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    Un amigo para Frank
    Críticas
    2,5
    Regular
    Un amigo para Frank

    Pon un robot en tu vida

    por Mario Santiago

    No es habitual cruzarse con una película norteamericana en la que la "tercera edad" sea tratada sin grandes dosis de condescendencia. Más aún cuando hablamos de una película en la que el protagonista sufre indicios de demencia senil o Alzheimer. Deberíamos retrotraernos a obras como 'Gran Torino', la gema de Clint Eastwood, o 'Up', la maravilla de Pixar, para encontrar un retrato tan franco y desnudo de un hombre viejo que afronta el crepúsculo de su vida con la mayor dignidad posible. Así es el Frank de 'Un amigo para Frank', un antiguo ladrón de guante blanco que afronta sus últimos días en la soledad de su residencia rural. Ajustándose al patrón del viejo cascarrabias, Frank pondrá el grito en el cielo cuando su resentido retoño (el limitado James Marsden) le regale un robot que supervisará sus quehaceres cotidianos. A estas alturas, vale la pena apuntar que la película transcurre en un "futuro próximo" y que, en uno de sus mayores logros, invoca esa cualidad particular de la ciencia ficción made in Spielberg según la cual el futuro siempre acarrea un aire pretérito: es decir, que el futuro de 'Un amigo para Frank' tiene un look muy retro.

    Presentada su premisa inicial, la película, dirigida por el debutante Jake Schreier, avanzará con paso firme y con una economía narrativa admirable, aun cuando su sostén principal –la complicidad (criminal) que encontrará Frank en su robot– resulta bastante poco creíble. En este sentido, el filme se irá oxigenando gracias a analogías y dicotomías que no por obvias resultan menos locuaces. Ahí está por ejemplo la identificación del quijotesco Frank con esa biblioteca pública en la que los viejos libros de papel son valorados como reliquias de un pasado remoto. O también el choque entre la frialdad del tiempo futuro –lleno de neuróticas parejas de snobs– y la calidez del tiempo pasado: una dialéctica que se viste de paradoja cuando el futurista robot del título termina encarnando una forma de amistad "tradicional", casi arcaica. Como resulta evidente, la película se sitúa plácidamente del lado de Frank, aunque en sus peores momentos le reserva al protagonista algún revés disfrazado de flagrante trampa de guión.

    Por último, no es posible hacer justicia a 'Un amigo para Frank' sin alabar el notable trabajo interpretativo de Frank Langella en la piel del protagonista. Su negativa a reclamar la compasión o indulgencia del espectador –se diría que Langella es alérgico al negocio de la lástima–, hace de su personaje una criatura llena de dignidad y fiereza, lo que no quita que su Frank se gane nuestra simpatía casi desde el minuto cero. De hecho, el tono del filme, fijado por el trabajo de Langella, bascula entre una sorna amortiguada por la emotividad y una ingenuidad muy propia del cine de los años 80 –de 'Rain Man a Cortocircuito'–. A la postre, más allá de sus humildes logros y sus exonerables pecados, 'Un amigo para Frank' se recuerda como el entrañable retrato del encuentro entre dos personajes singulares. En el mejor momento de la película, cuando la hija del protagonista (Liv Tyler) le pregunta a su padre por qué necesita a su robot, Langella toca el cielo actoral al susurrar sin énfasis alguno: "Es mi amigo".

    A favor: Frank Langella.

    En contra: Un tercer acto con más de una trampa de guión.

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