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    Las dos vidas de Audrey Rose
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    David Filme
    David Filme

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    3,0
    Publicada el 25 de marzo de 2022
    "Las Dos Vidas De Audrey Rose" es un aceptable e inquietante film de terror sobrenatural, dirigido por Robert Wise y protagonizado por Marsha Mason y Anthony Hopkins.
    Una mujer y su hija, Audrey Rose Hoover, mueren en un accidente automovilístico. Dos minutos después, cerca del lugar, nace Ivy, hija de Janice y Bill Templeton. Años después, Ivy, ya de 11 años, comienza a tener espantosas pesadillas, mientras un extraño, Elliot Hoover, frecuenta los sitios en donde la niña va, provocando la desconfianza de sus padres. Finalmente, Hoover le contará a los Templeton que está convencido de que Ivy es la reencarnación de su hija Audrey Rose, provocando un conflicto emocional de nefastas consecuencias. Luego del éxito comercial y de crítica de "The Hindenburg" (1975), que le significó ganar dos Premios Oscar a los mejores efectos visuales y sonoros, el reconocido director Robert Wise, se embarca en la adaptación cinematográfica de la novela "Audrey Rose" (1975) de Frank de Felitta, quien se dice tuvo como inspiración una supuesta e increíble habilidad de su hijo para tocar el piano, lo que lo llevó a pensar que lo había aprendido en una vida anterior. La novela y el guión, entonces, tienen como leitmotiv la creencia en la reencarnación desde la perspectiva del Hinduismo, referencia que la película toma de forma recurrente y hasta de forma explícita, en especial en las escenas en que Elliot Hoover narra su experiencia en la India a los Templeton.

    La historia es un gran punto a favor, ya que pocas veces se ha tratado la temática de la reencarnación de una forma tan bien llevada. El guión está escrito por el autor de la novela, lo que normalmente garantiza cierto sentimiento fiel a la obra original. Otro elemento que también es digno de destacar, es la forma en la que intenta contagiar ese terror. Desde el primer fotograma nos muestra el carácter impactante de la película, viendo como un coche sufre un accidente que acabará con la vida de una niña de cinco años, para dejar paso a la angustia de ésta mientras intenta romper los cristales del automóvil mientras lo devoran las llamas. Lo increíble es que prescinde de todo detalle morboso, todo se hace de forma sibilina, muy cuidada, evitando las escenas grotescas que tanto caracterizan al terror de los 70s. No obstante, no se debe obviar una evidente influencia de clásicos como "Rosemary's Baby" (1968) y "The Exorcist" (1973), en especial éste último, ya que la trama también expone en cierta medida una posesión, que si bien no es diabólica, sugiere experiencias traumáticas para su víctima, Ivy, ya que la preadolescente será atormentada por visiones y sensaciones horrorosas cuando, siendo Audrey Rose, quedó atrapada en el vehículo y gritaba por ayuda. El film tiene un comienzo prometedor y enigmático, al presentar el tranquilo pasar de una familia estándar de clase media, cuyos pilares poco a poco comienzan a sentir extrañados y molestos por la presencia de un extraño hombre, que aparece donde quiera que Ivy Templeton esté, ya sea en el colegio, en el parque, etc.

    Sin embargo, en el momento en que Elliot Hoover aclara lo que está sucediendo, el guión decae en el factor sorpresa, volviendo reiterativa por momentos, en especial, cuando se hace evidente que Hoover terminará por intervenir de alguna forma en las crisis de Ivy, y tendrá un conflicto cada vez más intenso con el padre de Ivy, Bill Templeton. Se debe reconocer a Wise su intento de diversificar la naturaleza de los hilos argumentativos, en donde incluye géneros, partiendo del drama y el terror, como el policíaco y el científico, aunque no sea de forma realmente conviencente y además alargue demasiado el metraje del film. Y es que el director ofrece una perspectiva algo ridícula al hacer que un juez acepte como prueba para decidir la sentencia una regresión, que comprobase que la niña estaba poseída por otra alma. No obstante, el espectador puede llegar a simpatizar con esta posibilidad porque en el fondo es la razón que hay detrás del leitmotiv del guión. Y, por otra parte, Wise al tratar de no dejar cabos sueltos, alarga demasiado el metraje, lo que constituye un arma de doble filo, ya que puede convertir una historia que se explica a sí misma de forma correcta en una experiencia tediosa para los menos tolerantes. Ello, además, trae algunos problemas de ritmo que creo le restan algo de fuerza a la historia, haciendo que una historia como ésta pudiera haber sido mucho más dramática de lo que realmente fue. En esos años el tema budista y de la reencarnación era una ideología que empezaba a surgir con mucha fuerza, y mucha gente y artistas se acogieron a ella. Pero claro, esa implantación estaba un poco formada sobre una base poco firme, haciendo que el mensaje a veces no se sostuviera ya que era una especie de moda. Y ese estilo de mensaje se palpa a veces en la cinta.

    Las actuaciones son bastante flojas, destacando un joven y práctico Anthony Hopkins como el convencido y perseverante Elliot Hoover, que encarna a un hombre en paz consigo mismo que no teme a la muerte, su único objetivo es liberar el alma de su atormentada hija. Estas características hacen de él un papel extraño y difícil de llevar, aún así, Hopkins consigue darle un toque especial que no hace que borde su actuación, pero sí que la ensalce lo justo para no resultar chocante. Marsha Mason es Janice Templeton, la madre de Ivy, quien muestra una transformación hacia Elliot, a medida que ve que lo que él dice es cierto. John Beck encarnó a Bill Templeton, el cual no acepta en lo absoluto que Hoover se acerque a su hija y menos reconocer que puede ser real lo que éste denuncia. Y la joven intérprete Susan Swift debuta en este film, personificando a Ivy Templeton, la niña poseída, y que lamentablemente fue muy comparada con el trabajo de Linda Blair en "The Exorcist" (1973). Completan el reparto Norman Lloyd y John Hillerman como el Dr. Lipscomb y el fiscal Velie, respectivamente.

    En definitiva, aceptable e inquietante film de terror sobrenatural, que propone un tema que en ese momento no había sido abordado demasiado, como es el de la reencarnación, pero que falla un poco en el ritmo y la extensión del metraje, destacado más que nada por la interpretación de Anthony Hopkins. Nos encontramos ante un trabajo que aprovecha las mejores características del terror subjetivo de los 70s, consigue captar la angustia humana de una forma sobresaliente haciéndote sentir impotente frente a los hechos que ante ti se desarrollan.

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