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    El Skylab
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El Skylab

    La familia, gracias

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Largas comidas donde la política se prohíbe siquiera mencionar, niños y adultos separados por mesas, bromas infantiles y borracheras de sobremesa. Así suele recordarse el menú familiar de verano, donde la reunión del clan sirve también para hacer parar el tiempo, reflexionar sobre el statu quo y, en el caso de los más pequeños, ir creciendo a medida que se descubren nuevas y vitales emociones. Así es también 'El Skylab', el nuevo filme de Julie Delpy que, gracias a su buen hacer a la hora de enseñar en pantalla las afinidades y desavenencias de una familia francesa muy heterogénea, consiguió llevarse el Premio Especial del Jurado en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, amén de unas cuantas sonrisas.

    Y es que todo es especialmente simpático en esta película cuyo título hace referencia a la primera estación espacial, que entre 1973 y 1979 orbitó alrededor de la Tierra hasta que en el verano de ese último año, debido a serios daños durante el lanzamiento, acabó cayendo en nuestro planeta. La madre de la niña protagonista, a través de cuyo recuerdo viajamos al pasado, teme que la estación caiga sobre sus cabezas, en Francia. Sabremos, finalmente, que eso no sucederá. Todo ese miedo, por el contrario, articula una mirada nostálgica hacia esa comida en la Bretaña, suerte de arcadia última, celebrada como si fuera el refugio de unos años setenta que se iban para no volver. Por esa mesa pasa desde la inmigración española, el conflicto de Algeria, los nuevos modelos de familia y las crisis de pareja en forma de conversaciones fútiles, de soslayo, y regadas con mucho beaujolais. Habrá quien eche de menos algo más de profundidad a la hora de abordar ciertos temas, pero la de Delpy es una comedia ligera, como el tinto joven, como la nostalgia estival. Lo cierto es que el formato se descubre como un acierto, aunque el gran trabajo a la hora de dotar de verosimilitud y encanto al filme recae en la naturalidad y potencia de su reparto coral, tan cercanos como la propia familia. Eso sí, quizá no ha sido muy acertado estrenar el filme justo en la época del año en que uno más se roza con primos, hermanos, abuelos, padres y madres, sobrinos, y un largo etcétera.

    A favor: La naturalidad de los actores.

    En contra: Si las comidas familiares a veces nos resultan eternas, Delpy no se ha quedado corta con la que filma.

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