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    Tucker & Dale contra el mal
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Tucker & Dale contra el mal

    Paletos somos todos

    por Gonzalo de Pedro

    Todos sabemos que el diablo es capaz de adoptar formas tan terroríficas como seductoras con tal de atraernos a sus redes. De José María Aznar a George Bush (padre e hijo indistintamente), pasando por Felipe González, Los del Río o Carlos Baute, los acólitos del maligno, o sus posibles reencarnaciones, nos obligan a estar muy atentos y no bajar nunca la guardia. Fruto de la observación detenida de las partes más oscuras de lo real, los guionistas de esta alocada comedia llegaron a una aterradora conclusión: la forma más perfecta de Satanás se esconde bajo la apariencia de un grupo de universitarios en excursión de fin de semana. Así, el cóctel porros, cerveza y baños en bolas a medianoche solo puede ser la expresión de una posesión diabólica. O algo así.

    En realidad, esta introducción falsamente chistosa (sí, eran chistes, aunque malos) debería marcar el tono gamberro de una película que busca subvertir los tropos más habituales en las películas del terror, subapartado de excursiones universitarias al campo, hasta reducirlos al absurdo por la vía de la hipérbole. 'Tucker & Dale' arranca como tantas otras, con un grupo de jovencitos en excursión de fin de semana, pero a los pocos minutos se produce un brutal cambio de punto de vista, y quienes parecían nuestros protagonistas, pasan a un segundo plano, dejándonos en la compañía de dos paletos con aspecto de psychokiller y tierno corazón. Esta inversión de la mirada, que coloca al espectador en el punto de vista de los tradicionales antagonistas, es probablemente el gran acierto de la película, que jugará con inteligencia a los malentendidos con la información, demostrando que todo en la vida, y también en aquello relacionado con satanás, es cuestión de punto de vista, y lo que los universitarios, los auténticos paletos de la historia, irán interpretando como señales inequívocas de la presencia del mal, el espectador sabrá que no son sino malentendidos que irán derivando en una tragedia de crecimiento exponencial.

    La escalada de violencia y muertes idiotas llevan a la película por el terreno que realmente quería explotar: el de la comedia más física, que se sirve en este caso de los estándares del género para reducirlos a escombros inútiles que dan paso, y quizás aquí esté el gran problema, a la inevitable trama amorosa.

    Lo mejor: la escalada de violencia y muertes absurdas

    Lo peor: su querencia por el romance y cierta insustancia final

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