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    Dos tontos todavía más tontos
    Críticas
    3,5
    Buena
    Dos tontos todavía más tontos

    Harry y Lloyd cabalgan de nuevo

    por Alejandro G.Calvo

    Ya en el primer gag de la película, donde Lloyd sorprende a Harry tras fingir 20 años de catatonia supina -se ve en el tráiler: ¡así que no es un spoiler!-, queda claro que, seguramente los años habrán caído inclementes, pero el cachondeo padre y la apología de la estupidez más insana siguen indemnes. Mejor para nosotros, para los hermanos Farrelly y para los propios Jim Carrey y Jeff Daniels, puesto que Dos tontos todavía más tontos ofrece el mismo caudal de locura y chistes en cascada que tantas risas (y ampollas) levantara en su día. Y eso que está claro que los tiempos han cambiado; hace veinte años la Nueva Comedia Americana estaba apenas descubriéndose, la crítica y el público aún parecían enfrentados, condenando la comedia gamberra a un nicho que, quizás porque provocaba demasiadas risas, no era tomada demasiado en serio. Por suerte las cosas cambiaron y hoy se habla de Vaya par de idiotas (1996) y de Algo pasa con Mary (1998) con aún mayor respeto que, por ejemplo, Braveheart (1996) o Titanic (1998) -por citar a las ganadoras del Oscar a la Mejor Película en dichos años-.

    El impacto del estreno de Dos tontos muy tontos (1994) fue totémico. La estupidez se imponía como única norma narrativa en una cinta superlativa, epiléptica en sus movimientos cortos y asfixiante (por las risas ahogadas) en su continua cascada de gags-descalabro. Los hermanos Farrelly, que nunca han relajado su empeño en hacernos reír de la forma más bruta posible (pese a todos los altibajos que se puedan desentrañar en su filmografía), tratan de repetir la exitosa fórmula a base de acumular un sinfín de gags, chistes y contra-chistes, como es habitual en estos casos, unos con más fortuna que otros. La película posee un ritmo más sincopado pero un perenne orgullo imbécil -léase como positivo- capaz de hermanar esta secuela con, por ejemplo, otra delicia a propósito de la estupidez supina como es La cena (2010), el tronchante (y superior) remake americano de La cena de los idiotas (1998) o, si me apuran, la también delirante Los amos de la noticia (2013), secuela de esa obra maestra llamada El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (2004).

    Así ya sea por su caudal de chistes con tendencia al desenfreno -los hay sublimes, ya tengan que ver con riñones, hijas pródigas o los habituales fart jokes- o por la ilusión, casi nostálgica, que da el ver de nuevo en acción a Harry y Lloyd -mejor olvidar la precuela Cuando Harry encontró a Lloyd (2003)-, uno no puede más que rendirse ante esta divertidísima película, tan certera en su creación de nuevos personajes y situaciones imposibles, como en su riego de guiños al film original. Lo que la hace perfecta tanto para los que, veinte años más mayores, nos reencontramos con estos sublimes tontos del culo, como para toda esa nueva generación de espectadores que solo conozcan a Jim Carrey por Los pingüinos del Sr. Poper (2011).

    A favor: Jim Carrey y Jeff Daniels back in action.

    En contra: Que se deba comparar con el film original.

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