que hasta el momento es su peor película, un engendro infumable del que tan solo es salvable su introducción inicial, y la interpretación doliente del padre de Midori, la chica que se suicidó y cuya muerte precipita todo el inverosímil desaguisado. Y digo inverosímil porque nada resulta creíble en esta artificiosa cinta, engolada y pretenciosa, hipertrofiada de ego y a reventar de ínfulas, afectada y autocomplaciente, algo así como la bastante insufrible y muy sobrevalorada “Lost in translation” de la Coppola pero empeorando el resultado, tal vez porque aquí también se sazona la historia con puntuales escenas de sexo explícito que causan entre vergüenza y risa, de lo mal resueltas que están, pues me da a mí que es complicado rodar un plano decente (en este caso con un tendencioso in- delante) cuando tu teleobjetivo principal consiste en tratar de ocultar a toda costa el indisimulable magro de tu actor protagonista (siempre forzado e incómodo Sergi López), haciendo que lo que debería ser meollo acabe convertido en molla, y colocando a la adusta Rinko Kikuchi (Babel) en brazos de una rijosidad de guiñol. Pero incluso ese molesto atentado contra las malas y sanas costumbres sería disculpable si el resto de la historia tuviera el suficiente gancho como para activar las emociones del espectador, me refiero a las auténticas, y lanzarle en pos de una experiencia trágica marcada por el dolor y el silencio. Pero nada de eso sucede a lo largo de todo el metraje, y aquí el silencio solo sirve para encubrir la ausencia de ideas, y, a excepción de las escenas estupendamente interpretadas por Takeo Nakahara, el dolor resulta tan impostado en líneas generales que el enfado crece en proporción directa a la falta de interés generada por el resto de personajes. No conmueve, no dice, no emociona, no muestra, no habla ni tampoco sabe callar. Un tropiezo en la exitosa carrera profesional de una interesante autora que suponemos habrá hecho la oportuna reflexión sobre lo acontecido para, así lo esperamos y deseamos, decidir con rapidez volver por sus fueros y ofrecernos guiones más sólidos tipo “Mi vida sin mí”. Uno no puede decidir serlo y convertirse en Wong Kar-Wai de la noche a la mañana. Ah, y el desenlace resulta tan insustancial y vacuo como todo el material sufrido hasta ese anhelado momento. Huero esteticismo. A estas alturas de la película, y después de todo lo dicho, ¿alguien lo dudaba?
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