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    La gran revancha
    Críticas
    2,0
    Pasable
    La gran revancha

    Gatillazo en el ring

    por Xavi Sánchez Pons

    Dieciséis años después de compartir estrellato en la estimable 'Copland', Robert De Niro y Sylvester Stallone repiten juntos en una película que, además, los recupera como boxeadores, rememorando dos de sus papeles más celebrados. Léase para los despistados: Jake La Motta y Rocky Balboa. Dos personajes que iban más allá de simples figuras deportivas; dos iconos llenos de carga mítica, ricos en matices, que convertían los vaivenes del mundo pugilístico en una metáfora de la vida. Peter Segal, director de 'La gran revancha', ha intentado jugar con el pasado de los dos actores para dotar de interés a su último filme, pero el resultado es una historia sensiblera, llena de lugares comunes y humor chusquero, que para nada muestra amor y respeto por los legendarios La Motta y Balboa.

    Segal, autor de comedias nada desdeñables, ahí está la notable '50 primeras citas' y la divertida 'Superagente 86 de película', le ha venido grande el proyecto y se queda muy lejos del carisma, respeto y solidez narrativa que destilaba, por ejemplo, Clint Eastwood en la excelente 'Space Cowboys', una película que si era capaz de combinar actores icónicos en su faceta más crepuscular y madura, comedia y conflictos dramáticos con equilibrio, siempre con respeto y socarronería bien entendida. Lo que ofrece 'La gran revancha' son personajes sin fondo, historias de redención previsibles, y una vena paródica que no sienta nada bien a la historia. Es sano que De Niro y Stallone tengan la humildad de reírse de sí mismos, pero lo han hecho mucho mejor y con más clase en otras películas; títulos excelentes como 'Una terapia peligrosa' y 'Los mercenarios'.

    La pregunta es, ¿hay algo que valga la pena en lo nuevo del director de 'Ejecutivo agresivo'? Pues bien, siendo justos, lo hay. Y no es otra cosa que el papel secundario de un Alan Arkin en estado de gracia. Convertido en una especie de versión sui generis de Paulie, el cuñado de Rocky Balboa, pero con el humor cáustico made in Arkin, el veterano actor lo borda como el anciano entrenador del boxeador interpretado por Stallone. De hecho, la química que desprenden los dos actores cuando comparten plano es sorprendente, y protagoniza las mejores secuencias de este poco destacado filme.

    Lo mejor: un inmenso y robaplanos Alan Arkin.

    Lo peor: su vena sensiblera.

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