Hubo un tiempo en que los hombres median su valía y su coraje por el tamaño de sus armas y sus músculos, que descansaban entre faldas y birras, tiempos en los que la metrosexualidad se percibía como una enfermedad afeminada y donde se compartían el sudor y el sufrimiento de tus compatriotas en campos de batalla donde todo parecía tornarse en contra... los fracasos en taquilla, los problemas con las distribuidoras, las broncas con los productores, las drogas, la política... ellos, desaparecieron, hoy más que nunca resonaban a viva voz aquellos desconsolados lamentos de John Rambo, sin esperanza en el frente: "¿dónde se han metido todos?"... vale, nadie sabe a ciencia cierta si esto va a suponer un regreso de total permanencia para todas estas leyendas e iconos, pero sí sabemos algo a ciencia cierta: son bienvenidos.
Los mercenarios 2 es todo lo que se ha dicho ¿vale?, es todo eso, pero es mucho más, también es esa sensación que te recorre el estómago cuando se apagan las luces de la sala y sabes a buen seguro que lo que vas a ver será grande, grandes y jodidas toneladas de diversión insustituible que ofrecen el confort de saber lo que vas a encontrarte pero con la capacidad de sorprenderte y mantener tu corazón en puño, como antaño lo hicieron John Matrix, John McClane, Luc Deveraux, Braddock... es una reunión entre amigos, un brindis por la virilidad, si existe un acierto mayor aquí, ese acierto se llama Simon West, no a nivel totalitario por supuesto, si la primera entrega constituía un homenaje a aquel cine socarrón, de guiones cogidos con pinzas, puesta en escena cutre y sucia, mensajes republicanos y militaristas y personajes invencibles (sí, aquel cine que tanta felicidad, emociones y risas ha repartido a lo largo de la historia), también constituía la confirmación de la patosidad innata de Stallone como director, en aquella los planos no duraban más de dos condenados segundos...
Mercenarios 2 no es un homenaje, eso sería insultar, Mercenarios 2 es un maldito himno, un festival al completo donde la espectacularidad prima por encima de cualquier otro factor, de otro modo ni iba a ser... ¡claro que se alimenta de la nostalgia del espectador! ¿y? nadie debería temer esa clase de recursos si uno se considera objetivo de pura raza, cuando Travers (crítico con el que simpatizaba... hasta hoy) dice que toda esta furia no significa nada y que ni siquiera ha tenido la dignidad de divertirse, lo que en realidad está queriendo decir es que jamás ha sentido palpitar su pecho cuando Arnold Schwarzenegger avanza al ritmo coloquial de las balas mientras aniquila un ejército, y eso queridos, es culpa de Travers y de nadie más, hablando en plata: lo que pretendo es partir una lanza a favor de un cine que fue, es y al parecer, seguirá siendo abucheado, martilleado, escupido e infravalorado hasta la saciedad más absoluta, un cine que se alimenta del mito, sí, de la necesidad de testosterona y violencia, de la necesidad de héroes... ¿es malo necesitar héroes? si quereis mi opinión (aunque nadie me la haya pedido) yo no lo veo así.
Dicho lo dicho, esta secuela podría haberse rebajado de forma simple y llama al nivel de su antecesora, sobre todo en ciertos puntos que conforman su primera mitad y principalmente arraigados al insípido, aunque necesario, personaje de Billy el niño, por fortuna su presencia no es muy extensa, en un proyecto con tanto titán viviente correteando por ahí algunos tenían que pagar el precio a la fuerza, algo que se nota sobre todo en la ausencia de Jet Li, pero ¡hey! poco importa cuando al liderazgo de Sly, la forma de Satham y la secundaria comicidad de Crews, Couture y Lundgren (este último, brillante) se unen:
Un aún más comedido Chuck "the real big boss and lone wolf" Norris en una aparición sencillamente... ¿impagable? ¿memorable? ¿indescriptible? todo eso, pero mucho más, aleluya por siempre, un siempre chulesco y amenazante Bruce Willis, el eterno Dios todopoderoso de los chascarillos, el humor involuntario y EL héroe de acción por excelencia Arnold Schwarzenegger y un Jean Claude Van Damme sencillamente DESCOMUNAL, que demuestra lo mucho que agradece encontrarse donde se encuentra en estos momentos de su carrera metiéndose de lleno en la piel de un auténtico hijo de su madre que eleva a Eric Roberts a la altura de una Barbie poco maquillada.
Los aviones sobrevuelan, las manos se aprietan, los músculos se calientan, los camiones revientan, la pólvora arde, las piernas se esquivan, los puños se chocan, las heridas se abren, las cabezas explotan, el arsenal se despliega, los brazos se juntan, la batalla comienza, es hora de recargar... los tíos duros han vuelto a la ciudad.