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    Érase una vez en Anatolia
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Érase una vez en Anatolia

    La condición humana

    por Cristina Álvarez López

    Durante la primera hora de ‘Érase una vez en Anatolia' asistimos a una búsqueda policial que se desarrollará durante toda una noche. Una comitiva de varios coches en los que viajan oficiales, un doctor, un fiscal y dos sospechosos se desplazan por los caminos de tierra de la estepa de Anatolia en busca de un cadáver. Como es costumbre en el cine de Ceylan, la rutina de estos personajes es abordada en largos planos de una belleza fotográfica exquisita: los halos de luz de los faros de los coches atravesando los campos y montes, los cielos cargados de nubes, los claroscuros en los rostros devorados por la noche... La relación entre el hombre y el universo es una de las preocupaciones principales —tanto en el fondo como en la forma— del cine de Ceylan.

    El principal sospechoso asegura saber donde se encuentra enterrado el cadáver, pero todos los lugares se parecen y la búsqueda se alarga infructuosamente. Los personajes se debaten entre el cansancio y el tedio, empiezan a aparecer los primeros signos de tensión entre los policías. Mientras tanto el asesino permanece impávido en el asiento trasero del coche que, en esta primera parte, se convierte en un lugar privilegiado (casi como si estuviésemos en un filme de Kiarostami pero sustituyendo la idea del dispositivo por la de una calculada puesta en escena y llenando las conversaciones de cierta ironía y un toque de humor negro).

    Lo que comienza como un thriller poco convencional, denso y alargado, que establece curiosas conexiones con filmes como ‘Zodiac' o ‘Memories of a murder' (en algún momento llegamos a pensar que el cuerpo jamás será encontrado), se acaba convirtiendo en un drama contenido, glacial, donde la rutina y la burocracia policial dan lugar a un estudio sobre la condición humana y ponen de manifiesto, una vez más, la negra visión del mundo de Ceylan —un director que ha sabido construir un arsenal estilístico muy característico, pero también dotar a sus películas de ese inconfundible tono desesperanzador y sombrío—.

    Los papeles, los informes, el reconocimiento, la autopsia... Todo ello es presentado desde un punto de vista rudimentario. Algunos de los secretos van desvelándose en pequeños (pero no sutiles) detalles. Ceylan parece menos interesado en la resolución del caso que en retratar su pequeño microcosmos de personajes, sus derivas emocionales, sus estados de animo, su fatiga existencial... Eso, y no otra cosa, es lo que llena las dos horas y media de metraje de este filme.

    Los detractores del director le echaran en cara a la cinta lo mismo de siempre, sus defensores discutirán si esta es o no es su mejor película. Y los que aprecian con reservas algunas de las cualidades de la obra del director turco probablemente empiecen a pensar que su cine, con todo lo bueno y lo malo que pueda tener, empieza a dar preocupantes muestras de estancamiento.

    A favor: Las escenas en el interior del coche.

    En contra: La escena de la fruta rodando, uno de esos tics tan típicos de Ceylan, que el director podría haberse ahorrado.

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