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    Selma
    Críticas
    3,5
    Buena
    Selma

    Fugaz momento de compasión

    por Mario Santiago

    De entre los pilares temáticos que conforman el universo de Selma –sólida y didáctica aproximación a la figura de Martin Luther King–, cabe destacar una idea que el film sostiene con determinación: que los grandes cambios de paradigma históricos pueden rastrearse en las circunstancias más concretas. El arco de la historia encapsulado en un momento singular. Así, Selma se acerca al monumental mosaico de la lucha por los derechos civiles y raciales en la Norteamérica de los años 60 mirando a través de un microscopio fílmico, centrando el objetivo en lo ocurrido en la localidad de Selma, Alabama, durante unos días de marzo de 1965. Días en los que el reverendo King y los suyos decidieron poner contra las cuerdas al presidente Lyndon B. Jonson organizando una marcha pacífica en favor del derecho de la población negra a votar. A su manera, concentrándose en este triunfal testimonio de lucha y comunión (racial y religiosa), la directora Ava DuVernay se alinea con el célebre historiador norteamericano Howard Zinn, que en su seminal ‘A People’s History of the United States’ abogaba por un futuro que “pueda hallarse más cerca de los fugaces momentos de compasión del pasado que de los numerosos siglos de conflictos armados”.

    Con este objetivo, DuVernay decide aproximarse a los hechos retratados en Selma desde un punto de vista riguroso en lo temporal –no hay flashbacks ni grandes elipsis– pero flexible en lo tonal. En ciertos momentos, la cámara se pega al rostro de King en busca de susurros y gestos mínimos que puedan revelar la dimensión íntima del hombre: sus sacrificios, dudas y encrucijadas, parte esencial de su heroísmo. Sin embargo, en otros momentos, la cámara arranca a volar mientras una emotiva banda sonora acentúa el empuje épico de la voluntad y los discursos de King. Esta variedad de registros permite a la directora retratar con claridad las diferentes dimensiones del personaje: el líder activista, el estratega político, el hombre de familia. Una visión de conjunto sostenida sobre la sobria y minuciosa interpretación de David Oyelowo, que convierte cada gesto en una idea: una convicción, una emoción, una decisión. Por su parte, la narración mantiene un rumbo estable y fijo. Tiene muy claro lo que quiere exponer y el relato sólo se desvía puntual e innecesariamente para completar el contexto histórico: ahí cabe situar la anecdótica aparición de Malcom X y su reunión con la esposa de King, un personaje femenino que bascula entre el centro y el trasfondo de la historia.

    El problema llega cuando DuVernay se deja llevar por algún exceso de maniqueísmo. No hace falta filmar a cámara lenta el latigazo propinado por un policía blanco a un manifestante negro para evocar la crueldad e injusticia de la segregación racial, que ya queda bien expuesta en el mesurado retrato que propone el film de los racistas dirigentes de Alabama (Tim Roth está en su salsa como el intransigente y sibilino gobernador George Wallace). En este sentido, resulta difícil no recordar la sensacional aproximación de Steven Spielberg a la figura de Abraham Lincoln –así como su precedente más directo, ‘El joven Lincoln’ de John Ford–, que ofrecía una visión poliédrica del personaje sin desmarcarse de una perspectiva intimista, donde las palabras apenas requerían de adorno para vibrar con la justa resonancia ideológica. Selma se sostiene como un film riguroso que hace justicia a la figura de Martín Luther King, pero que arrastra algunas losas del género del biopic.

    A favor: Las interpretaciones y la consistencia del abordaje histórico.

    En contra: Algún efectismo de más.

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