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    Torrente 5: Operación Eurovegas
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Torrente 5: Operación Eurovegas

    El esperpento nacional

    por Gonzalo de Pedro

    Un tema ha planeado siempre en todas las entregas de la saga Torrente: la distancia entre lo real y lo imaginario, entre lo que el protagonista ve y lo que realmente ocurre; recuerden aquella célebre escena de sexo entre Torrente y su vecina, en la que él creía gozar de un polvo sideral y ella veía un eyaculador precoz incapaz de reconocer sus propias limitaciones. Esa idea se ha convertido en el eje central de la nueva, y quizás última, entrega de la serie, Torrente 5: Operación Eurovegas, que retrata la eterna chapuza nacional a través de la visión distorsionada y delirante de un Torrente que, recién salido de la cárcel, es fichado por un excombatiente americano paralítico para organizar el asalto al único casino construido del frustrado proyecto de Eurovegas.

    Ese salto insalvable entre lo planeado, un ejercicio perfecto de robo impecable, y lo que los protagonistas llevan a cabo, todo un catálogo de chapuzas, malas prácticas e improvisaciones, estructura toda la película, y da pie a Santiago Segura para desplegar todo su arsenal de personajes y situaciones esperpénticas en el mejor sentido de la palabra: distorsiones críticas de la realidad, de una realidad muy concreta, la de la España post crisis económica. Aunque muchos han querido ver siempre en Torrente un personaje que ensalza cómicamente los peores vicios del tópico español, fascista, guarro, sexista, racista, en esta última entrega es más obvio que nunca que Torrente no es sino un vehículo con el que desnudar, de forma descarnada, ese imaginario español plagado de chapuzas, pillos, ladrones y políticos corruptos. Si por algo sorprende esta entrega es justamente por el poso de amargura que destila la película, quizás porque el salto entre la verdadera España y la que Torrente lleva años retratando ya no es tan grande, ya no es tan espectacular: reflejo y reflejado se parecen cada vez más, y la España de la película, expulsada de la unión europea, sin euro, sin Cataluña, y con un IVA del 42%, no parece tan alejada de lo que estamos a punto de vivir. Así, poco importa que Eurovegas, que era un proyecto en pleno apogeo cuando Segura ideó la película, duerma ahora el sueño de los justos, lo que le interesa a la película es satirizar ese país vicioso y vago que aplaudió como héroes a los mismos que luego nos acusaron de haberlo arruinado.

    De las cinco entregas de la serie, quizás no sea esta la más brillante, y cierto aire de repetición planea sobre algunos momentos de la película; sin embargo, en otros, Segura es capaz, como pocos, de captar la esencia más marrullera de todo un país, y construye no solo secuencias de acción trepidantes, sino una película que más que nunca se pretende como un reflejo deformado de la más inmediata realidad: ahí está Pablo Iglesias, líder de Podemos, en una de las primeras secuencias, presentado como líder de la oposición y firmando con Mariano Rajoy, todavía presidente, la reducción del salario mínimo.

    A favor: Que Torrente sea, de una vez por todas, reconocido como el gran retratista del país.

    En contra: La repetición de chistes y situaciones, solo salvados por su toque autoparódico.

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