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    Serena
    Críticas
    2,5
    Regular
    Serena

    La inoperancia del relato épico clásico

    por Israel Paredes

    Serena, segunda producción norteamericana de la cineasta alemana Susanne Bier, intenta ser, y por momentos lo consigue, una cinta de época anti-romántica y anti-épica, poblada de personajes desagradable, con una extraordinaria fotografía y buenos intérpretes, que sin embargo se pierde al acabar abrazando al final lo que presumiblemente buscaba atacar.

    Aunque irregular, la carrera de Bier ha ido manteniendo una cierta coherencia película tras películas; incluso su primera incursión en el cine estadounidense, Cosas que perdimos en el fuego (2007), suponía una consecución lógica de sus anteriores obras. El éxito de En un mundo mejor (2010) pareció una suerte de consagración para la cineasta que tras dos películas irregulares, ha permitido que Bier pueda realizar Serena, en muchos sentidos, su película más ambiciosa, al menos en producción y en intenciones. A pesar de que en apariencia parece ser una apuesta diferente, en ella Bier sigue indagando en el interior de sus personajes, sus conflictos, mirando hacia la intimidad de la pareja y su complejidad. Bier suele trabajar a los personajes desde una perspectiva abierta, rehuyendo en lo máximo posible el maniqueísmo y lo esquemático, aunque no siempre haya conseguido ser convincente. Esto resulta muy interesante en Serena dado que estamos ante un melodrama, al menos en su forma primigenia, a la antigua usanza, con un carácter de épica o de epopeya. Gracias a la excelente fotografía de Morten Søborg, Bier construye una película oscura aprovechando la ubicación montañosa en que se desarrolla, pero también mediante el trabajo casi tenebrista de los interiores. La Gran Depresión de finales de los veinte queda bien retratada en esa atmósfera, también, por supuesto, en la propia historia y, sobre todo, en unos personajes que parecen o bien ser una extensión de esos parajes o bien estar totalmente imbuidos en ellos en perfecta simbiosis. Volviendo al comienzo, los personajes de Serena son, en general, deliberadamente (o eso parece) desagradables, resulta casi imposible epatar con ellos, pero tampoco llegamos a odiarlos, quedándose al final en un punto intermedio que acaba provocando, al final, un cierto distanciamiento hacia la trama.

    Con Serena, Bier parece trabajar las estructuras y características del cine épico clásico, vía melodrama bigger than life, para mostrar la imposibilidad de su funcionamiento hoy en día. Asumiendo una postura anti-romántica y anulando el alcance, hasta el final, del carácter épico, Bier contraviene la tradición, o al menos lo intenta. Su apuesta por una historia dura y por esos sombríos personajes resulta elocuente al respecto. No consigue que nadie esté cómodo, ni los personajes ni el espectador, porque la película parece en todo momento frustrar las expectativas. Bier intenta mostrar esa inoperancia en la actualidad del relato clásico del melodrama desde su interior, dinamitándolo desde dentro, y lo consigue durante muchos momentos del relato hasta su final, cuando todo queda varado al caer en un tremendismo muy enfatizado que convierte Serena en un relato trágico de dos amantes que descubren que el sentido idílico que pensaban tendría que sus vidas no era más que un sueño enfrentado a una realidad dura y despiadada. Y entonces, cuando Bier permite que en el relato se introduzca esa sensación, sus intenciones de crear una película rupturista con la tradición, se pierden. Algo queda, por supuesto, sobre todo la agradable sensación de que Bier no se acomoda bajo un magnífico diseño de producción para entregar una obra convencional. Pero también queda la contradictoria sensación de que se ha quedado a medio camino, quizá porque la historia tampoco daba para tanto, alargada en extremo y en determinados momentos francamente aburrida. Se entiende que recurra a golpes de efecto de narrativos para hacer avanzar la acción, al fin y al cabo estamos en el terreno del melodrama y en él se impone la necesidad, en ocasiones, de esos requiebros para jugar con el tiempo narrativo y las expectativas. Pero si Bier quería mostrar las costuras de ese tipo de cine, de la imposibilidad de que su parámetros discursivos y emocionales sigan siendo operativos hoy en día, debería haber evitado que esos momentos no parezcan a veces ridículos ni que al final, en su conjunto, la película tenga demasiados elementos de su historia que parecen poco creíbles, concluyendo con un final trágico en exceso y desmedidamente épico.

    Lo mejor: Los actores, la fotografía y la primera parte de la película, durante la cual Bier sí es capaz de poner en escena el relato oscuro que persigue.

    Lo peor: Toda la parte final y la sensación de que la película gira y gira sobre un par de temas alargados sin necesidad.

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