Inicialmente, Alexandr Sokurov iba a recibir financiación del Ministro de Cultura ruso para rodar 'Fausto', pero hubo problemas y el proyecto se paralizó. Sin embargo, el dinero empezó a aparecer cuando el Primer Ministro Vladimir Putin dijo que era una película que debería ser hecha. Las razones por las que Putin quería subvencionar el film fueron un misterio para el director ruso. Él piensa que el que fuera una revisión del mito de Fausto fue un factor importante. En el Festival de Venecia el director afirmó: "La cultura no es un lujo. Es básica para el desarrollo de la sociedad".
La película ha sido rodada en Islandia y en la República Checa y se ha intentado reconstruior las construcciones de las ciudades alemanas del siglo XIX.
Algunos piensan que 'Fausto' podría ser una precuela de las otras tres. "Sin embargo, el personaje de Fausto nunca llegará a tener poder, porque ese poder que busca no existe, no se trata de un poder material", cuenta el director.
'Fausto' es una pieza alucinógena llena de carnalidad y de una imaginería abarrotada. En la escena de apertura, la cámara desciende de los cielos, cruza una cordillera y se introduce en las entrañas de un pueblecito medieval, justo antes de enfocar los genitales de un cadáver que va a diseccionar el doctor Fausto, en busca del alma humana.
En unas declaraciones a "The Guardian", el director afirmó: "Soy una persona extremadamente literal, no soy una persona nada cinematográfica. En realidad, no me gusta mucho el cine".
Después de introducirse en los horrores de la guerra con 'Alexandra' (2007), el director retoma su ciclo en torno al poder. Después de 'Moloch' (1999), con Adolph Hitler, 'Taurus' con Lenin y 'The Sun', con el emperador Hirohito, ahora, con 'Fausto', el mal se encarna en el propio diablo y en las tentaciones a las que puede inducir al hombre sediento de poder, fama y dinero.
Sokurov ha afirmado que su obsesión con los dictadores y con el mito de Fausto se remonta treinta años atrás: "Es sorprendente la poca atención que se le ha dado a Fausto. Si cualquier político leyera esta obra, encontraría todo ahí. Es como si se hubiera escrito en el siglo XXI, no en el XIX".