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    High School
    Críticas
    2,5
    Regular
    High School

    Planeta fumeta

    por Mario Santiago

    En contra de lo que podría parecer, en una comedia de adolescentes fumetas se imponen reglas y esquemas más o menos estrictos. Y es que, aunque el mensaje de estas películas suele celebrar la irresponsabilidad, la inmadurez y una cierta anarquía, a nivel formal, estamos ante uno de los subgéneros más codificados del Planeta Cine. En gran medida, nuestro gozo como espectadores está garantizado por su rigidez. Sabemos que los protagonistas serán dos chavales de perfil diferenciado: las combinaciones más habituales son las de gordo-flaco, guapo-chiflado o nerd-gamberro (la magnífica saga de Harold y Kumar supo exprimir las posibilidades interraciales de la ecuación). También sabemos que el dúo protagonista se verá envuelto en un embrollo de cuidado, que se irá magnificando como una bola de nieve que rueda cuesta abajo, y que irá recogiendo por el camino préstamos de otros géneros, habitualmente el policíaco - Superfumados (Pineapple Express) sacó mucho partido a esta posibilidad-. Podríamos seguir enumerando las "reglas de oro" de la comedia de fumetas y todas ellas nos servirían para hablar de la entretenida aunque olvidable High School.

    Ahondando en la fórmula, cabe decir que estas películas suelen navegar por la difusa frontera que separa el cine físico del psicológico. Cuando pensamos en los hitos de la buddy movie adolescente y desfasada -de Colega, ¿dónde está mi coche? a Supersalidos-, solemos recordar sobre todo la espástica gestualidad de los actores y la fantástica energía cinética del relato. Sin embargo, en los mejores casos, al final del recorrido, suele quedar el entrañable eco de una vivencia real: una amistad fortalecida, la complicidad fraternal de los protagonistas, la satisfacción íntima y épica de la utopía juvenil vivida en todo su esplendor. Pues bien, es en este último apartado donde las deficiencias de High School se hacen más palpables.

    En su cara más gamberra, no hay demasiado que reprocharle a la opera prima de John Stalberg. El culto a la libertad y la mística del fumeta se exponen sin demasiado brillo, pero con eficacia. Hay incluso momentos de esplendor: como esa clase de instituto que toca las mieles de la lisergia gracias a la repetición de la palabra "beverage" (bebida), convertida en mantra por el envejecido Herbert de "Luz de luna" (sí, ahí está el gran Curtis Amstrong haciendo de las suyas). También hay momentos mediocres, como la mayoría de los protagonizados por el villano de turno: un irreconocible Michael Chiklis (¡el Vic Mackey de The Shield!) reconvertido en un Seymour Skinner de segunda. Sin embargo, como íbamos diciendo, la debilidad de High School se manifiesta cuando aspira a capitalizar la herencia de John Hughes: sus intentos por humanizar al dúo protagonista son inútiles. De hecho, los momentos más discursivos (ese monólogo de celebración del carpe diem adolescente) caen en saco roto y la película se debilita cada vez que apuesta por explicitar su mensaje. En su particular Apocalipsis fumeta -un edén anárquico y punk que invocaron con más fiereza películas como Rock 'n' Roll High School o En el abismo, ambas de 1979-, High School exprime los clichés del género con soltura, pero en su búsqueda de verdad, descubre su naturaleza autocombustible.

    A favor: Algunos arrebatos de genuina lisergia.

    En contra: Su burda apelación a un registro más realista.

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