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    La parte de los ángeles
    Críticas
    2,0
    Pasable
    La parte de los ángeles

    Segunda oportunidad

    por Eulàlia Iglesias

    El humor ya fue una de las claves del éxito de alguno de los primeros films de Ken Loach como Lloviendo piedras, que provocaba sonrisas sin desviarse de los cánones del melodrama social. Pero en estos últimos años, el cineasta británico se está decantando abiertamente hacia la comedia lumpen como nueva forma de aproximarse a la problemáticas de siempre. Lo llevó a cabo en Buscando a Eric, ese film en que el jugador de fútbol Eric Cantona ejercía de consejero espiritual laico de un hombre extraviado al que reconducía hacia el buen camino. Y en La parte de los ángeles pretende entroncar con cierta tradición de la comedia popular británica, aquella que la Ealing situó entre lo mejor del género después de la Segunda Guerra Mundial. Pero sin abandonar el anclaje en las problemáticas sociales que atenazan al proletariado británico.

    La parte de los ángeles es una comedia que reivindica el derecho a una segunda oportunidad para esos jóvenes que la han cagado en algún momento de su vida. Como el protagonista, un joven padre condenado a cumplir trabajos en beneficio de la comunidad al que un trabajador social detecta un talento excepcional para la cata de whiskies. La película arranca bien, con una secuencia de puro humor visual de un borracho en una estación de tren, a la que sigue un encadenado de juicios express a jóvenes que han cometido delitos menores. Sin sermón político, sin recreación en el melodrama, estos dos fragmentos resultan efectivos tanto en su vertiente cómica como en su capacidad para trazar un esbozo de los protagonistas con el mínimo de recursos. A partir de que el film coge cuerpo narrativo y sigue las tribulaciones del grupo de jóvenes que buscan reinsertarse en la sociedad mientras se introducen en la degustación del destilado escocés, la película empieza a venirse abajo.

    Loach y su guionista habitual Paul Laverty construyen su lección moral a partir de recursos propios del cine mainstream (y, no, mainstream no es sinónimo de popular). El protagonismo juvenil del film les permite dar rienda suelta a un humor grueso que, lejos de desencajar las convenciones de lo políticamente correcto, pretende facilitar la conexión con el público por la vía más fácil. Por otro lado, el patrón de personaje marginado con un talento que le permite sobrepasar unas circunstancias adversas está más que gastado por tantas y tantas aspirantes al Oscar, aparte de otorgarle al film un lacado de cuento de hadas que desentona con su pretendida vocación realista... Aunque nunca ha pretendido ser un cineasta sutil, Loach lleva unos cuantos años sustituyendo la ética y estética de la sencillez por la eficacia del simplismo.

    A favor: El arranque.

    En contra: El registro humorístico y ese actor que se parece a Javier Cámara hacen recordar a Torrente en más de un momento.

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