El genio de Assayas
por Rodolfo SánchezDurante la década de los ochenta y los noventa Oliver Assayas fue desarrollando una carrera que aunque irregular mostraba ya a una personalidad cinematográfica única y muy personal. En 1996 con Irma Vep eclosionó su estilo de manera maestra con su primera gran película.
Y dos años después con Finales de agosto, principios de septiembre el cineasta francés certificó todo lo que venía anticipando: su capacidad para una puesta en escena en apariencia sencilla pero llena de significado en cada plano para dar forma visual a un guion extraordinario que saca lo mejor de cada actor –en este caso, además, con un elenco perfecto-. Una obra que radiografía el presente en su complejidad y atendiendo a cada personaje, a cada detalle, acercándose a la muerte y a cómo afecta a las personas cercanas que la viven con humildad, de forma directa pero sin dramatismos excesivos. Cine mayúsculo de principio a fin. Una obra inolvidable, tan triste como vitalista que convierte en cine lo imposible.
A favor: Todo.
En contra: Nada.