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    Elena
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Elena

    Víctimas y verdugos

    por Beatriz Martínez

    A Andrei Zyvagintsey lo descubrimos hace unos años con la portentosa 'El regreso'. Tenía esa película la capacidad evocadora, lúgubre y reveladora de convocar el fantasma de Tarkovski y de revitalizar el sobrio y rígido perfil del cine ruso. Había algo escurridizo en sus imágenes, un substrato impenetrable y denso, pero también una entonación poética mayúscula. Después de un tiempo y alguna otra película por medio, el director regresa con otra obra impecable, de una precisión metafórica avasalladora, de nuevo enfocada a escarbar en los mecanismos internos que desatan las pasiones humanas, pero en esta ocasión más centrada en la lucha de clases, en el odio que genera el servilismo, en la venganza moral y la creación de monstruos cotidianos.

    'Elena' es una película que nos introduce en una cadencia anímica malsana puntuada por una cotidianeidad que marca los biorritmos de unos personajes encerrados en sus particulares cárceles emocionales, en sus secretas ambiciones que los convierten en un abrir y cerrar de ojos de mártires a verdugos.

    El director nos ofrece un ritual de silencios, idas y venidas, pensamientos y actos cruciales que nos destapan la verdadera naturaleza de los individuos que pasan por la pantalla. Su retrato es crudísimo, un espejo de las distintas generaciones que pueblan la rusa actual, desde los viejos dinosaurios despóticos hasta los jóvenes desarraigados que parecen haber perdido por completo los valores fundamentales. Pero no hay intención por parte de Zyvagintsey de aleccionar, solo de mostrar el canibalismo en el que ha caído la sociedad de su país. Todo ello aderezado, en momentos puntuales, con la Sinfonía nº 3 de Phillip Glass.

    A favor: La dirección metódica de Zyvagintsey.

    En contra: La enfatización final del escaso futuro de las nuevas generaciones.

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