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    Dredd
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Dredd

    Yo soy la justicia (reloaded)

    por Alejandro G.Calvo

    Recuerdo un viejo cómic del Juez Dredd -"Solo en medio de la multitud" de John Wagner y Alan Grant, 1981- donde, al principio del mismo, un ciudadano de Mega-City decide agachar la cabeza y apretar el paso al ver a un grupo de delincuentes que disfrutan robando, pegando e, incluso, asesinando a la gente. Tras unas pocas páginas el cómic se cerraba con todos los villanos o detenidos o muertos a cargo del totalitario Juez protagonista. Es entonces cuando reaparecía el personaje del inicio que, al ver a Joe Dredd, hacía exactamente lo mismo que al arranque: mirar hacia otro lado, escabullirse, murmurando por lo bajini: "no quiero líos".

    Esa es la realidad de Dredd: que hace parecer al Charles Bronson de 'Yo soy la justicia' y al Clint Eastwood de la saga de Harry Callahan como si fueran monaguillos de los Legionarios de Cristo (o cualquier otra iglesia fundamentalista). Dredd es lo más parecido a Robocop que podamos imaginarnos: una especie de máquina de carbono orgánico que disfruta ejecutando a todo aquél que se atreva a infringir la ley. Si tenemos más simpatía por él es porque los malos son aún peores; ellos, torturan, deshollan, deshonran, violan y asesinan inocentes con tanta facilidad como una caja de ahorros (en el mundo real) deshaucia a los que no cumplen con la hipoteca.

    De ahí que el gran acierto de esta 'Dredd' que remakea aquel infumable film protagonizado por Sylvester Stallone y dirigido por Danny Canon sea el de plantear la acción directa sin ningún tipo de florituras y/o cortapisas. La nula humanidad del Juez Dredd viene aquí representada por un hombre sin rostro; Dredd es una máscara, un símbolo, seguramente un icono de la ultraviolencia, de la falta de escrúpulos, el máximo representante de la ley del Talión para un mundo distópico: ojo por ojo, víscera por víscera. Es la perfecta metonimia de una película que posee su misma fiereza, sequedad y nula sensibilidad. Aquí de lo que se trata es de multiplicar las muertes, de hacer que la sangre corra a borbotones, que ésta, prácticamente, salpique al espectador a través de sus gafas 3D reciclabes.

    'Dredd' pose un valor semántico similar a uno de los mejores títulos del 2011: la tailandesa 'The Raid' (en nuestro país se estrenó directamente en home video). Si en la magnífica (y brutal) cinta de Gareth Evans un escuadrón de policía se veía atrapado en un bloque de edificios habitado todo por sanguinarios delincuentes, en el film de Travis serán dos agentes -el guion de Alex Garland, guionista habitual de Danny Boyle, sitúa a una joven Juez al lado de Dredd para contrastar toda su malevolencia y, de paso, crear un personaje con el que el espectador se puede identificar (el único)- los que se queden encerrados en un rascacielos donde cada cabeza cuenta como un posible enemigo. Un "huis clos" que se torna en un espectáculo salido de madre a través de las múltiples matanzas acaecidas durante su metraje.

    Evidentemente esto es Hollywood, de ahí que 'Dredd' se quede a las puertas de lo malsano, de la barbarie absoluta. Pete Travis no es Takashi Miike, de hecho, ni siquiera es Eli Roth o Alexandre Aja, por lo que su show no alcanza la profundidad necesaria para que ésta sea una gran película. Es sólo eso: serie B con mala leche y mucha gracia que, con toda seguridad, hará las delicias de los fans del fantástico más sanguinario.

    A favor : Bang, bang

    En contra: Cuando no hay tiros y los personajes tiene que hablar

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