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    El niño de la bicicleta
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    El niño de la bicicleta

    Bajo el (luminoso) sol de estío

    por Carlos Reviriego

    Por más que lo intenten, los sub-Dardennes del cine mundial –que no son pocos– jamás se acercarán a su modelo. Hay algo en las películas de los hermanos belgas, en la concepción de su oficio como si fuera su "deber como ciudadanos" (en palabras de Álvaro Arroba), que es simplemente inimitable. El emotivo humanismo de los autores de 'Rosetta' (1999) y 'El niño' (2005) –galardonadas ambas con la Palma de Oro en Cannes– regresa a las pantallas españolas con su octavo largometraje de ficción, 'El niño de la bicicleta', que también compitió en La Croisette y donde de nuevo la comprensión y solidaridad con sus semejantes no precisa disfrazarse de panfleto social, sentimentalismo o propaganda política. La criatura obstinada de su última ficción se llama Cyril (Thomas Doret), un niño de once años que no se detendrá ante nada ni nadie hasta dar con su padre, que le abandonó temporalmente en un orfanato. En su búsqueda, se encuentra con Samantha (Cecil de France), una peluquera que se ofrece a cuidar de él durante los fines de semana, y que con no menos tenacidad se propone ofrecer una educación moral (a través del cariño y el ejemplo social) a Cyril, criatura problemática, enfebrecida de rabia, que arrastra un extremado déficit de afecto.

    Si algo ha caracterizado siempre los filmes de los Dardenne es el rigor de la simplicidad, un minimalismo narrativo que en este caso resulta quizá más elocuente que nunca. Sobre la pulsión neorrealista del filme, el relato no se permite una sola concesión al ornamento, a la derivación o la complacencia dramática, si bien se detectan algunas pequeñas variantes sobre el resto de su filmografía, que en el caso de los Dardenne son especialmente significativas por lo que tienen de postura cinematográfica. Aparte de que han filmado por primera vez en la estación veraniega (imprimiendo una luminosidad insólita en la fotografía frecuentemente gris de Alain Marcoen), y no en la deprimente y fría ciudad de Sereign donde acostumbran a situar sus relatos, también han contado por primera vez en el reparto con una reconocible estrella del cine europeo (Cecil de France, la periodista de 'Más allá de la vida') y han incorporado música extradiegética (Beethoven) a la narración, si bien en muy pequeñas pinceladas.

    Si con 'El silencio de Lorna' ya mostraron cierta tendencia a la estilización narrativa, caminando tímidamente por el cine de género, en el desarrollo dramático de 'El niño de la bicicleta' los Dardenne se alejan conscientemente de la inmediatez y la suciedad documental para poder distanciarse de lo que cuentan, si acaso poetizarlo, y justificar así algunos giros de guión y personajes novelescos, como el pequeño traficante con el que Cyril se asocia en su fuga permanente del redil social. Pero acaso la variante más sintomática del vuelco que este filme representa en la carrera de los belgas –el tiempo dirá si será pequeño o no– es el factor de esperanza, de confianza en el futuro y hasta en el sistema social, que se deriva de un tramo final capaz de congraciar a Vittorio de Sica con Dreyer, por más que las poéticas de ambos cineastas estén tan enfrentadas entre sí. 'El niño de la bicicleta' es, fuera de toda duda, la película más compasiva, cálida y luminosa de estos cineastas tan necesarios para el cine europeo como lo fueron en su día Roberto Rossellini o Jean Eustache.

    A favor: La frescura y el rigor de un relato que en otras manos hubiera caído en el ternurismo.

    En contra: Algunas soluciones de guión discutibles y los deslizamientos hacia el estereotipo de ciertos personajes.

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