Mi cuenta
    Spring Breakers
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    Spring Breakers

    Sublime pop-noir

    por Mario Santiago

    Asistiendo a la fiesta desmadrada que es 'Spring Breakers', resulta fácil advertir que Harmony Korine comprende la adolescencia como una tierra fulgurante, que quema a sus alelados protagonistas y que proyecta su resplandor con furia, sin mesura alguna. De hecho, en el imaginario cinéfilo, los testimonios más vivaces e inspirados del paso por la adolescencia suelen apuntar hacia la insubordinación y la destrucción, del 'If...' de Lindsay Anderson a 'En el abismo' de Jonathan Kaplan, pasando por los himnos slacker de Richard Linklater. Siguiendo el hilo conductor de estos aullidos de juventud, Korine se aproxima a cuatro chicas de clase media/baja que sueñan con exprimir a fondo las posibilidades de ese edén de libertad conocido como el spring break: una semana de vacaciones primaverales en la que los jóvenes yanquis aprovechan para desbarrar de lo lindo en la costa de Florida o California. Lo interesante del caso es que Korine se alinea espiritualmente con sus adolescentes bellas, incendiarias y muy peligrosas —en ningún momento las juzga—, y en consecuencia da rienda suelta a un festín hedonista y amoral: un desfile de alcohol, baile, drogas, chicos musculados, chicas en bikini (y sin él), paseos en moto... Un cóctel desfasado al que se suma el culto a las armas cuando la película vira hacia el neo-noir.

    Desde sus inicios, Harmony Korine, veterano enfant terrible del cine independiente norteamericano, ha sentido debilidad por los retratos impresionistas, esteticistas y algo feístas de la América white trash. Un impulso que había engendrado obras que combinaban la idea del collage narrativo, el estudio antropológico y un estilo que, por momentos, jugueteaba con las formas del video-arte —vale la pena recordar que Korine ha trabajado en la publicidad y ha dirigido videoclips para Sonic Youth, Cat Power y Will Oldham—. Así, casi siempre conservando el universo juvenil como ancla temática, el director de 'Gummo' y guionista de 'Kids' se había dedicado a bordear las fronteras del cine narrativo con la intención de expresar su interés por la marginalidad y su desdén hacia todo aquello que pudiese ser sinónimo de normalidad u orden social. Todas estas ideas, que habían ido floreciendo de forma irregular y un tanto errática a lo largo de la carrera de Korine hallan finalmente su mejor continente en la desbordante 'Spring Breakers'.

    A su paso por el pasado Festival de Venecia, Korine describió su nueva película como el resultado de experimentar con una narrativa líquida, una estrategia próxima a la del cine de Terrence Malick. Nunca antes el director de 'Trash Humpers' había conseguido sumergir al espectador en un trance tan hipnótico. Presentada como un torrencial e incesante carrusel audiovisual, 'Spring Breakers' puede entenderse como un balsámico ritual fílmico guiado por ese mantra que se repite una y otra vez en la banda de sonido: "Spring Break forever". Un ritual invocado desde el corazón de la cultura pop engendrada por el cambio de siglo. Formalmente, la película garabatea sobre la lápida de la estética MTV, al tiempo que recoge la festiva y lasciva decadencia de los vídeos de Girls Gone Wild. Por su parte, en lo temático, el filme celebra con más devoción que ironía el reinado (también decadente) de Britney Spears: la escena en la que las protagonistas acompañan a James Franco en la sentida interpretación del tema "Everytime" de Spears hace convulsionar el pop a manos de lo trash.

    Y a todo esto, a mitad de película, cuando uno menos lo espera, 'Spring Breakers' desvía su senda, que parecía encaminarse hacia el drama, y lanza en plan kamikaze a las aguas del noir más gangsteril. Es la hora del desenfreno ultraviolento, orquestado por un carismático y pordiosero Clyde (un James Franco que sabe mirarse al espejo como el Robert De Niro de 'Taxi Driver') y un trío de neumáticas Bonnies. Y en este punto, apelando de nuevo al cine pop, la película sublima el neo- noir de directores como Michael Mann, Quentin Tarantino o Tony Scott. Todo es llevado a límites hiperbólicos: las luces de neón corroen la pantalla, los temas de Cliff Martinez ('Drive') y Skrillex martillean la banda sonora, los revólveres y metralletas se convierten en juguetes fetichistas a manos de las femmes más fatales del cine reciente. Una combinación de factores que hacen pensar en 'Spring Breakers' como la 'Asesinos natos' de la cultura adolescente del siglo XXI.

    Aunque de todas las analogías que se pueden establecer entre el trabajo de Korine y el de otros directores, la más reveladora es seguramente la que le conecta con el francés Jean-Luc Godard. Y es que, más allá del interés compartido por el nihilismo juvenil y la reformulación de los géneros (algo muy presente en el Godard primerizo), Korine utiliza una vieja estrategia godardiana consistente en la apropiación de actrices que son iconos populares y que se muestran dispuestas a redefinir su rol en el Planeta Cine. Así, como hiciera Godard con Brigitte Bardot en 'El desprecio' o con Molly Ringwald en 'King Lear', Korine fagocita el esplendor de Vanessa Hudgens y Selena Gomez, antiguas reinas de la factoría Disney, y convierte a las actrices en bombas de sensualidad e incorrección. Y aquí no hay sutilidades: la imagen de Hudgens y Gomez en bikini —acompañadas de sus secuaces Ashley Benson y Rachel Korine— ha engalanado toda la campaña promocional de una película que combina como pocas irreverencia y autoconciencia, frivolidad e inteligencia, puro gamberrismo y una gran responsabilidad para con la evolución del lenguaje del cine.

    A favor: Su energía festiva y su atrevimiento formal.

    En contra: Que pueda pasar por una simple celebración del girl power.

    ¿Quieres leer más críticas?

    Comentarios

    Back to Top