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    Zoolander 2
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Zoolander 2

    Blue Steel demodé

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Hay que ser realistas: es imposible que Derek Zoolander no estuviese en 2016 algo demodé ahora que han pasado tres lustros desde que se convirtiera en icono global de la tontería del mundo de la moda. Zoolander (Ben Stiller, 2001) fue el particular efecto 2000 de la industria fashionista, hoy en día, sin embargo, superado por las mil y una chorradas que suceden desfile tras desfile en el cada vez más veloz y alocado universo de las tendencias. ¿Cómo encajaría Derek Zoolander en un mundo donde la mirada Magnum ha evolucionado hacia el duckface, en el que hemos visto vestidos hechos con filetes de carne (Lady Gaga) y en el que tener muchos seguidores en Instagram es más importante que un desfile en la capital de la moda? Esta podría ser la supuesta pregunta con la que arrancar la secuela del clásico de Stiller, de nuevo firmada por el actor y director, y la respuesta, sabemos, es fácil: nuestro modelo masculino favorito está fuerísima de onda. Entonces, ¿cómo hacer de su comeback un regreso triunfal? Stiller está convencido que con volvernos a contar los mismos chistes la cosa funcionará. Nosotros no tanto.

    Zoolander 2 parece una película que todavía navega entre las primeras aguas del nuevo milenio, como si no hubieran pasado quince años desde la película original. Todo es extrañamente noughties, el colmo del bucle retronostálgico en el que la cultura lleva atrapada justo desde que comenzaron los dosmiles. A esa sensación de déjà vu contribuye el hecho de que, en su esencia, personajes y trama narrativa sean casi iguales que en la cinta predecesora (algo que por otra parte tampoco es reprochable: el público va a ver secuelas porque quiere continuar acompañando a los mismos personajes que las películas anteriores), pero también el poco espacio que esta segunda parte deja a chistes sobre el mundo de la moda actual y a sus nuevas caras. Es cierto que la intervención de Kyle Mooney como el hipster Don Atari es descacharrante, pero un poco más de intensidad en el choque generacional entre egos fashionistas habría conseguido que el trabajo aspirara al menos a ser algo más que un ejercicio de añoranza. Del mismo modo, que Stiller haya reclutado a caras pujantes (ya establecidas) de la comedia americana como Kristen Wiig o Fred Armisen (genial su papel de VIP) también es destacable, aunque darles más espacio en vez de regresar a bromas conocidas y hoy vistas un poco trilladas habría catapultado la película al estatus de secuela que avanza a la original. También sabíamos que la lista de cameos sería interminable (Kanye West, Kim Kardashian, Tom Ford, Katy Perry, Valentino, Kiefer Sutherland, Marc Jacobs, Ariana Grande…) pero a excepción de dos o tres intervenciones (Justin Bieber, Perry o un supremo Kiefer Sutherland), las apariciones de los guest star saben a poco. Algunas ni se aprecian.

    Quizá nos habíamos entusiasmado mucho con el regreso de Zoolander y, todo sea dicho a su favor, quien tuvo, retuvo. Hansel (Owen Jones) y sus problemas con la orgía con la que convive son de una ocurrencia brillante; la intervención de Sting hace que echemos sólo un poquito de menos a David Bowie (salvando las distancias, claro); Penélope Cruz protagoniza unos cuantos gags memorables a costa de su delantera y su vis cómica va in crescendo a medida que avanza la película (otro genial chiste tiene que ver con una de las grandes ciudades del humor patrio, Albacete); mientras que la épica aparición de Mugatu (Will Ferrell) nos reconcilia con una trama que va abrazando lo trash hasta coronarse con un aquelarre final digno de cualquier salvajada de los años ochenta. Hay unas cuantas dosis de estupidez en Zoolander 2, sólo que quizá hubiéramos deseado ver a un Derek atolondradísimo en un mundo que debería sobrepasarle más por quedarle precisamente aún más grande. Será porque nada ha cambiado en las coordenadas en las que se mueve.

    A favor: Penélope Cruz como heroína de cómic se come la pantalla.

    En contra: La mirada Magnum de Derek Zoolander ha perdido algo de chispa.

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