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    300: El origen de un imperio
    Críticas
    2,5
    Regular
    300: El origen de un imperio

    ¡Espartanos al agua!

    por Alejandro G.Calvo

    Cuesta mucho entrar en esta secuela de la, para bien o para mal, mitificada 300 de Zack Snyder. Y no es culpa de que llegue aberrantemente tarde -8 años-, ni de que el cómic del que parte –“Jerjes” de Frank Miller- no haga más que retrasar su publicación, ni siquiera de que hayan cambiado al siempre funambulista Snyder por el desconocido Noam Murro. Eso son minucias. Aquí el principal problema con el que el espectador se encuentra es el abatimiento infográfico al que la película se aboca en su condición de objeto digital de última generación. Con una fotografía cansinamente oscura y un 3D que juega en la torpe liga de Ira de titanes (y similares, como la última entrega de Piratas del Caribe), este nuevo festín de batallas sanguinolentas entre musculados torsos griegos y góticos enmascarados persas acaba por convertirse en un borrón de píxeles de complicada ingesta e imposible digestión.

    Es una pena, porque sin duda 300: El origen de un imperio posee ese espíritu lúdico y cachondo de los péplum italianos de los años sesenta, un noble ejercicio argumental tremendamente camp donde el sinsentido épico de las imágenes tiene energía suficiente para malversar la habitual marca blanca de tanto blockbuster falto de chicha. Normal que la ultraviolencia –es imposible llevar la cuenta de las cabezas partidas, miembros amputados y degollamientos a cuchillo que acaecen en el relato- acabe desinflándose frente al cada vez más común destilado digital. No sé, quizás es un pensamiento viejuno el echar de menos la hemoglobina licuada y la gomaespuma gore de tantos entrañables títulos terroríficos de la serie B más sangrienta, pero lo cierto es que tras la pátina que impone el acabado en HD la imagen más violenta acaba por perder buena parte de su fiereza natural. ¿Y qué queda de 300 si la violencia se torna inusitadamente naíf?

    Mucho más interesante resulta el enfrentamiento bélico-sexual entre Temístocles (correcto Sullivan Stapleton) y Artemisia (incendiaria Eva Green), cuya pelea-coito acaba por resultar el momento más tenso (y divertido) de toda la película. De hecho, hay que agradecer a los responsables –los productores aquí tienen mucho más peso que guionistas y director- que carguen buena parte del peso de la película en la villana Artemisia –es al único personaje al que se dignan poner en origen-, pues es en la sonrisa afilada de araña de Green donde realmente se encuentra el voraz potencial de una película que, como casi todos los barcos que habitan en ella, no puede evitar hacer aguas por todas partes.

    A favor: La tensión sexual no resuelta entre los protagonistas.

    En contra: Que no quede rastro de la épica desaforada del film original.

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