Crítica de SensaCine.com para En la casa: ¿Retórica o imaginación?

François Ozon siempre se ha mostrado inquieto. Le gusta moverse entre géneros y apostar siempre por las mezclas más inesperadas. Esa fue la clave del éxito de Ricky, un filme situado en el contexto de un filme social y con una línea de fuga tremendamente fantasiosa, la de un niño alado. Ozon no sólo se atrevía con la mezcla genérica, sino que daba rienda suelta al delirio al mostrar el crecimiento de las alas del chico como si se trataran de siemples alitas de un pollo: pura combinación de trascendencia y kitch.

Amante de los extremos y de la evidencia, con En la casa, Ozon se ha lanzado a los brazos de una trama que ahonda en los enigmas de la narración. La película parece partir de un universo similar al de Adaptation. El ladrón de orquídeas, en la que las reflexiones sobre la escritura cinematográfica terminaban por plasmarse en la propia narración del filme. En la casa sigue a un maestro de instituto que descubre que uno de sus alumnos no sólo tiene un inmenso talento para los relatos, sino que también posee una curiosidad que va más allá de cualquier privacidad. Cada uno de los ejercicios del chico cuenta un episodio de la familia, aparentemente perfecta, de uno de sus compañeros. El joven escritor se va colando poco a poco en la casa de su amigo. Husmea en el hogar ajeno, mientras el profesor y su esposa sacian a su vez su propia curiosidad leyendo esos breves relatos.

Ozon atina a la hora de otorgar una cierta ambigüedad en los cuentos del chico. Nunca alcanzamos saber si aquello que el alumno escribe (el profesor lee y el espectador ve) es verdad o es mentira. Sin embargo, su propuesta -con una voz en off que pretende acentuar el discurso– no termina de desarrollarse. Ozon parece víctima de su propio invento, atrapado en una narración que siempre pretende sentar cátedra y en una estructura demasiado retórica.

A favor: Su pirueta narrativa.

En contra: Que detrás de esta pirueta narrativa no quede mucho más.