Crítica de SensaCine.com para La estrella: Vida de barrio

La primera película de ficción de Alberto Aranda propone ser tanto un relato sobre varias y algo dispersas derivas sentimentales marcadas por elementos más o menos clásicos (una relación que se va a pique poco a poco porque él se entrega demasiado a su nuevo trabajo y desatiende los detalles más cotidianos con ella; otra, con personajes más adultos, que se quiebra por los malos tratos ejercidos por el marido) como un documento, que no documental, de la vida en una localidad periférica de Barcelona, Santa Coloma de Gramanet, con presencia incluida, en el tramo final, del memorable Justo Molinero y sus festejos en Radio-Taxi.

Una cosa lleva a la otra, pero funciona mejor el acento realista –la vida en los bares, el modo en que se vislumbra Barcelona desde la atalaya de Santa Coloma, el maridaje lingüístico y cultural (el bilingüismo como realidad positiva, nunca como traba), las clases de flamenco, los conflictos de orden racial cuando unos musulmanes edifican su mezquita y el resto del vecindario se rebota, material sobre el que Aranda rodó su documental '¡Mezquita NO!'– que no los conflictos personales organizados a partir de situaciones demasiado previsibles. En este sentido, la progresiva transformación de las relaciones entre Estrella y Salva a partir del momento en el que se convierte en ejecutivo (con coche propio y cenas de postín) está bastante menos trabajada que el retrato de la vida de barrio, aunque 'La estrella'no es ni mucho menos una derivación, prolongación o eco de la popular 'Tapas'.

Hay flamenco, canciones, baile, llantos, malos tratos, colisión entre mundos equidistantes, conflictos generacionales, la división entre universos sociales (Barcelona y Santa Coloma) y poética de lo cotidiano: Estrella, el personaje encarnado por Ingrid Rubio, se llama así no porque sus padres amaran las estrellas o se amaran bajo las estrellas, sino porque el padre siempre ha bebido cerveza Estrella Damm, lo que es publicidad encubierta, cierto, pero también un atisbo de auténtica verdad en una película que se desliza demasiado hacia la ficción invertebrada cuando parte de un material altamente cercano, justo (no por Molinero) y realista.

A favor: los momentos de verdad, de la verdad del barrio, que surgen sin esfuerzo.

En contra: los golpes de efecto dramático.