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    Black Mass. Estrictamente criminal
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Black Mass. Estrictamente criminal

    El rey de Boston

    por Suso Aira

    Parece una misión casi imposible la que tienen muchos cineastas cuando se aventuran en el género criminal, en el gansteril más concretamente. Antes que ellos, proyectando sus sombras y su influencia, están dos pesos pesados: Francis Ford Coppola y Martin Scorsese. Es cierto que existen derivaciones, carreteras secundarias paralelas a las autopistas de los dos maestros italoamericanos, no menos estimulantes, pero la realidad es que, voluntaria o involuntariamente, ambos autores se erigen como el modelo a seguir.

    Black Mass tiene, efectivamente, a Coppola y a Scorsese manifestándose entre sus imágenes y presupuestos. Del primero aparece ese halo de tragedia shakespeareana propia de la trilogía de El padrino, pero más que El rey Lear estamos en territorio de Ricardo III (James Withey Bulger es Ricardo III) o en una fraternal variación (los encuentros entre los Bulger, el criminal y el senador, son excepcionales) de Macbeth. Del segundo, Black Mass toma el lado más lumpen y costumbrista del género, las Malas calles transitadas por Uno de los nuestros, además de, por supuesto la un tanto menor Infiltrados (el real Bulger era la inspiración de ese psicópata diabólico interpretado por Jack Nicholson). Mantiene las coreografías cuasi operísticas de la violencia que los dos directores convirtieron en seña de identidad, y de Scorsese roba la dimensión teológica: Bulger es la encarnación del Mal, es como el Robert De Niro de El cabo del miedo, un ángel de la muerte, un demiurgo de la maldad y del asesinato. Otros temas como el pecado (original), como la culpa, como una reescritura de la figura de Judas como asesino al servicio de Dios y como el término del purgatorio, remiten desde la película de Scott Cooper al imaginario del firmante de Casino.

    Lo más interesante, empero, de Black Mass es la forma en la cual, sin salirse nunca del apasionante relato periodístico de los años de plomo del crimen en Boston (con su imbricación casi bíblica con el poder económico y político), consigue psicoanalizar la época y los actores de este drama trágico, realizando un viaje introspectivo a la raíz del Mal. Un viaje que es un paseo por una de esas carreteras secundarias de las que hablaba al inicio de esta crítica: la de la obra de Abel Ferrara. Sin la aridez visual de Ferrara, pero con la contundencia y frialdad de sus momentos de violencia extrema. No por nada, el autor de El rey de Nueva York sería el Bulger de dos tipos más clásicos como Coppola y Scorsese.

    Suso Aira

    A favor: la matizada y terrorífica interpretación de Johnny Depp.

    En contra: a veces da demasiada información y cuesta asimilarla.

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