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    Jack Ryan: Operación sombra
    Críticas
    2,5
    Regular
    Jack Ryan: Operación sombra

    Tuneando a Jack Ryan

    por Alejandro G.Calvo

    Gracias a 'Operación sombra' el agente secreto Jack Ryan tiene el dudoso honor de unirse al club de personajes venidos a menos formado por, entre muchos otros, el Inspector Clouseau, John Rambo, el soldado Joe T. Armstrong, Antoine Doinel, Son Goku, Machete y, bueno, cualquier otro rol cinematográfico sometido a una continua depreciación de su valor a medida que han ido cayendo más y más secuelas (y demás variantes). Surgido de la mente del (recientemente) fallecido hacedor de best-sellers de espionaje Tom Clancy y protagonista de cuatro películas (cinco, con ésta): 'La caza del octubre rojo' (1990), 'Juego de patriotas' (1992), 'Peligro inminente' (1994) –con Harrison Ford como protagonista- y 'Pánico nuclear' (2002) –con Ben Affleck, en su etapa más criticada como intérprete-, el pretérito Jack Ryan vendría a ser un burócrata avispado cuya capacidad para visualizar futuros actos terroristas lo acababan convirtiendo, muy a su pesar, en un intelectualizado héroe de acción. Se entiende que superadas las macho-movies de los años 80, en la era Bush (padre)-Clinton posterior, se buscaban protagonistas más románticos, igualmente idealistas y patrióticos, pero menos crueles y sanguinarios.

    He ahí uno de los factores que más hacen envejecer 'Jack Ryan: Operación sombra'. Si el público esperaba un protagonista afín a la estética de la era Obama, se va a encontrar con una película 100% George W.Bush Jr. Tanto es así que la obra arranca con los asesinatos del 11-S, prosigue con un juramento militar de amor a la patria y acaba alabando el uso y costumbres de la CIA como ejemplar herramienta secreta gubernamental en aras a aniquilar a los… ¡rojos!. Así, dado que el argumento va recargado de naftalina, lo que se ha tratado es remozar al personaje principal: el nuevo Jack Ryan es un marine de sobrada inteligencia, amante de la acción física y un sufrido amante de la bandera norteamericana; una buena manera de definirlo sería: el físico de Jason Bourne, el cerebro del Dr. House y el carisma de Jar Jar Binks. Un refrito de referencias que hace que el visionado de la película, por más entretenida que pueda llegar a resultar (incluso con una soberbia secuencia de robo de documentos informáticos), proyecte un continuo déjà vu sobre el espectador.

    Kenneth Branagh, que viene de entregarnos la primera parte de 'Thor' (2011) y su siguiente proyecto es 'Cinderella' (2015) –tremenda la reconversión del director que se diera a conocer con la fabulosa 'Enrique V' (1989) y que nos ha dejado películas tan memorables como 'Morir todavía' (1991), 'Los amigos de Peter' (1992) o una fastuosa versión de 'Hamlet' (1996)-, se hace aquí cargo de las riendas de la obra, tratando de otorgar cierta flema británica a tanto corre-pasillos y persecución desbocada. Si bien no arregla el desaguisado, al menos tiene la consideración de ponerse delante de la cámara para dar vida a lo más interesante de la película: el villano cirrótico obsesionado con Napoleón, el vodka y las mujeres. No salva la función, pero la hace mucho más atractiva.

    A favor: Lo dicho, Branagh, y… Kevin Costner, mucho mejor como secundario que como principal estos últimos años.

    En contra: La historia de amor entre Chris Pine y Keira Knightley sólo hace que retrasar, e incluso detener, la acción.

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